El interés de la ciencia por la congestión en nuestras vías no es para nada nuevo. Todos los que los han estudiado clasifican los atascos en tres categorías: Aquellos en los que los usuarios no se ven afectados porque a pesar de la densidad, pueden mantener su velocidad; el llamado «tráfico lento», en el que la velocidad se ve reducida pero los coches nunca llegan a pararse, y el embotellamiento más molesto, el que incluso nos obliga a sacar la marcha o apagar el contacto. Pues bien, para empezar, los científicos opinan una cosa de sentido común: La clave para minimizar sus efectos es conseguir que los coches salgan del atasco más rápido de lo que llegan a él nuevos vehículos.
Los responsables de la investigación, Now Hyun Keun Lee y Beon Jun Kim, han dividido a los conductores en «optimistas» y «defensivos». Los optimistas dejan menos distancia de seguridad de la que deberían con el coche de delante, mientras que los defensivos pecan de excesivamente prudentes y dejan mucho espacio.
Lo que proponen es que todos los vehículos del atasco se comuniquen su posición y velocidad, de forma que los que entran sepan el embotellamiento que les espera y sus características. El algoritmo presentado provoca que los coches que están entrando practiquen una conducción defensiva, al mismo tiempo que los que salen del atasco se comportan como conductores optimistas. En otras palabras, los que se incorporan, al ir más lentos y dejar más espacio, están permitiendo la evacuación de los primeros de la fila, que se marchan tan rápido como pueden. Y así es como se consigue que salgan más coches de los que entran al atasco.
¿Lo veremos implementado? Es un sistema sencillo. Tan solo hay que esperar a que las marcas introduzcan en sus modelos el algoritmo asociado al control de velocidad, como introducen tantos otros sistemas. Por otra parte, el algoritmo tendrá que perfeccionarse hasta que sea eficaz en vías con muchas salidas, incorporaciones, cruces, semáforos, etc. La llamada «comunicación coche a coche» (C2C) es el futuro.