Según el estudio de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, publicado en la revista científica «Journal of Industrial Ecology» y del que se hace eco el diario británico «The Guardian», los vehículos eléctricos contribuyen más al cambio climático que los que usan combustibles fósiles pues, sólo con el proceso de producción que exigen, duplican los niveles de contaminación que alcanzan los motores tradicionales. Si la electricidad necesaria para propulsar a los eléctricos se genera recurriendo a combustibles fósiles, con estas nuevas tecnologías puede llegar a ser peor el remedio que la enfermedad: «Es contraproducente promover vehículos eléctricos en regiones donde la electricidad se produce a partir del petróleo, el carbón y la combustión de lignito». El informe añade que esta pega es menor en Europa, donde la producción de electricidad no se mantiene tan dependiente del petróleo y el carbón. En este apartado, los eléctricos ahorran en el Viejo Continente entre un 10 y un 24 % de emisiones causantes del efecto invernadero.
Donde Europa tampoco se salva es en los inconvenientes de su ciclo de producción: Durante su fabricación, la producción de baterías y otros componentes eléctricos obliga a usar minerales tóxicos como el cobre, el níquel y el aluminio. Las consecuencias abarcan desde la lluvia ácida hasta la sobreexplotación de estos recursos naturales. El estudio habla de un «potencial de calentamiento global» que equivale a dos veces el de la fabricación de un coche convencional.
La comparación del proceso de producción de un coche eléctrico y uno de combustión demuestra que éstos últimos contaminan más durante su uso, pero apenas lanzan emisiones en pleno proceso de producción.