Vinos, montañas y aventuras en tierras de Huesca a bordo de la Citroën Berlingo by Tinkervan

Estamos en Huesca, una capital que presume de jugar al fútbol con la cruz de San Jorge en el pecho y de poseer el mayor número de estrellas Michelin por habitante en Europa. Aquí no se vive bien, porque se vive mejor. La nueva Berlingo by Tinkervan se produce a las afueras de esta ciudad, y es el punto de inicio perfecto para toda clase de aventuras.
En el Somontano, en los cañones del Guara, en las inmediaciones del río Vero. Cualquier época del año es buena para llegar hasta estas tierras. El otoño es posiblemente la estación que guarda imágenes bucólicas de pequeñas localidades de pocos habitantes.
A la hora de conducir, la prudencia es una obligación. Las carreteras son estrechas y es recomendable ir preparados con cadenas, ya que el invierno del prepirineo puede sorprender con nevadas intensas. También debemos conducir con mucho cuidado a pesar de ser carreteras no muy transitadas siempre cabe la posibilidad de que se cruce algún animal. Por suerte, el equipamiento de esta Berlingo camperizada conlleva muchas sorpresas que facilitan la conducción.

Las pequeñas carreteras y la falta de tráfico hacen de esta zona un lugar perfecto para disfrutar de nuestro coche. Aquí hay elementos para todos los gustos. Los que gustan de los pueblos bonitos tienen una parada obligada en Alquézar, con su Colegiata, maravillosamente conservada. Sus calles, para algunos visitantes, parecen un bazar los fines de semana. Los más afortunados prefieren los días laborales, cuando en los bares son más amables, a la hora de comer no hay que esperar turno y las calles del pueblo quedan para disfrute del silencio. Además, Alquézar es un pueblo que cree en este tipo de turismo y aporta buenas instalaciones para nuestra furgo camper.
En la zona, cada uno tiene su preferencia. La ermita de Treviño, en Adahuesca, quiere competir con la de nuestra Señora del Castillo en Rodellar. Ahora, la arquitectura popular parece que quiere ser el gran reclamo de los que caen por esta zona. Los pueblos son casi anónimos para nosotros. Buera se cuelga en la orilla en las primeras subidas de la Sierra Salina. Colungo sirve como base de operaciones para numerosas caminatas y para los aficionados a las bicicletas de montaña. Lecina, otro pueblo casi olvidado, cuida su encina milenaria porque cada año aumentan los miles de visitantes de este árbol altivo, orgulloso y protector. Uno de los extremos de su plaza es un gran mirador sobre el valle.
Desde hace décadas la zona es la meca de una actividad que los modernos llaman «canyoning», aunque siempre ha sido el «descenso de cañones». Lo que empezaron practicando los franceses hace treinta años es ahora una de las principales fuentes de ingresos de la zona. Las actividades al aire libre compiten con los vinos, los quesos y el arte del «buen vivir» en el lado sur de los Pirineos.
La afluencia de visitantes, franceses, holandeses, belgas y alemanes sobre todo, han acostumbrado a los pocos habitantes a las visitas. Por lo general, en estos pueblos los habitantes no superan las pocas decenas. La apertura de un bar o un restaurante es todo un evento en la zona.

Una carretera olvidada entre Graus y Palo, una pista forestal que lleva hasta Ainsa, y entre Boltaña y Sabiñanigo, una carretera maravillosa que enlaza pueblos olvidados, son algunos de los momentos más destacados de nuestra ruta por la zona. Siempre podemos ver algún caballo que come el poco pasto que hay en las cercanías de la carretera, y es que aquí el invierno sigue siendo como los de antes.
Ruta por la Sierra de Gredos con el Citroën Berlingo by Tinkervan
Los pueblos quieren aprovecharse de un entorno natural que ahora es su gran patrimonio. En general, llama la atención lo bien que están señalizados los numerosos caminos que rodean los pueblos y siempre puede aparecer ese pastor que corta con su navaja un trozo de embutido sobre el pan que lleva en la mochila. ¡Los tiempos del morral han cambiado!
Si nos cansamos de naturaleza, historia, arquitectura, naturaleza y gastronomía son piezas indivisibles de esta zona, y es necesario empaparse un poquito de ellas para que el turista se lleve una visión muy objetiva de los encantos de la comarca del Somontano. Históricamente, Somontano es sinónimo de cruce de caminos, por aquí han pasado romanos, árabes y muchos otros. Un dato que no debe pasar desapercibido es que en Barbastro, en el año 1.137, se produjo el matrimonio entre Ramón Belenguer IV, Conde de Barcelona, y Dª Petronila, hija del Rey Ramiro II, naciendo así la Corona de Aragón.

Para los amantes de la arquitectura, Somontano guarda magníficos monumentos, iglesias románicas cómo la de Peralta de Alcofea o Berbegal, conjuntos de pintura gótica como Bierge, o conjuntos históricos cómo la ciudad de Barbastro o la villa de Alquezar. En Barbastro encontramos el Museo Diocesano.
Muestra cómo era la vida en el Somontano a través de objetos que se usaban cotidianamente. Aunque no figura en muchos mapas, Santa María de Buil es una de las mejores opciones para olvidarnos del mundo. Un pueblo olvidado con una carretera sin asfaltar. Incluso podemos disfrutar de alguno de los alojamientos en la zona como La Posada de la Lola. En Buera, pequeña aldea del Somontano, y bajo las sombras de la sierra aragonesa de Guara, se enclava esta posada. Miguel Ángel Fernández, su dueño, ha intentado plasmar su personalidad en ella. Y lo ha conseguido, porque la casa irradia alegría y abre sus puertas a todo aquel que quiera pasarse por allí.
Dispone de 6 coquetas habitaciones perfectamente pensadas para el descanso del viajero. El precio habitación doble desde 80 €. Miguel Ángel es uno de los grandes promotores de la zona, un visionario enamorado del Vero y sus vinos que conoce y recomienda desde su negocio toda clase de actividades.

Numerosos pueblos como Alquézar, Colungo, Bárcabo y Bierge son los pueblos casi de visita obligada. Sin embargo, el gran patrimonio está en el entorno. Los aficionados al avistamiento de aves tienen una gran colonia de cernícalos, buitres y águilas. Las formas esculturales de los cañones son un reclamo natural digno de la visita.
La zona es reconocida, principalmente, por sus buenos vinos y su excelente aceite, por lo que no debes dejar de comprar alguno de estos productos. Un buen lugar es Viñas del Vero. Si os acercáis hasta la localidad de Radiquero es imprescindible comprar queso, elaborados a partir de auténtica leche de cabra.