Prueba en ruta

Prueba BMW X4 xDrive20d 2020: ¿hasta dónde llega fuera del asfalto?

Pablo J. Poza
Pablo J. Poza

La segunda generación del BMW X4 mantiene una estética continuista pero supone un cambio de filosofía en un SUV coupé que apuesta por el confort y la habitabilidad. Vamos a descubrirlo en una exigente ruta por El Bierzo.


La mejora es clara, o al menos lo parece. No tienes que entender de coches para percibirlo. De hecho, esa es la idea. El BMW X4 xDrive20d rueda silencioso por la autopista A6, a pesar de montar unos gigantescos neumáticos de distinta sección en cada eje sobre llantas de 20 pulgadas. El parabrisas con blindaje acústico y la parrilla del radiador activa tienen parte de culpa. También influye un cambio de ocho relaciones, que desarrolla 64,4 km/h cada 1.000 r.p.m. en su marcha más larga, frente a los 52,3 km/h que desarrollaba la anterior caja de seis velocidades.

La nueva caja permite, además, circular «a vela» si conectamos el modo Eco Pro en la interfaz en la que le decimos al vehículo qué esperamos de él. Pero el modo Eco Pro, que nos deja viajar en punto muerto cuando es mejor avanzar con inercia que cortar por completo la alimentación y perder el «momento», es demasiado «eco» para nuestro gusto. El recorrido muerto del pedal del gas nos parece excesivo, y si conectamos el control de crucero para continuar beneficiándonos de su gestión del cambio sin sufrir el tarado del pedal, experimentaremos notables reducciones de velocidad al subir, por ejemplo, un puerto de montaña.

Pero lo cierto es que los kilómetros pasan sin dejar apenas mella en nuestro cuerpo, y llegamos a las increíbles pistas de montaña del valle del Oza (en la comarca leonesa del Bierzo) frescos como rosas. Y es que, una vez más, nuestra idea es comprobar si realmente un SUV como este X4 aporta un extra de movilidad frente a una berlina de lujo equivalente.

El BMW X4 xDrive20d por carreteras secundarias

Pero antes de llegar a las pistas de tierra, conduciremos por carreteras secundarias, un escenario en el que este X4 nos ha dejado fríos. Su motor es tremendamente generoso, a pesar de tratarse de la opción diésel de acceso a la gama. El cambio, suave y rápido, ayuda a sacar partido a los 190 CV disponibles, tanto si lo usamos en el modo manual como en el automático, siempre que, obviamente, seleccionemos cualquier otro programa que no sea el Eco Pro.

Los frenos nos ofrecen un mordiente adecuado, y el coche gira plano… pero la sensación de agilidad que recordábamos del anterior modelo ya no está. Incluso un X6 con el diferencial trasero activo puede proporcionar la percepción de entrar con más agilidad en los virajes, a pesar de lidiar con un lastre superior a los 300 kilos.

Parte de esa falta de agilidad la achacamos a la monta de los neumáticos más anchos homologados para este modelo, con 24,5 centímetros delante y nada menos que 27,5 en el tren trasero, dimensiones que no se justifican ni por la potencia disponible ni por el peso, y que además suponen un incremento del consumo y de las emisiones del 5 %. No parece mucho, pero estamos hablando de unos 60 litros más de combustible (un reposataje extra) para alguien que recorra 15.000 kilómetros al año.

El BMW X4 xDrive20d fuera del asfalto

Dejamos el asfalto y comenzamos a movernos por pistas de montaña. Nuestro objetivo es llegar hasta Santa Lucía de Valdueza (42° 28′ 17″ N, 6° 37′ 49″ O), un pueblo de montaña abandonado a raíz de los daños provocados por las intensas lluvias torrenciales caídas en diciembre de 1970. Apartado de la hoya berciana, este valle es un reducto de la naturaleza más salvaje. Circulamos por una pista en buen estado, pero muy pronto los problemas comienzan a surgir.

No hay dificultades en cuanto a cotas, aunque el X4 roza con las zarzas en algunos pasos, y nos obliga a prestar especial atención en los cortados que se abren hacia el centro del valle. La pista atraviesa impresionantes bosques de castaños que generan zonas umbrías en las que la superficie arcillosa dificulta el avance. Pronto la tracción total comienza a trabajar sin pausa; en condiciones normales, casi todo el par se envía al tren trasero, y un embrague interaxial de discos reenvía parte de la fuerza a las ruedas del eje delantero cuando el sistema lo juzga necesario.

Tras superar una pequeña cuesta en la que jamás habríamos pasado exclusivamente con tracción trasera, nos pensamos en dar media vuelta, pero no hay donde darla, así que la huída hacia delante se convierte en la única estrategia; dar marcha atrás aquí, y especialmente con la reducida visibilidad que genera la cintura alta de la zaga, no parece una idea brillante.

Más adelante, el valle va cerrándose, y en ocasiones las aguas que se filtran por las betas calizas de La Aquiana (la montaña en cuya falda se abre este valle) generan charcos parcialmente helados que hacen trabajar al control de tracción en un esfuerzo por sacar el máximo partido de unos neumáticos que no han sido pensados para este cometido.

Finalmente, el camino se abre y decidimos que es mejor dar la vuelta. El BMW X4 nos deja con una sensación agridulce. Por una parte, su sistema xDrive saca la quintaesencia de unos neumáticos 100 % asfálticos, y estamos convencidos de que con unos simples neumáticos de cuatro estaciones en la medida estándar habríamos llegado a nuestro destino.

Por otra parte, nos parece un logro la versatilidad de este BMW, que ha ganado en confort, habitabilidad y hasta en consumo con respecto al modelo precedente. Y, de alguna forma, nos invita a reflexionar sobre las configuraciones que las marcas premium nos permiten hacer de sus modelos, que en algunos casos como este sacrifican la funcionalidad por una discutible mejora de la estética.