La constante evolución del mundo del motor y las cada vez más restrictivas normas anticontaminación, hacen que los fabricantes de vehículos se vean en la obligación estar en continua evolución en la fabricación de coches híbridos y eléctricos.
Desde que en 1828 que se fabricó el primer modelo con motor eléctrico hasta la actualidad, han pasado casi dos siglos, pero los fabricantes de vehículos siguen innovando en este tipo de vehículos. De hecho es ahora cuando las marcas están apostando fuertemente por la hibridación de sus modelos, ofreciendo diferentes tipos de sistemas híbridos y avanzando continuamente en los sistemas que incorporan.
Si disponemos de un coche híbrido, debemos saber que existen diferentes circuitos de refrigeración y ventilación para que el rendimiento de las baterías que forman el sistema sea el correcto.
Un vehículo híbrido está compuesto por dos motores, un motor de combustión interna que utiliza como combustible la gasolina, con una cilindrada por lo general no demasiado grande -en un Toyota Prius es de 1,8 litros-, y un motor eléctrico que tiene la misión de proporcionar la fuerza y el par motor a las ruedas para que el vehículo se desplace.
El motor de combustión interna lleva un circuito de inyección de gasolina, alimentado por el combustible que almacena en el depósito, siendo su capacidad algo menor que la de un modelo de gasolina equivalente -en el mencioado Prius es de 43 litros-.
El motor eléctrico es alimentado por las baterías que incorpora el vehículo para tal fin, recibiendo el nombre de “módulos”, y pudiendo llevar uno o varios módulos según modelo y marca de vehículo.
El motor de combustión interna utiliza un sistema de refrigeración convencional, con una bomba de agua que recibe el movimiento de la correa de distribución o de la correa auxiliar (según modelo de vehículo), un radiador de refrigeración del motor, un vaso de expansión, un termostato, un electroventilador y varios sensores de temperatura.
El motor eléctrico tiene un sistema de refrigeración independiente. Está formado por un depósito o vaso de expansión, un radiador (integrado en el radiador del “sistema” de refrigeración del motor), una bomba de agua eléctrica y tuberías.
Hay que destacar que la bomba de agua, al ser eléctrica (y no más grande que la de una lavadora), se pone en funcionamiento desde que se activa el contacto del vehículo. Esta bomba de agua hace que el líquido refrigerante circule desde el depósito hasta los motores eléctricos y, de éstos, de nuevo al radiador de refrigeración para evacuar el calor absorbido, pasando por el inversor y regresando de nuevo al depósito.
Las baterías o módulos eléctricos, además, también cuentan con un sistema de refrigeración mediante sistemas de ventilación. Según el modelo y la marca del vehículo, podemos encontrar tomas de ventilación en zonas cercanas a los asientos traseros.
Durante los ciclos de trabajo de carga y descarga de la batería se produce calor, el cual debe ser evacuado para que el rendimiento de ésta sea el correcto. La batería incorpora tres sensores para poder controlar la temperatura de la misma y uno la entrada de aire. Para que la refrigeración se lleve a cabo, el sistema lleva un ventilador que activa la unidad de control de la batería, metiendo aire por el interior de las celdas y haciendo que la temperatura baje.
En los nuevos modelos, existe un filtro a la entrada del aire, que hay que tener la precaución de sustituir cuando indica el fabricante y no taponar u obstruir las entradas de aire para evitar sobrecalentamiento de la batería.
Las baterías de NiMH (Niquel-Metal Hidruro), que montan por ejemplo, los vehículos Toyota, suelen trabajar con temperaturas que oscilan entre los 20º a 50ºC en descarga y de 0º a 45º en carga. Fuera de estos límites, el funcionamiento y rendimiento no será el correcto, de ahí la necesidad de la refrigeración.
Si la temperatura no se mantiene correcta, va a provocar que la vida útil de la batería se vea acortada e incluso llegar a provocar que quede inservible, provocando un gasto económico importante para el usuario (sobre 2.000€) al tener que poner una batería nueva.