En varios artículos de vuestra revista, he leído que no es bueno llevar el régimen de un motor turbodiésel por debajo de las 1.800 ó 2.000 vueltas, por los problemas que podría ocasionar en el turbo, en la válvula EGR, en el catalizador, etc. En casa tenemos desde abril un Seat León 1.6 TDI DSG el cual, en conducción ‘normal’, circula entre 1.200 y 1.800 vueltas y eso me tiene un poco intranquilo por la posible creación de carbonilla en el turbo… ¿Existe alguna solución para evitar futuras averías en dichas piezas?, ¿es recomendable cambiar de marcha a más revoluciones, aunque el consumo aumente un poco?
Respuesta de Miguel Tineo, redactor jefe de pruebas: Efectivamente, circular con el motor excesivamente bajo de revoluciones puede provocar averías a largo plazo, principalmente, en dos elementos: la válvula de recirculación de gases EGR y en el filtro de partículas y catalizador. Eso sí, hay que puntualizar dos cosas: en el caso de la EGR, el problema no termina produciéndose por circular a bajas rpm, sino por acelerar con fuerza sin reducir de marcha desde muy bajas revoluciones. En el FAP y el catalizador, el problema se puede dar si, además de circular con el motor muy bajo de revoluciones y de acelerar desde muy bajas rpm en vez de reducir, se realizan trayectos muy cortos -menos de unos 5 km- y urbanos, en los que estos elementos alcanzan poca temperatura. En los vehículos con cambio automático, su programación está pensada para consumir lo menos posible, y por eso tienden a utilizar la marcha más larga posible en cada momento. Sin embargo, también es cierto que, al acelerar, el cambio tiende a reducir al menos una marcha, por lo que los problemas que citábamos anteriormente no deberían darse con tanta facilidad como en una caja manual.
En cualquier caso, una posibilidad para prevenir posibles averías es circular, de vez en cuando -por ej., cada dos semanas o 500 km-, por carretera durante unos 20 min. con la palanca del cambio en la posición S en de vez en la D (o en manual, manteniendo el motor por encima de 3.000 rpm), algo que obligará al motor a circular a un mayor número de rpm y eliminará los posibles depósitos de carbonilla que se hayan generado.