Distintos estudios llevados a cabo en Europa en las últimas décadas señalan que entre el 70 y 80 % de los conductores conducen sin revisar habitualmente la presión de los neumáticos. Y esta falta de revisión supone que la inmensa mayoría de estos conductores circula con la presión de los neumáticos por debajo de los recomendado.
Pero, ¿qué riesgos supone para tu coche y para sus ocupantes el no revisar habitualmente la presión de los neumáticos? Pues más de lo que pudieran parecer, ya que llevar los neumáticos en buen estado (y la presión correcta es una parte básica de esta cuestión) es una cuestión básica en la Seguridad Vial.
A un nivel más concreto, no revisar la presión de los neumáticos (y, por ello, circular normalmente con la presión de los neumáticos por debajo del dato recomendado por el fabricante) supone algunas consecuencias que, en el peor de los casos, pueden suponer un mayor riesgo de accidente.
¿Qué pasa si llevas baja la presión de los neumáticos?
De entrada, una presión de los neumáticos más baja que la recomendada por el fabricante (una cifras que encontrarás en una tabla normalmente situada en la zona interior de la puerta del conductor) genera que, de entrada, el neumático se desgaste más rápida e irregularmente, aumentando el riesgo de pinchazo.
Además, cuando los neumáticos están desinflados, no mantienen de forma correcta su forma al rodar sobre el asfalto. Esto supone que, al conducir, la temperatura del neumático aumenta en exceso, lo que puede llegar a provocar un reventón. Y ojo, porque debido a esta consecuencia, el exceso de la temperatura resulta especialmente peligroso a altas velocidades o durante viajes largos.
En el apartado económico, circular con una presión de los neumáticos baja reduce la longevidad de los neumáticos y, además, aumenta la resistencia a la rodadura de los mismos. ¿Y qué se traduce esto último? En que nuestro coche puede llegar a gastar, debido a esta cuestión, hasta un 10 % más de combustible, según indica la DGT.

Por otro lado, circular con una presión de los neumáticos por debajo de lo recomendado hace que la adherencia de los mismos disminuya, lo que empeorará la estabilidad del vehículo en curvas y/o sobre asfalto mojado (cuando supone un mayor riesgo de aquaplaning). Y, en última instancia, esto supone un aumento del riesgo de accidentes.
¿Y qué ocurre si llevas la presión de los neumáticos por encima de lo recomendado?
Un neumático demasiado inflado se vuelve más ‘rígido’, lo que reduce la superficie de contacto de su banda de rodadura con la carretera. Y esa disminución en el agarre supone un consecuente aumento en las distancias de frenada.
Por otro lado, unos neumáticos ‘demasiado inflados’ son más vulnerables a los impactos, especialmente en carreteras con baches. Esta mayor presión aumenta la sensibilidad a los impactos, por lo golpes importantes pueden llegar a suponer provocar daños internos o externos… llegando incluso a causar explosiones, si el golpe es lo suficientemente importante.
De igual forma, un inflado excesivo provoca un desgaste desigual y prematuro de la banda de rodadura. ¿Dónde? Pues concentrado en el centro de la banda de rodadura; lo que reducirá su vida útil.
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