Con una producción que alcanzó los 20 años (de 1955 a 1975), Citroën decidió que el tiempo del DS había llegado a su fin. Para ello, decidió apostar por el desarrollo de un nuevo modelo, el CX, que fuera más moderno a todos los sentidos. El objetivo no era otro que aglutinar toda la experiencia adquirida con el SM y el GS en una misma plataforma.

Más de un millón de unidades vendidas entre 1974 y 1991 son el principal aval del éxito del Citroën CX, especialmente tras el lanzamiento de los modelos con motor diésel en variantes berlina y Break. Sin embargo, el tiempo pasa para todos y Citroën ya estaba pensando en el relevo generacional del CX.
Hacia la década de 1980, la firma gala dio luz verde a un nuevo proyecto que mejorara aún más las cualidades del CX y que se erigiera como el nuevo buque insignia de Citroën. Modelo que debía hacer gala de un diseño original, respetando en cierto modo lo logrado con el CX, pero también incluyendo innovaciones nunca antes vistas en la propia marca.
Y entonces llegó el Citroën XM

El sucesor del CX se bautizó como XM (la X era la letra utilizada de forma habitual en los Citroën de la época y la M correspondía a Maserati, al estar inspirado en el icónico Citroën SM de los años 70 concebido, cuando Citroën era propietaria de la firma italiana) y uno de sus principales reclamos fue la incorporación por primera vez de un sistema de suspensiones hidroactivas. Esta era capaz de gestionar la altura libre del XM, pudiéndola adaptar a las condiciones de la carretera en sólo cinco centésimas de segundo.
Presentado en 1989, también asombró por volver a recurrir a un motor a un motor gasolina de seis cilindros (al igual que el SM), aunque en disposición en V, junto a una dirección DIRAVI, con capacidad de autocentrado automática, lo que aumentaba drásticamente el confort de marcha. También se lanzaron versiones más económicas, como la que utilizaba el motor de cuatro cilindros y dos litros de gasolina o diésel. Esta última motorización, pese a ser menos potente que el turbodiésel del CX, dio al XM una excelente velocidad con un consumo más bajo gracias a la aerodinámica de la carrocería, con un coeficiente de penetración de 0,28.

Para el interior, los ingenieros de Citroën escucharon las demandas del público del CX, por lo que se amplió el espacio. El maletero, por su parte, podía accederse con mayor facilidad a través del portón posterior que aislaba el habitáculo de la intemperie gracias a la presencia de una segunda luneta interior. El Citroën XM se puso a la venta en mayo de 1989 en Francia y ese mismo verano también aterrizó en España. Su producción continuó hasta el año 2000, introduciendo versiones con carrocería Break.
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