Resulta curioso que, hasta hoy, nadie hubiera empleado el nombre Atlas en un todoterreno, un sustantivo que evoca fuerza y resistencia, sin olvidar la abrupta naturaleza que también nos sugiere la homónima cordillera marroquí.
Presentado con un espectacular despliegue en el pasado Salón de Detroit, este coloso introduce las líneas maestras del diseño de los futuros pick up grandes (o full size, como dicen al otro lado del Atlántico) de la marca del óvalo, al tiempo que adopta algunas de las nuevas tecnologías que ya se aplican en varios vehículos y que próximamente se generalizarán.
Motor bi-turbo de gasolina
De entrada, bajo el enorme capó del Atlas encontramos un motor de gasolina con dos turbocompresores y sistema de parada y arranque automáticos que promete reducir las emisiones y los consumos en torno a un 20% con respecto a los V8 de 6,2 y 6,7 litros que montan los actuales Ford F-250 y F-350. En la actualidad, el todocamino Flex y el F-150 ya disponen de una planta motriz de estas características: un V6 biturbo de inyección directa y 3,5 litros que rinde 365 CV y entre 475 y 569 Nm, según versiones.
Otra carcaterística del Atlas que ya se aplica en los nuevos turismos de Ford –por ejemplo, el Focus– es el uso de componentes aerodinámicos activos en la parrilla delantera, que ciegan el paso del aire al radiador cuando no es necesario. El Atlas, además, cuenta con faldones delanteros que se despliegan a alta velocidad, estribos laterales retráctiles e incluso una especie de tapacubos abatibles en el interior de las llantas que cierran sus oquedades.
A priori, puede parecer absurdo enzarzarse en una guerra aerodinámica que la silueta del Atlas parece tener perdida de antemano, pero, en realidad, en los próximos años seremos cada día más conscientes de que cada gramo de combustible ahorrado es importante tanto para el medio ambiente como para nuestros bolsillos.
Otro avance del Atlas es el uso de LEDs tanto en el habitáculo como en la caja de carga, los espejos retrovisores y los grupos ópticos, una medida que permite disponer de luces de trabajo y «de travesía» con un mínimo gasto de batería. Esta, por supuesto, se recarga de forma inteligente –el alternador se desconecta cuando se encuentra suficientemente cargada y actúa, siempre que es posible, solo durante las fases de deceleración y frenado–, algo que Ford introdujo en 1998, en la primera generación del Focus.
Una rueda con spoiler.
A un primer golpe de vista, puede parecer que esta llanta es idéntica a la de la fotografía superior, pero si te fijas más detenidamente, descubrirás que en esta imagen las oquedades entre los radios están cerradas. Esto es posible gracias al uso de una especie de tapacubos interior abatible que cierra los huecos y mejora, así, la penetración aerodinámica. Obviamente, esto supone incrementar las masas no suspendidas, el consumo eléctrico, el coste de adquisición y, eventualmente, el de reparación, lo que puede hacer que el collar salga más caro que el perro.
Gadgets futuristas
Más interesantes nos parecen algunas de las medidas tendentes a facilitar la vida del usuario de este tipo de vehículos. La primera de ellas es la integración de rampas retráctiles bajo la caja de carga que facilitan el transporte de quads o motocicletas. También resulta interesante el asistente para enganchar el remolque –que muestra en el LCD del salpicadero la imagen del gancho y la trayectoria en función del radio de giro del volante–, sin olvidar otro asistente para maniobrar marcha atrás con el remolque. Y, por supuesto, no podía faltar todo el abanico de cámaras que permite obtener una vista de 360º alrededor del vehículo.
Ford no ha facilitado información sobre la transmisión, más allá de decirnos que el motor va emparejado a un moderno cambio automático, pero nos agrada que el prototipo haya sido calzado con unos neumáticos BFGoodrich All Terrain T/A KO LT 325/50-22 122S; toda una declaración de intenciones.