La gama Drive-E se compondrá inicialmente de dos motores gasolina de cuatro cilindros -uno de ellos de inyección directa-, y un diésel `common rail´. La innovación en el caso del diésel está en que la demanda de inyección no se mide en el raíl común, sino que cuenta con una serie de sensores en cada inyector conectados a un microprocesador en la parte superior de la pieza. Volvo denomina `i-Art´ a esta tecnología para los diésel.
Con ellos, Volvo quiere ofrecer motores tetracilíndricos capaces de ofrecer potencias propias de unidades de seis cilindros. De esta forma, se logran las mismas prestaciones con un consumo entre un 10 y un 30 % inferior. Para ello, cuentan con turbocompresor y, los más potentes, con doble compresión: los gasolina tienen un pequeño compresor que aporta más empuje a bajas revoluciones; cuando éstas aumentan, pasa a funcionar el turbocompresor grande.
Las primeras en llegar serán las tres mecánicas 2.0 de gasolina, con potencias entre los 140 y los 306 CV. Más adelante, Volvo comenzará a montar nuevos diésel de entre 120 y 230 CV. Todas ellas cuentan con turbocompresor. ¿Cómo se repartirán entre los modelos de Volvo? Los S60, V60 y XC60 recibirán el diésel D4 de 181 CV y los gasolina T5 de 245 CV y T6 de 306 CV. El D4 y el T5 también se ofrecerán en los S70, S80 y XC70. Todos ellos estarán asociados a una transmisión automática de ocho velocidades.
Las versiones con motores Drive-E comenzarán a venderse en Europa en otoño. Todos los propulsores Drive-E se fabricarán en la planta de Volvo en Skövde (Suecia).