Fabricar un coche que supere los 480 km/h no es simplemente cuestión de ponerle un motor salvaje y cruzar los dedos. En realidad, es casi una cuestión de ingeniería aeroespacial. Que se lo pregunten a Nathan Malinick, director de diseño de Hennessey y responsable de darle forma al Venom F5, el misil tejano con aspiraciones claras: convertirse en el coche de producción más rápido del planeta.
“El reto no es llegar a 220 mph, eso lo hace casi cualquier hiperdeportivo hoy día”, explica Malinick. “El problema es lo que pasa a partir de ahí. Superar las 250, y ya no digamos las 300 mph (más de 480 km/h), es entrar en otra dimensión”.

No lo dice en vano. Para que nos hagamos una idea: a 300 mph, el coche recorre una milla cada 12 segundos. A esa velocidad, hasta el más mínimo error en el diseño aerodinámico puede terminar en tragedia. Por eso, en lugar de complicarlo con elementos activos que pueden fallar, el equipo apostó por la simplicidad. Nada de alerones móviles ni apéndices dignos de un Fórmula 1. “¿Ves alerones en un F-35? Pues eso”, resume con ironía.
Todo el coche está pensado como un avión sin alas. Tanto, que el propio Malinick, con experiencia en la industria aeroespacial, asegura que el interior del F5 se inspira directamente en la cabina de un caza: diseño limpio, funcional y sin distracciones. “Simplicidad, porque cuanto más sencillo, menos puede salir mal”.

Eso no quiere decir que el coche no sea bonito. Al contrario. “La gente compra con los ojos”, dice. “Nuestros clientes ya tienen un Bugatti, un Koenigsegg, un Ferrari. El nuestro tiene que emocionar, no solo impresionar”.
Y cuando diseño y aerodinámica chocan, el equipo no se enzarza: se sienta y lo resuelve. A veces con CFD (dinámica de fluidos por ordenador), otras con prototipos rápidos en túneles de viento. Incluso el diseño de la parte inferior del coche, que nadie verá salvo que lo subas a un elevador, tiene el mismo mimo que la carrocería.

Curiosamente, todo este proceso arranca con algo tan analógico como un lápiz. “Hago muchísimos bocetos a mano, miles quizá. Es mi parte favorita del trabajo”, confiesa Malinick.
¿Y qué viene después del F5? Algo muy distinto. Un coche más centrado en la conexión con el conductor que en la potencia bruta. ¿Manual? “Puede ser. Lo que está claro es que será muy analógico y, probablemente, atmosférico. Queremos que suba de vueltas hasta el cielo”.
¿Conclusión? Mientras medio mundo electrifica sus coches y el otro medio sueña con pantallas táctiles, en Texas están ocupados construyendo misiles sobre ruedas… a lápiz.
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