Ruta 4x4

Puerto Rico: La puerta del Nuevo Mundo

Marian Ocana
Marian Ocana
La estratégica situación de Puerto Rico la convirtió en La Puerta del Nuevo Mundo y hoy en día abre la puerta de un paraíso lleno de contrastadas sensaciones.


Las calles del viejo San Juan, con sus bellas mansiones coloniales y sus robustas fortalezas, nos refrescan la memoria sobre la densa historia de conquistas y colonización de la llamada isla Borinquen por los indios tainos, que la poblaban a la llegada de los españoles. Seguimos la costa bañada por el Océano Atlántico hacia el Este para sumergirnos en un mundo mucho más antiguo que los pobladores que, de una u otra época, habitaron esta lujuriante isla.
Enseguida abandonamos las estupendas autopistas para adentrarnos por las sinuosas y angostas carreteras que nos alejan de su famosa costa y nos introducen poco a poco en el desconocido interior de la isla. El Yunque, en la Sierra de Luquillo, es la muestra más exuberante de esa inmensa selva tropical que se prodiga por todo el interior. La fauna y la flora han derrochado toda su imaginación para ofrecernos una variedad de plantas, árboles, aves, reptiles, anfibios y un largo etcétera de encantos naturales que llevó al rey Alfonso XII de España a convertir esta zona del mundo en Reserva Natural en el último tercio del siglo XIX. Pero, para los indios tainos, la historia de este lugar está envuelta en leyendas mitológicas. Ellos creían que en los picos nebulosos de la Sierra de Luquillo habitaba Yuquiyú, el dios del bien. Bautizaron a este monte como Yuque, cuyo significado es «sagrado» o de «tierras blancas», pues sus picos siempre se encontraban envueltos de nubes. Pero, si dejamos de mirar hacia el cielo, podemos descubrir las huellas de sus primigenios habitantes en los petroglifos que sobre las rocas de las orillas de los ríos aún muestran sus reliquias más ancestrales. No obstante, el bosque del Yunque no es el único que existe en toda la isla. Por toda su cadena montañosa central los bosques se prodigan incesantemente.

ruta puerto rico 014Entre cañas de azúcar y cafetales

Seguimos zigzagueando por las estrechas cicatrices que el ser humano ha abierto en la vegetación y vamos descubriendo pequeños pueblecitos entre laderas de montañas cubiertas de cañas de azúcar y los cafetales, que llegaron a la isla poco después de la conquista y convirtió este fruto en una de sus principales producciones. El café de Puerto Rico sigue siendo hoy en día uno de los mejores del mundo y es fácil degustarlo en cualquier restaurante donde nos sentemos. De nuevo del interior llegamos a la costa, para alcanzar la Perla del Sur: Ponce. Creada 200 años después de que llegaran los europeos a América, se convirtió en un referente cultural y económico para el país. Fue bautizada como Ponce en conmemoración del conquistador español Juan Ponce de León. Desde cerca de esta bella ciudad se puede tomar un barco a Caja Muertos, una isla donde las playas y el esnorquel nos hace sentir como Robinson Crusoe.

La llamada de la selva es alta y clara, y de nuevo le damos la espalda al mar y nos zambullimos en ese frondoso universo en el que en cada recodo del ondulante camino aparece una pequeña hacienda, un pueblo, o se abren unas vistas espectaculares hacia los lagos o ríos que recorren su fecundo interior. El pueblo de Jayuya, la capital indígena por antonomasia, ha creado un museo donde nos recuerdan con artefactos y rocas con inscripciones que antes de la llegada de los españoles ya era habitada por los indios tainos. La construcción del museo «cemí» recrea un pequeño amuleto sagrado de forma triangular que los indios llevaban consigo para protegerles. Y otro capítulo de su historia más reciente nos recuerda en la casa Canales que desde allí partió la insurrección por la independencia que proclamó la República de Puerto Rico frente a la ocupación de EE.UU.

Hacia Utuado podremos deleitarnos con los lagos de las Dos Bocas o de Caonillas, que se nutren con caudalosos ríos que no sólo sirven para la construcción de hidroeléctricas, sino que permiten la pesca deportiva. Y avanzamos por auténticos túneles de una vegetación tan impenetrable y voraz que lo cubriría todo si no fuese por la constante acción del ser humano sobre ella para frenar su insaciable apetito.

ruta puerto rico 022

Por las cavernas del río Camuy

Cuando alcanzamos las enormes cavernas del río Camuy, la sensación es de hallarnos en el vestíbulo de las entrañas de la tierra puertorriqueña. En pleno siglo XX, a mediados de los 50, unos espeleólogos descubrieron las cavernas de este río, la tercera corriente de agua subterránea más larga del mundo, que ha creado un tesoro bajo tierra de barrancos cubiertos de helechos, estalactitas y estalagmitas que dejan correr la imaginación entre las formaciones rocosas que encierran. Su visita está permitida, aunque está restringido el número de personas que pueden acudir a verlo cada día.

Saliendo del interior de la tierra, las últimas curvas nos arrojan a la llanura de la costa, donde de nuevo la cálida brisa marina nos recuerda que estamos en una isla caribeña. El pequeño faro de Arecibo, que nació viendo partir los últimos españoles a finales del siglo XIX, nos indica el camino hacia San Juan de Puerto Rico.

Una isla, un país, un nuevo mundo que no sólo es atractivo por sus reputadas playas y palmeras, sino que permitirá a los más inquietos adentrarse por un insólito interior esmeralda que le mostrará otra de las muchas facetas que una isla caribeña puede encerrar. En nuestras manos está descubrirlo.

 

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