
Scaglietti nació en Módena y comenzó a trabajar como carrocero a los trece años. Tal era su pasión por el oficio que, para que le dejaran echar una mano a tan temprana edad, para lo cual su hermano perjuró que Sergio tenía más años. Ese mismo hermano sería su socio cuando, con 17 años, Scaglietti pasa a fundar su propio taller, situado muy oportunamente en la carretera de Módena a Maranello, junto a la fábrica de una tal «Scuderia Ferrari». Da la sensación de que su destino siempre estuvo marcado.
De modo que Enzo Ferrari lo tuvo a mano para fijarse en él y empezar a involucrarlo en la construcción de coches de carreras. En cuanto pasó la Segunda Guerra Mundial, la construcción de carrocerías ligeras y, por supuesto, bonitas, se convertiría en la seña de identidad de Scaglietti y su relación con Maranello: En competición destaca el 500 Mondial y los 500 TR y TRC. Nos deja, además, un elenco de modelos de calle que han pasado a la historia del automóvil: Los 250 California, 250 Testa Rossa, 250 GTO y Dino.
Tal era la confianza del Commendatore en Scaglietti, que le llevaba sus propios coches particulares para que efectuara las reparaciones de chapa que hicieran falta. Cuando le preguntaban cómo conseguía formas tan bellas en todos los coches en los que colaboraba, Scaglietti respondía que se fiaba de su buen ojo, «buen gusto, comprensión de la aerodinámica, estilo y funcionalidad». Se estaba enriqueciendo con su talento, y el tandem formado con Pininfarina ha sido uno de los más geniales de la industria de la automoción: Éste diseñaba y Scaglietti lo plasmaba como un escultor. Tras la entrada del Grupo Fiat en Ferrari, Scaglietti permaneció en la marca hasta mediados de los ochenta.
Pero a Ferrari jamás se le ha pasado por la cabeza esperar a la triste noticia de su muerte para realizar homenajes a su figura. En 2004, la firma del cavallino puso a la venta un purasangre deportivo denominado 612 Scaglietti, y el programa de personalización de la marca también lleva su apellido.