El Volkswagen Touareg es un modelo crucial en la estrategia de su fabricante. No pretende vender grandes volúmenes (algo por otra parte difícil para un fabricante generalista con un vehículo cuyo precio arranca en los 65.000 euros), pero, desaparecido el Phaeton, el Touareg se convierte en el buque insignia de la marca Volkswagen, abanderada del grupo automovilístico que más unidades vende en el mundo; así de sencillo.
Con esta premisa, Volkswagen ha desarrollado un auténtico escaparate tecnológico en el que, todo sea dicho, no encontramos ninguna tecnología realmente nueva, pero tampoco echamos absolutamente nada en falta. La panoplia de asistentes a la conducción es enorme, y cuenta con algunas funciones realmente prácticas, como el asistente de maniobras con remolque, o un patrón de iluminación de los faros matriciales LED específico para el modo de conducción todoterreno, que nos ofrece un campo lumínico de 180º.
En marcha, el confort manda, independientemente del modo de conducción elegido. Si seleccionamos el modo Sport, la suspensión neumática desciende 15 milímetros, pero la pérdida de confort es imperceptible. De hecho, para eso están las barras estabilizadoras activas, que permiten disponer de unas leyes de compresión de los amortiguadores neumáticos orientadas al confort, encomendando a las barras el grueso del trabajo de controlar las inclinaciones laterales de la carrocería. Y es que, a pesar de disponer de un buen puñado de caballos bajo el pie derecho (286 en el caso del turbodiésel de tres litros que hemos podido probar), el Touareg no incita a practicar una conducción muy dinámica.
Más información sobre el Volkswagen Touareg
De alguna manera, al volante del Volkswagen Touareg puedes tener la sensación de que la inteligencia electrónica que gobierna todos los sistemas actúa como esa pareja sentada a tu lado que no lo pasa bien cuando tú intentas divertirte al volante. En el modo Eco, el pedal del acelerador (reactivo) te da constantes toquecitos en la planta del pie para sugerirte que reduzcas la presión si, por ejemplo, el terreno es descendente y se puede aprovechar la inercia para avanzar. Y en todos los modos de conducción se han elegido curvas de respuesta del acelerador bastante conservadoras, que obligan a pisar buena parte del recorrido del pedal para obtener una respuesta realmente dinámica. Es algo que puede solucionarse parcialmente configurando el modo Individual, si bien para nuestra sorpresa no es posible elegir ajustes separados para el acelerador y el cambio de marchas; y es una lástima, ya que la única manera de aprovechar el modo de «navegación a vela» (en punto muerto) es eligiendo el ajuste Eco para el tren motriz (Drive, en la interfaz de Volkswagen), lo que obliga a asociarlo al pedal del acelerador también en modo Eco.
Cómodo y agradable al volante
En realidad, pese a que no es un coche que enamore por su impecable pero aséptica dinámica, la experiencia al volante es muy positiva, como cabría esperar de un modelo de gama alta. Volkswagen ha hecho un gran esfuerzo por contener la masa del vehículo y por hacerlo relativamente ágil. Para ello, ha incorporado masivamente el aluminio y los aceros de alta resistencia en la estructura monocasco del Touareg, y ha recurrido por primera vez a un sistema de dirección activa en las ruedas traseras, que pone su granito de arena para contribuir a que al Touareg no se le atraganten las tortuosas carreteras de los Alpes por las que circulamos.
Pero la mejor manera de disfrutar del Touareg no es la lucha contra el crono. Para ello, el Grupo Volkswagen ya ofrece, sobre la misma plataforma, productos como el Porsche Cayenne. Es más, la configuración de la gama en torno a tres versiones diésel y solo una de gasolina es en sí misma toda una declaración de intenciones. Tampoco es un vehículo para familias numerosas, como sí puede serlo un Audi Q7; Volkswagen ha previsto un enorme maletero de 810 litros, pero no ha instalado una tercera fila de asientos.
En realidad, esta tercera generación es un fabuloso vehículo de representación, algo que se manifiesta por todos sus poros, desde que accedemos al interior y las puertas terminan de cerrarse solas hasta que comenzamos a manejar la enorme pantalla multifunción de 15″, que forma un impactante conjunto visual con el cuadro de instrumentos también digital.
Prácticamente todo en el interior rezuma calidad, incluyendo los asientos delanteros con masaje, reglaje neumático de los pétalos lumbares y de los de la base de la banqueta, el equipo de sonido Dynaudio de 730 vatios con procesador de sonido Dolby 7.1 y 14 altavoces, el completo head up display, un techo panorámico de 1,27 x 0,82 metros o la panoplia de luces ambientales configurables en 30 diferentes colores, por poner solo algunos ejemplos.
Fuera del asfalto
Pero aunque el Volkswagen Touareg es un formidable vehículo familiar y de representación, no hay que olvidar que también se trata de un todoterreno, con poderosos recursos como una suspensión neumática que permite alejar considerablemente la carrocería del suelo, un sistema de tracción total permanente con un diferencial central autoblocante Torsen, un cambio automático epicicloidal de ocho relaciones acoplado mediante convertidor de par y una interfaz de modos de conducción con programas específicos para la circulación fuera del asfalto, en nieve y en firme sin compactar.
En esta tercera generación ya no disponemos del bloqueo manual de los diferenciales central y trasero ni de la reductora que sí podíamos encontrar en anteriores variantes del modelo, pero es muy probable que no los lleguemos a echar de menos, si bien en esta primera toma de contacto no hemos tenido la oportunidad de poner a prueba sus capacidades fuera del asfalto, algo que esperamos solucionar muy pronto.