No es un mercado tan pasional como el de los turismos, más bien todo lo contrario. Pero eso no quita que tenga muchísima importancia en el negocio de los fabricantes de automóviles y en la movilidad en general. Hablamos de los vehículos comerciales, esos destinados al transporte de mercancías. Son utilizados por profesionales de diversas áreas y recorren muy elevados kilometrajes anuales. Y hoy vamos a hablar de los de última milla.
Además, se da la circunstancia de que en muchas ocasiones precisan acceder a zonas de bajas emisiones, de modo que el hecho de que porten etiquetas medioambientales ventajosas, como son la ECO y la CERO, realmente marca la diferencia.
Y es que la inmensa mayoría de los vehículos comerciales llevan motor de gasóleo, lo cual tiene sentido porque son furgonetas que recorren enormes cantidades de kilómetros, de modo que un bajo consumo de combustibles es importante. Sin embargo, cualquier vehículo diésel que puedas comprar nuevo incorpora el distintivo C.
Así las cosas, para solucionar esa papeleta a los clientes que lo demanden, hay determinadas marcas que ya cuentan con sus vehículos comerciales con pegatina ECO y CERO. De los primeros, los ECO, tan sólo hay uno: el veterano pero económico Fiat Panda Van. Hasta hace no mucho había más, puesto que se comercializaba algún que otro modelo impulsado por GLP.
Sin embargo, en la actualidad no hay ni uno solo. El único vehículo comercial ECO del mercado es el mencionado Fiat Panda Van, que adapta un sistema de hibridación ligera que le habilita a portar dicho distintivo.
¿Qué es un comercial de última milla?
Los demás vehículos comerciales ecológicos llevan etiqueta CERO y de estos sí que hay bastantes. Ninguno es híbrido enchufable, de modo que hablamos de furgonetas puramente eléctricas, que popularmente son conocidas como ‘de última milla’.
¿Qué quiere decir eso? En logística, el recorrido de última milla se refiere al transporte final, al que se produce desde el almacén de turno hasta el destinatario último. Normalmente, esos almacenes abarcan las circunscripciones de ámbito autonómico o incluso local, de modo que nunca hablamos de recorridos muy largos.
Está estudiado que los vehículos de última milla suelen recorrer diariamente entre 80 y 150 km, de modo que no es necesario disponer de una batería muy capaz, puesto que al final del día, de vuelta a la base, podrán recargarse de cara a la siguiente jornada. Y, de esta manera, la instalación de una batería de tamaño no muy grande permite perjudicar menos el espacio de carga, así como limitar los costes de adquisición.
Ahí reside la razón de que los vehículos comerciales eléctricos no destacan precisamente por su autonomía. Lo normal es que anuncien autonomías oficiales que ronden los 200 km. Marcas como Mercedes, Toyota, Renault o varias del Grupo Stellantis cuentan con un vehículo comercial de última milla dentro de su gama.