
Según la marca italiana, su mayor preocupación es reducir las emisiones de CO2 en ciclo urbano, precisamente donde más se penaliza a los deportivos de altas prestaciones. Pero además de esto, un fabricante como Ferrari tiene que garantizar que la dinámica vehículo no se vea afectada, y por ese motivo, todos los componentes del sistema híbrido se han instalado por debajo del centro de gravedad, sin alterar el espacio interior ni el maletero. Como ejemplo, las baterías planas de iones de litio están situadas debajo del piso de la carrocería.
El motor eléctrico -trifásico y con más de 100 CV- pesa solamente 40 kg y va acoplado a la parte posterior de la transmisión de siete marchas con doble embrague. Funciona mediante uno de los dos embragues de la transmisión y acciona uno de los dos ejes principales de la caja de cambios. De este modo, la potencia se transmite entre el motor eléctrico y las 12 válvulas. Al accionar el freno, el motor eléctrico actúa como generador y utiliza la energía cinética para recargar las baterías. Esta fase es controlada por un módulo electrónico, que también hace funcionar los elementos auxiliares del motor (dirección asistida, servofrenos, aire acondicionado, sistemas de a bordo) a través de un generador instalado en el motor V12 cuando funciona en modo 100% eléctrico. Este módulo también incorpora la bomba de refrigeración del sistema híbrido.
¿El resultado? Una reducción de las emisiones de CO2 del 35%.