¿Cómo afecta el rozamiento en el consumo de un coche?

La primera ley de la mecánica newtoniana indica que: «Todo cuerpo permanece en su estado de reposo o movimiento uniforme si sobre él no actúa ninguna fuerza». Y se trata de un principio cuya veracidad podría contrastarse si se dieran las condiciones adecuadas. Por desgracia, en la Tierra no se dan esas condiciones. Sobre el planeta, cualquier objeto en movimiento se ve afectado por fuerzas que tienden a detenerlo antes o después. Esas fuerzas son responsables de que los vehículos consuman energía y, en general, las denominamos ‘rozamiento’.

Si quieres un coche nuevo con descuento haz click aquí 

¿De qué se ‘compone’ el rozamiento?

En un coche, el rozamiento proviene de tres fuentes principales: el mecánico, el de rodadura y el aerodinámico. Ninguno puede eliminarse, pero sí que pueden tomarse medidas para mantenerlos en valores mínimos, reduciendo el consumo de energía necesario para poner el coche en movimiento y mantenerlo en ese estado.

El rozamiento mecánico hace referencia a todo el esfuerzo que se invierte en accionar los componentes de la transmisión del coche. En el caso de un coche térmico convencional, esos componentes son el propio motor de pistones, el cigüeñal, la distribución, la caja de cambios y el diferencial. A pesar de la lubricación, en todos esos elementos se dan rozamientos que consumen una porción de energía que no se emplea en mover al coche, y que se pierde en forma de calor.

El rozamiento de rodadura consiste en la energía necesaria para hacer girar los neumáticos. Con cada vuelta de un neumático, se produce una deformación y posterior recuperación de la forma de la goma. Esa deformación produce una fricción interna en las moléculas de la goma, y esa fricción consume cierta cantidad de energía que se convierte en calor… y que se pierde en lugar de contribuir al movimiento del vehículo.

El tercer tipo de rozamiento es el aerodinámico, y consiste en toda la energía que se invierte para apartar el aire al hacer avanzar el coche. El rozamiento o resistencia aerodinámica depende de tres factores fundamentales: la forma del vehículo, su superficie frontal y la velocidad a la que nos movemos.

En total, los tres rozamientos anteriores son responsables de la ‘desaparición’ de aproximadamente el 70 % de la energía que se invierte en poner el coche en marcha, acelerarlo y mantenerlo a velocidad constante. Existe un 30 % restante que, en función del tipo de vehículo, puede o no recuperarse, y es la que denominamos ‘inercia’ o ‘energía cinética’. Los coches eléctricos y los híbridos eléctricos pueden recuperar esta energía, convirtiéndola en electricidad para cargar la batería. Los coches convencionales, en cambio, la transforman en calor (y la desperdician) mediante la aplicación de la frenada ‘convencional’ (mediante fricción, con discos o tambores de freno).

1.- Contra el rozamiento mecánico

Existen dos formas de reducir el rozamiento mecánico. La primera es realizar un correcto mantenimiento del coche, especialmente en términos de sustitución de aceites. No solo del motor, sino también de la caja de cambios y el diferencial (aunque esto solo aplica a las cajas con mantenimiento, que suelen ser las automáticas). Otros aspectos a cuidar son el filtro de aire y el sistema de escape. Especialmente en los motores diésel, un filtro en pésimas condiciones puede incrementar bastante el consumo.

La segunda forma es mantener bajas las revoluciones del motor. En coches con cambio automático, híbridos eléctricos o eléctricos puros, esto es algo que ya vigila el propio coche. Sin embargo, en coches con cambio manual, la responsabilidad recae en el conductor. Ten en cuenta que el rozamiento de todos los elementos mecánicos en giro aumenta linealmente con las revoluciones. De esta manera, a 3.000 rpm estas experimentando un 50% más de perdidas que a 2.000 rpm. Y, para que te hagas una idea, funcionando cerca del régimen máximo de giro de un motor de 2.0 litros, esas pérdidas representan alrededor de 30 CV. La moraleja reside en conducir siempre en las marcha más larga posible.

2.- Contra el rozamiento de rodadura

Existen muchas formas de minimizar la resistencia a rodadura. La mejor de todas es ajustar correctamente la presión de los neumáticos. No solo se trata de un consejo muy efectivo, sino que no supone ningún coste e incrementa, al mismo tiempo, la seguridad. La presión reduce la deformación del neumático al girar, y eso se traduce en menor calentamiento y menores pérdidas.

Si revisas la etiqueta de presiones que lleva tu coche en el umbral de la puerta del conductor o la tapa del depósito de combustible, encontrarás una pegatina con las presiones óptimas… y seguramente, una columna tendrá la inscripción ECO. No obstante, ten en cuenta que unas presiones elevadas pueden tener una repercusión negativa en el confort del coche. De hecho, ese es el motivo por el que el fabricante recomienda una presión ‘normal’ y otra ‘ecológica’. Si el fabricante no hace ninguna referencia a una presión ecológica, ajusta las presiones de ‘máxima carga’, que serán superiores a las normales e igual de seguras, y también te permitirán ahorrar un poco de combustible.

La siguiente opción para reducir el consumo con los neumáticos es decantarse por una marca y modelo de neumático que ofrezca una baja resistencia a la rodadura. Todos los neumáticos cuentan con una etiqueta europea informativa, y en ella verás que se anuncia la resistencia a rodadura, la eficacia de la frenada en mojado y el nivel de ruido. Decántate por unos que tengan calificación ‘A’ en cuanto a resistencia.

Finalmente, la anchura del neumático también influye en la resistencia a rodadura. Un neumático muy ancho experimenta más rozamiento con el asfalto… pero también genera más resistencia aerodinámica. De manera que, si buscas minimizar el consumo, decántate por la opción de neumáticos más estrechos.

Y tal vez te preguntes si existe alguna relación directa entre diámetro de llanta y resistencia a rodadura del neumático… y la respuesta es que no. Sin embargo, las llantas de mayor diámetro suelen estar asociadas a neumáticos más anchos (eso es malo) y a modelos de neumático más deportivos (eso también es malo), de manera que las llantas de gran tamaño suelen ser un factor negativo.

3.- Contra el rozamiento aerodinámico

La rodadura y la aerodinámica son los dos factores de rozamiento principales en un coche, superando con mucho al rozamiento mecánico. Sin embargo, quién asume el liderato entre ellos dos depende directamente de la velocidad. Hasta unos 70 km/h, la mayor parte de la energía se invierte en vencer la resistencia a rodadura. Pero, a partir de esa velocidad, la resistencia aerodinámica comienza a tomar la delantera… con absoluta rotundidad.

Esa rotundidad se deriva del hecho de que, mientras que la resistencia a rodadura aumenta linealmente con la velocidad, la aerodinámica lo hace en función del cuadrado de la misma. O dicho en términos más simples: a 160 km/h, la resistencia a rodadura es unas cuatro veces superior a la que se experimenta a 40 km/h… pero la resistencia aerodinámica se multiplica por 16.

El primer paso para luchar contra el rozamiento aerodinámico es… circular despacio. 115 km/h es una buena velocidad. A 120 km/h, nos situamos en el límite de lo razonable. Y, a partir de ahí, las cosas empeoran dramáticamente. Tanto, que circular a 150 km/h va a suponer consumir casi un 50 % más que a 120 km/h. O dicho en litros, va a suponer pasar de gastar, por ejemplo, 6,5 litros por cada 100 km, a subir hasta los 9 o 10 litros/100 km.

Además, y al margen de ser ilegal, ten en cuenta que circular a esa velocidad sólo es útil en situaciones en las que no encuentres tráfico que te haga aminorar la marcha continuamente. Si cada poco tienes que desacelerar, tendrás que sumar, a ese consumo, la inversión de energía (es decir, de combustible) necesaria para volver a alcanzar tu velocidad de crucero… y, en la práctica, tu velocidad media no será mucho más brillante que si circulas cumpliendo las normas.

El siguiente paso es no alterar la aerodinámica del vehículo. La instalación de derivabrisas, alerones, barras portaequipajes o cofres sencillamente arruina el coeficiente aerodinámico de tu coche (o Cx); un factor que mide la facilidad con la que la forma de la carrocería aparta el aire. No se trata de no usarlos nunca, sino de moderar la velocidad cuando se usan y de desmontarlos en cuando ya no son necesarios.

Después, puedes decantarte por un vehículo que sea, además de aerodinámico (casi todos lo son bastante), bajito y compacto. Por ejemplo, un BMW i3 (un compacto eléctrico de 4 metros de largo) tiene un Cx de 0,29 (es una cifra aceptable, tirando a mala) y una superficie frontal de 2,38 m². Por su parte, un BMW iX tiene un Cx de 0,25 (una cifra excelente) y una superficie de 2,85 m² (un valor enorme). Las formas del iX son bastante más aerodinámicas que las del i3… pero su resistencia o rozamiento aerodinámico es levemente superior.

Hasta 2.000 euros al año de ahorro

Obviamente, el ahorro que puedes conseguir aplicando estos consejos depende totalmente de lo descuidado que seas en la actualidad… pero nuestros cálculos y experiencia indica que, en los mejores casos (o peores, según se mire) se pueden conseguir reducciones de hasta el 30 % en consumo. Para el caso de alguien que recorra 30.000 km al año en un coche que podría gastar sólo 6,5 litros/100 km, y que está gastando 9,75 litros/100 km, se puede traducir en un ahorro de prácticamente 2.000 euros anuales.

Si quieres recibir más consejos sobre cómo mejorar tu conducción, reducir tu consumo y ahorrar dinero en el día a día de tu coche, no dejes de apuntarte a nuestra newsletter.