Diésel, ese combustible tan popular hace poquitos años como denostado en la actualidad. Tanto entonces, como ahora, la realidad es que ni antes era siempre la opción correcta, ni ahora debe no serla. Ni antes era justificable elegirlo cuando apenas hacías 12.000 km al año, ni ahora debes descartarlo porque desde ciertos focos lo quieran eliminar.
En el segmento de los urbanos, prácticamente ha desaparecido. En el de los compactos, tradicionalmente acérrimos modelos de gasóleo, como por ejemplo el Citroën C4, ya no ofrecen esta opción mecánica en sus gamas. En muchos otros modelos sí tiene aún cabida. Por suerte, porque para recorrer muchos kilómetros por carretera, ni hay ni habrá nunca mejor alternativa que el diésel.
El Kia Ceed y su derivado XCeed mantienen una opción diésel en su gama que, además, gracias a un sistema de microhibridación de 48V se beneficia de la etiqueta ECO. No es un coche híbrido, no puede desplazarse en modo eléctrico, pero el sistema híbrido ligero sí le permite desconectar el motor de gasolina momentáneamente circulando cuesta abajo o llaneando. Y si se asocia a la transmisión manual iMT, también puede circular ‘a vela’ aun teniendo una marcha engranada.
El Kia XCeed diésel equipa un motor 1.6 CRDI de 136 CV y homologa un consumo medio de entre 4,9 y 5,1 L/100 km en función del acabado y de la transmisión (manual o automática). La unidad que nos ha cedido la marca luce la terminación GT Line y tiene cambio manual, de modo que su consumo oficial es de 5,0 L/100 km.
Sí es cierto que, en la práctica, esta motorización no es la más frugal de su segmento, pues lo normal es moverse en consumos que ronden los 6,5 L/100 km en ciclo combinado. Y eso, en comparación con su equivalente de gasolina con motor 1.0 T-GDI de 120 CV, apenas es un 15% menos.
Sin embargo, en rendimiento y agrado de conducción, bajo mi punto de vista está muy por encima de las sensaciones que te aporta el propulsor 1.0 T-GDI de gasolina. Este diésel tiene mucho mejor bajo régimen, un medio rango más poderoso y una estirada final más portentosa. Y ni suena ni vibra en exceso.
Es un coche agradable de conducir, en el que no echas en falta más potencia y en el que sabes que el consumo en ninguna circunstancia se va a disparar. Vamos, como debe ser un buen diésel. Se siente mecánicamente como un coche quizá de una época anterior, y eso a mí me resulta muy atractivo de cara a la conducción.
Quizá la justificación de adquirir la versión diésel frente a la se gasolina no esté en el consumo, sino en el complemento de ese aspecto junto con el mayor agrado de conducción que ofrece, algo que se ha ido perdiendo un poco con la expansión de los motores tricilíndricos, y eso que hay muchos que funcionan muy bien. Pero bueno, dejemos para la siguiente parte el análisis de cómo va…
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