España en cabrio (V): BMW Z4 con los vinos D.O. Rueda

Poder disfrutar de un BMW Z4 en su versión más atrevida tiene un punto de espiritualidad. Carretera y vino no son incompatibles porque cada uno tiene su momento. Eso es lo que convierte en maravillosos a algunos modelos. Un deportivo, que se puede usar en el día a día, debe ser polivalente. De la calle al circuito, es casi igual que ir de la taberna al restaurante.
Por eso, viajar por las bodegas y viñedos de la Denominación de Origen Rueda tiene algo muy especial que nos ayuda a desmontar tópicos.

Por ejemplo, que los cabrios no son útiles con el frío. ¡Mentira! Una capota que sube y baja con facilidad, como la del BMW Z4, y que cerrada ofrece una buena insonorización, es buen reclamo para un coche que nos permite movernos con comodidad por cualquier carretera. Los pequeños detalles de su interior y su poderoso motor son una combinación perfecta para viajar mientras percibimos el olor a tierra mojada que nos llega al trazar las curvas en la carretera comarcal que une Madrigal de las Altas Torres y Medina del Campo o comprobamos el cuidado con el que se podan las viñas.

Al final, es el gusto por lo bien hecho lo que cuenta. El trabajo de un arquitecto para diseñar una bodega de vanguardia es tan importante como la optimización del espacio en el habitáculo de un maletero. El diseño de un viñedo tiene algo de circuito de competición porque en ambos lugares se busca la excelencia.

Al igual que el sonido del Z4 es parte del orgullo de la marca alemana, los vinos de la D.O. Rueda son parte del patrimonio nacional y de Castilla y León. Y es que estamos ante un producto con historia, ya que hace más de cuarenta años se creó esta denominación de origen con el fin de reconocer y proteger la variedad Verdejo, buque insignia de la misma. La D.O. Rueda cuenta con unos medios naturales muy favorables para la producción de vinos de alta calidad y está especializada en la elaboración de vinos blancos, que cuentan con un amplio reconocimiento internacional.

Esta zona presenta tres características que conforman el denominado “Carácter Rueda”: el clima continental – con grandes diferencias de temperatura entre el día y la noche – , los suelos cascajosos de las depresiones del Duero (ricos en magnesio y calcio y con una buena aireación) y la uva Verdejo. Esta variedad autóctona se cultiva en la zona desde el siglo IX, época en la que Alfonso VI repobló la cuenca del Duero con – entre otros – los mozárabes, quienes la introdujeron en la península.
Pero, además de las ventajas intrínsecas que presenta el terruño, la calidad de los vinos de la D.O. Rueda sería imposible de alcanzar sin los profesionales que trabajan en su elaboración: viticultores, técnicos de bodega, enólogos…

En la localidad de Rueda, sin ir más lejos, encontramos visitas a toda clase de bodegas, siendo un buen referente del nuevo enoturismo. El pueblo tiene una rica historia de lo más patriótica, con Almanzor venciendo en sus tierras a los ejércitos castellanos y leoneses para ser más tarde repoblada por Alfonso IV. Hay rincones que bien merecen el viaje hasta allí y un buen paseo, como desde la iglesia de la Asunción a la Ermita del Cristo de las Batallas. Además, el visitante debe saber que las bodegas subterráneas recorren todo el subsuelo del municipio, un anticipo de los placeres que nos esperan en la mesa.

Si nos movemos por carretera hasta La Seca, a 5 kilómetros de Rueda, llegaremos a la que está considerada como la cuna del Verdejo. Se trata de un pueblo de poco más de 1.000 habitantes con un interesante patrimonio cultural barroco que bien merece una visita. A la hora de levantar su Ayuntamiento tuvo mucho que ver el mítico Ventura Rodríguez; y Gil de Hontañón en la parte de su iglesia.

Para cerrar el poliedro nos podemos acercar hasta Medina del Campo, quizás la localidad más conocida. Una villa monumental prerromana a 45 km de Valladolid que es el núcleo industrial y económico más vivo e importante de toda la región, con un buen abanico de ofertas de ocio. Su castillo parece vigilar a la autopista, donde nuestro BMW Z4, que ya se ha despedido de su ladrillo medieval, se encuentra de nuevo con el asfalto. Dejamos atrás los viñedos con un buen sabor de boca. El de los toques afrutados, la justa acidez y los matices florales de los vinos de la D.O. Rueda. Conducir un Z4 es emocionante. Catarlos, también.
