El notable aumento de las temperaturas y un uso más intensivo de nuestro vehículo nos obliga a tomar ciertas precauciones que, a la larga, permitirán evitar algunas averías.
La imagen típica del vehículo parado al borde de la pista con el capó levantado y humeando vapor de agua del radiador se puede prevenir fácilmente, con unas sencillas operaciones de revisión previas al viaje y, durante el mismo, siguiendo unas cuantas pautas de mantenimiento y, sobre todo, manteniendo una constante vigilancia sobre el indicador de temperatura del motor.
Climatización
Para rodar de forma confortable tendremos que recurrir al aire acondicionado. Su óptimo funcionamiento pasa por un chequeo de la carga de refrigerante , sustituir si es necesario el filtro antipolen y comprobar el estado de la correa del compresor.
No debemos olvidar que conducir durante horas con una temperatura elevada aumenta de forma considerable la fatiga, disminuyendo los reflejos e incrementando el riesgo de sufrir un accidente.
Combustible
A la hora de repostar, procuraremos no llenar el depósito a tope. El aumento de la temperatura diurna y dejar el vehículo expuesto al sol puede provocar que el combustible se dilate y rebose, dejando una mancha en el pavimento. Sin olvidar el riesgo de incendio que supone esta situación.
Llevar bidones auxiliares de combustible en el interior del vehículo en esta época del año es muy peligroso por la emanación de vapores que provocan las altas temperaturas.
El riesgo de explosión es muy elevado, principalmente con la gasolina, pero no menos peligroso es el perjuicio que origina respirar los componentes volátiles de cualquier tipo de combustible.
Por último si vamos a viaja a lugares donde el combustible sea de baja calidad, conviene incluir entre nustros recambios un filtro de combustible .
Sistema eléctrico
La batería también sufre lo suyo en verano, pero no por la pérdida de carga típica de las bajas temperaturas. Un exceso de carga por parte del alternador puede provocar fugas de ácido, que rápidamente identificaremos por su efecto corrosivo sobre la pintura.
Asimismo, debemos vigilar algunos elementos como el alternador o el motor de los ventiladores, que trabajan al máximo con el calor y verificar que todos los componentes electrónicos están perfectametne ventilados.
Motor
El polvo de los caminos se acumula en el filtro de aire del motor, por lo que no está de más sustituirlo o limpiarlo con aire comprimido. Un filtro sucio aumenta el consumo y disminuye la potencia del propulsor. Si rodamos a menudo fuera del asfalto, quizás sea el momento de instalar una toma de aire elevada .
Con el motor en marcha, tendremos que prestar especial atención a la temperatura de refrigeración, ya que un calentón puede ocasionar graves consecuencias para la culata y su junta.
Sistema de refrigeración
Al menos una vez al año, preferiblemente en verano, hay que limpiar el radiador. Mediante un cepillo , aire comprimido y agua a presión eliminaremos los restos de barro, insectos o vegetación acumulados. Puede ser una buena idea instalar una malla metálica para evitar la acumulación de suciedad.
Asimismo, una inspección visual nos permitirá localizar fugas por el panel del radiador y por los manguitos de goma.
Otro punto importante es el líquido de refrigeración . Debemos comprobar su nivel y si se mantiene limpio.
De no ser así, deberemos sustituirlo y realizar un lavado interior.
Con la revisión de las correas del ventilador, o los electroventiladores, y los manguitos del agua concluiremos la puesta a punto del sistema de refrigeración, aunque durante el viaje conviene llevar una correa de repuestos, así como cinta aislante y abrazaderas metálicas.
Neumáticos
La presión de los neumáticos es otro punto vital que tendremos que controlar. La lectura que realicemos será siempre en frío. En marcha, la presión sube por la deformación de la goma al pisar el asfalto y, por tanto, la que mediremos después de unos cientos de kilómetros será superior.
Si rodamos con presiones muy altas, el vehículo perderá tracción, rebotará dificultando el trabajo de la dirección y corremos el riesgo de un reventón. Por el contrario, si viajamos con presiones bajas, el neumático se somete a deformaciones extremas que terminarán provocando la rotura del mismo.