Colombia: En busca de El Dorado (II)

Seguimos nuestro periplo por tierras colombianas descubriendo aventuras, tesoros y persiguiendo la leyyenda de El Dorado que todavía perdura en la tradición local.


La «Atenas» de América

Siempre que se habla de Colombia es automáticamente convertida en sinónimo de violencia y muerte y… razones no faltan. Pero cuando la despojamos de la desfavorable prensa que tan mala fama le da, su herencia histórica y cultural nos permite descubrir otras facetas que conforman su perfil. Cuando el padre de la geografía moderna, el explorador Alexander von Humboldt (siglo XVIII-XIX), bautizó a Bogotá con el nombre de la «Atenas de América», no se refirió a su semblanza física, sino a la impresión positiva que le causó el elevado nivel cultural que poseía la ciudad. Científicos, artistas y políticos se dieron cita en una capital que vio levantar el primer observatorio astronómico de «Las Américas». La Candelaria, su centro histórico, se ha convertido en uno de los cascos históricos coloniales más bellos y mejor conservados de América. Pasear entre sus casas coloniales con ventanas enrejadas y techos de tejas rojas, sus elegantes portones tallados y sus calles adoquinadas a través de las cuales alcanzamos universidades, teatros y bibliotecas, son valores añadidos a una ciudad que goza de una merecida reputación mundial en el ámbito académico hispanoparlante.

Todoterreno sobre dos ruedas

Nunca existen obstáculos si el entusiasmo y el coraje por superarlos acompañan toda empresa que nos propongamos. En Colombia, pese a las terribles dificultades por las que siguen pasando, el ciclismo es una disciplina que ha causado y causa furor. Todo empezó en los años 50, cuando se materializó una idea que comenzó a gestarse en los 40. La Vuelta Ciclista a Colombia tuvo su pistoletazo de salida en 1951, pero sería en la década de los 60 cuando llegó su Época Dorada y el ciclismo se consolidó como el deporte más popular en el país. Los intrépidos «escarabajos», como se llama a los ciclistas colombianos por su destreza para superar las etapas de montaña, fueron redescubiertos para los aficionados europeos en la década de los 80. La década de los 90, en la que Induráin y Armstrong se llevaron todas las glorias, dejó a los «escarabajos» de capa caída, pero ha sido con la entrada del siglo XXI cuando Santiago Botero se ha convertido en el máximo exponente del ciclismo colombiano en el mundo, y a su estela ya ha aparecido otra figura prometedora, Juan Mauricio Soler. Con estos antecedentes, no es de extrañar que Bogotá sea la ciudad latinoamericana que cuenta con la red mas completa de ciclo-rutas. De sur a norte como desde los cerros hasta el Río Bogotá, la capital está surcada de caminos exclusivos para bicicletas.

La catedral de las sombras

A sólo 50 kilómetros de la capital colombina, en la ciudad de Zipaquirá, se han dado cita en las entrañas de la tierra la naturaleza, el arte y la religión de una forma muy singular. Sus minas de sal, que en la época precolombina los indios muiscas ya explotaban, son el escenario de la construcción subterránea de la denominada «catedral de sal», inaugurada en el año 1954. Se inició con una pequeña capilla troglodita ante la devoción que los mineros mostraban antes de iniciar su arriesgado trabajo. La catedral, situada en el segundo nivel de los cuatro que comprendía, contaba con 120 metros de longitud y 20 de altura, y podía albergar hasta 8.000 personas. Pero en 1990 tuvo que ser clausurada por el riesgo que suponía debido a su deterioro. Fue en 1995 cuando la nueva catedral se abrió de nuevo al público a 60 metros por debajo de la antigua. Un diseño que comprende el Vía Crucis, un dédalo de galerías con numerosos altares tallados, la cúpula con sus rampas y capillas desde donde se observa una inmensa cruz y las naves de la catedral. Todo ello con efectos de luz que no deja indiferente a nadie. Esta inmensa obra, con capacidad para 10.000 personas, ha sido denominada joya arquitectónica de la modernidad y en 2007, en un concurso creado para elegir las siete maravillas de Colombia, salió distinguida con el primer puesto.  

La leyenda de «El Dorado»

Se especula con la idea de que Miguel de Cervantes se inspiró en el conquistador y explorador Gonzalo Jiménez de Quesada (fundador de Bogotá) para crear su inolvidable y desquiciado hidalgo Don Quijote. Quesada se dejó seducir por las atractivas leyendas que los indios muiscas contaban sobre El Dorado y emprendió su búsqueda con un final tan desastroso como las expediciones que le sucedieron. En la laguna de Guatavita, a sólo 80 kilómetros de Bogotá, se encuentra el escenario donde se recrea la leyenda de El Dorado. Se cuenta que el cacique de Guatavita, de la tribu chibcha, montó en cólera cuando descubrió el engaño de su joven esposa con uno de sus guerreros. El desprecio de su marido, unido a la muerte brutal de su amante, la forzaron a arrojarse a la laguna con su pequeña hija. El cacique, arrepentido por la muerte de su esposa, inició desde ese momento un rito que acabó perpetuándose. Periódicamente, sobre una barcaza el cacique se arrojaba en medio de la laguna cubierto de polvo de oro al tiempo que los sacerdotes o caciques más destacados arrojaban joyas de oro y esmeraldas para que su esposa rogara a los dioses por la prosperidad de su pueblo. Este rito acabó convirtiéndose en un mito que despertó la ambición de los conquistadores españoles y así emprendieron una serie de expediciones con finales realmente catastróficos e infructuosos.

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