Los que a diario conducimos modelos que según reconocen sus constructores pueden tener fugas de carburante -Fiat, Jaguar, Land Rover, Suzuki, Porsche y Volvo-, trabarse el pedal del acelerador -Toyota, Peugeot y Citroën-, o sufrir fallos en el servofreno -Alfa Romeo, Ford, Mitsubishi y Volvo-, nos genera el lógico temor ante un riesgo que, si bien existe, puede contarse con los dedos de una mano las veces que ha derivado en accidentes. Esta irrelevante siniestrabilidad debe servir para desdramatizar la posible alarma social que genera el asunto de las revisiones en España, incluso en Europa.
En los Estados Unidos, por citar como ejemplo el mayor mercado mundial del automóvil, el año pasado fueron llamados a revisión preventiva la increíble cifra de ¡15 millones de coches!, sin que se tengan noticias de otros males que no fueran los sufridos por esos 15 millones de norteamericanos al tener que acudir lo antes posible a su concesionario más cercano. Por tanto, y como consecuencia de lo que hemos podido analizar al elaborar el exhaustivo informe estrella del mes, determinamos que debe ser considerado desde dos vertientes diferentes. La primera como llamada de atención a los constructores que en su búsqueda por abaratar costes de producción obligan a sus proveedores a suministrar piezas elaboradas con un difícil equilibrio entre el precio y la calidad, y que son siempre las causantes de los posibles fallos. La segunda consideración es el aplauso que nos merecen los propios fabricantes que por iniciativa propia y en virtud de los informes de calidad postventa que elaboran, organizan costosísimas campañas de revisión para prevenir posibles averías que en la práctica totalidad de los casos jamás llegarán a producirse.
Visto lo visto, el asunto que hoy nos ocupa podríamos dejarlo zanjado con un viejo proverbio universal que asegura que -tan humano es errar como sabio el rectificar.-