Fat Bikes: lo último en mountain bikes

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Nacieron para rodar por nieve o arenales y los primeros modelos eran casi de artesanía. Las fat bikes tienen muchas virtudes, aparte de su natural capacidad de flotación.

Robustez, seguridad, fiabilidad, funcionalidad son cuatro de los puntos fundamentales para entender por qué muchos bikers han decidido pasarse a las ruedas más gruesas. Por supuesto, el aspecto estético, la moda, tiene mucho que ver, pero también es cierto que con una fat bike te lo puedes pasar bomba, y mejor cuanto más difíciles sean las condiciones del terreno, ya sean dunas, pistas nevadas, grava, rocas o caminos rotos. Las fat bikes no necesitan de sofisticadas articulaciones de suspensión. De hecho, sólo unos pocos modelos cuentan con amortiguación delantera. Tal es la efectividad y confort de las ruedas gordas. Desde luego, hay que tener en cuenta un peso sensiblemente superior al de las tradicionales mountain bikes aunque, a no ser que queramos batir algún récord, no es algo realmente preocupante. Y tampoco lo es la mayor superficie de contacto con el suelo. Curiosamente, no supone un freno. En realidad, a lo único que hay que acostumbrarse es a la anchura de la horquilla trasera.

El único pero es que estas bicis todavía están lejos de alcanzar un estándar en su construcción, evidentemente condicionada por las dimensiones de ruedas. Así, mientras algunos fabricantes optan por neumáticos de 3,8 pulgadas de huella, otros prefieren los de 4,5 y los más clásicos continúan apostando por la medida más grande de 5″, siempre sobre llanta 26.