Los encantos de Túnez

Quienes amamos el turismo, quienes amamos la libertad debemos demostrar que los actos de unos fanáticos no pueden hacernos cambiar. Es ahora el momento de mostrar nuestra solidaridad con un país que busca la paz, que rechaza la violencia y que tiene mucho que ofrecer a sus visitantes.
Túnez fue el país que inició la primavera árabe en diciembre de 2010 y que ahora estaba en pleno proceso de transición democrática y de recuperación turística con un aumento en 2014 del 6,6% respecto al año anterior hasta llegar a los 6,4 millones de turistas y unos 1.500 millones de euros de ingresos. Sin duda, Túnez es hoy un país más seguro que hace unas semanas y la muerte de 22 personas, la mayoría turistas extranjeros, hará que lo sea más. No hay que olvidar que el objetivo inicial de los terroristas era el Parlamento y solo al ser rechazados atacaron un autocar turístico y el Museo del Bardo. No viajar a Túnez es comparable a no hacerlo a París, por el salvaje atentado a Charlie Hebdo o no volver a pisar la estación de Atocha, donde murieron casi 200 personas en 2004. Como indica el Ministerio de Exteriores de España: «En estos momentos ninguna región del mundo y ningún país están a salvo de posibles actos terroristas».
Para los que quieran seguir haciendo caso a sus deseos más íntimos y no se dejen influir por las acciones de unos asesinos, aquí ofrecemos cinco imágenes idílicas de Túnez que deben animar a viajar al país.
Cinco imágenes idílicas de Túnez
El número cinco tiene un carácter especial en Túnez. Cinco son los dedos de la mano de Fátima, la hija de Mahoma, que se reproduce en cientos de colgantes, llamadores de puerta y platos de cerámica; cinco son los mandamientos del Profeta a sus seguidores, cinco los pilares del Islam y cinco las llamadas diarias a la oración… Cinco son también las imágenes que se presentan de este país. Podrían ser diez o cincuenta, porque en Túnez los contrastes son permanentes, pero cinco permiten hacerse una idea de lo que allí se puede encontrar.
PRIMERA. Sinfonía en blanco y azul
Nadie puede pasar por este lugar sin detenerse en su célebre Café des Nattes, también conocido como Café de las Esteras, con las que está decorado su suelo, aunque los tunecinos lo conocen simplemente como el Kahwa el alya -el café en lo alto-. Las columnas interiores, con suaves tonos rojos y verdes, los colores del Islam, recuerdan que el lugar formó parte de la mezquita zaouita. En el recorrido por Sidi Bou Said hay dos encuentros imprescindibles. El primero es con sus gatos, que abundan de todos los colores y tamaños, que aparecen recostados a la puerta de una casa, sobre los bancos de los cafés o jugueteando entre los jardines. El segundo es con los vendedores de ramilletes de jazmines, flor fetiche de Sidi Bou Said, que los hombres llevan con frecuencia colgados tras la oreja y las mujeres formando un collar alrededor del cuello, y cuyo penetrante aroma forma parte de la ciudad.
SEGUNDA. Las ruinas de la memoria
El mejor punto de partida es la colina de Byrsa, que domina la zona y proporciona una perspectiva general desde su cima. A sus pies se encuentra la catedral de St Louis, visible desde algunos kilómetros a la redonda. Es una construcción de proporciones descomunales, que fue erigida por los franceses en 1890 y dedicada al rey santo que murió muy cerca de aquí. El Museo Nacional es el gran edificio blanco ubicado en la parte posterior de la catedral, y sus exposiciones, renovadas, merecen un vistazo. La muestra púnica, en la planta superior, es muy recomendable. El anfiteatro romano en la parte occidental de Byrsa, a 15 minutos andando desde el museo, fue uno de los más grandes del Imperio, aunque hoy queda poco de su esplendor. La mayoría de sus piedras fueron extraídas para otros proyectos de construcción en siglos posteriores. El conjunto de enormes cisternas situado al noreste del anfiteatro constituía el principal suministro de agua de Cartago durante la era romana. Las termas de Antonino se localizan al Sur, en el frente marítimo, e impresionan básicamente por su tamaño y situación.
TERCERA. De la playa a la medina
A pesar de la afluencia turística, Hammamet ha estado en la vanguardia de la conservación y protección del medio ambiente, una norma urbanística exige que ningún edificio hotelero tenga más altura que los cipreses o palmeras de la zona y que todos los hoteles antes de recibir los permisos necesarios para su construcción, tengan previsto en sus planes un espacio jardín de acuerdo con la superficie de sus edificaciones. Aquí se encuentran también sofisticados centros de talasoterapia, spas y lugares para el turismo de salud, belleza y medicina, fórmulas en las que Túnez está ocupando un lugar predominante.
Y a un paso está Susa que en principio parece una prolongación de lo anterior, con sus playas doradas y limpias, con sus modernos hoteles, con sus amplios paseos… Pero dentro de Susa hay otro Susa, el antiguo, la vieja medina encaramada a un montículo que se asoma al mar y al que se entra por la plaza Des Martyrs, junto a la plaza Farhat Hached, donde hay una brecha causada por los bombardeos del 43. Esta puerta del mar -Baba el Bahr- permitía el acceso de los barcos al puerto interior. Y es que por entonces el mar golpeaba inclemente toda la cara este de las murallas de la medina. El color pardo de la piedra y la cal de las fachadas enjalbegadas definen los volúmenes de la medina de Susa frente a los azules del mar y el cielo, donde se ha remansado durante siglos la vida tradicional de la ciudad musulmana.
CUARTA. Espejismos reales
La capital de este espectacular paisaje es Tozeur, un lugar presidido por la arena y el agua, donde el horizonte desaparece para dejar espacio a tres desiertos entremezclados, el de arena, el erg, donde el viento esculpe incansablemente dunas móviles, el de los chott, serir, de cristales brillantes que devuelven sorprendentes espejismos y el de roca, el hamada, inmensidad pedregosa donde se pierde la mirada. Un mundo por descubrir, para dejarse conquistar o para fundirse con él, en un viaje fuera del tiempo, lleno de sensaciones, donde se mezclan cultura, tradiciones y la hospitalidad se practica como el valor más enraizado y verdadero. Su palmeral único, regado por más de doscientos manantiales que suministran casi 60 millones de litros por día, y donde se cultivan los mejores dátiles del mundo y su insólita arquitectura de ladrillos compactos de originales dibujos geométricos de origen misterioso, le dan un encanto particular.
QUINTA. Rumbo a la aventura
El tren, los oasis de montaña y otros lugares de Túnez fueron los decorados elegidos para muchas de las escenas de la película El paciente ingles de Anthony Minghella que consiguió nueve Oscar. Aunque otros muchos directores han encontrado en Túnez el escenario ideal para sus historias. Además de la Guerra de las Galaxias y El paciente inglés, por aquí se rodaron En busca del arca perdida, La vida de Brian, Piratas del Caribe, Quo Vadis, Jesús de Nazaret y hasta se logró recrear ambientes japoneses para Madame Butterfly.
En Chebika vale la pena acercarse a su pintoresco manantial con un pequeño palmeral y una cascada alimentada por pequeños arroyos serranos subterráneos. Aquí se cultivan, sorprendentemente, albaricoques, melocotones, granadas, cítricos y plátanos en un terreno totalmente árido. Incluso tabaco a la sombra de las palmeras. Las casas abandonadas y las ruinas de la antigua Tamerza conservan su aspecto misterioso y ofrecen una visión imponente al atardecer. Por la noche se organizan cenas a la luz de miles de velas realmente espectaculares. Parecidas a las que pueden disfrutarse en pleno desierto, entre las dunas sinuosas y alumbrados por miles de estrellas. Un ambiente que hace soñar y recordar los antiguos versos bereberes: «Todo lo que quiero está aquí, la tribu en movimiento, los horizontes infinitos».