Mazda CX-5 2017: prueba de conducción.

Sus dimensiones apenas han variado. El Mazda CX-5 sigue siendo un todo camino de 4,55 metros de largo, pero este profundo restyling le aporta un diseño más afilado, unos grupos ópticos de menor tamaño, una parrilla nueva, un capó más largo y unos pasos de rueda más marcados. Todo esto le aporta una imagen más desenfadada. Además, ahora los faros son de led de serie desde la versión de acceso, aunque en opción puede incorporar unos faros matriciales con 12 módulos de led independientes. Otra novedad es que el portón del maletero puede tener ahora accionamiento eléctrico. Los acabados disponibles han sido renombrados: de menos a más equipado, Origin, Evolution y Zenith.
Por dentro, destacan los cambios en la consola central, con una pantalla de 7″ mucho mejor ubicada cuyo manejo es muy intuitivo, aunque de momento no ofrece compatibilidad para sistemas operativos Android Auto y CarPlay. Algunos materiales tienen un aspecto más refinado y la insonorización del habitáculo es mejor que en el modelo al que releva. Hay buenos ajustes entre materiales y el espacio interior es bastante bueno en cualquiera de sus cotas. Además, los respaldos de los asientos traseros son reclinables y pueden equipar calefacción. Un aspecto quizá mejorable es que no existen muchos huecos para dejar objetos, aunque los que hay son de buen tamaño. También podría mejorar el grosor del pilar A, quizá demasiado ancho de cara a favorecer la visibilidad del conductor en curva, aunque ha sido retrasado en 35 mm respecto a su predecesor. La postura al volante es muy buena, si bien echamos de menos que el volante tenga reglajes más amplios. El tacto del cambio manual es, como es costumbre en Mazda, sobresaliente. Por otro lado, el control de velocidad ahora puede tener una función de parada e inicio de la marcha -en los CX-5 con cambio automático, obviamente-, ideal para atascos. También hay dos Head Up Displays distintos: uno basado en una lámina de metacrilato, y otro capaz de proyectar la información directamente en el parabrisas.
Hemos probado el motor de gasolina 2.0 de 165 CV con tracción delantera, que según las estimaciones de Mazda, representará un 60% de las ventas del CX-5. Es un motor de respuesta extremadamente suave, muy agradable, silencioso? aunque no demasiado enérgico. A cambio, su nivel de vibraciones es nulo y su consumo es muy asumible, con unos 7,7 l/100 km en uso convencional. Por su parte, el diésel de 150 CV, que también probamos, obviamente no puede ofrecer el refinamiento del gasolina, pero su rendimiento es más provechoso y es capaz de girar a muy altas revoluciones para tratarse de un diésel, empujando hasta casi 5.000 rpm. Es muy satisfactorio y consume unos 6,0 l/100 km en uso normal, pero cuesta 2.250 euros más que el gasolina.
Ya se admiten pedidos del CX-5, tanto asociado al motor 2.0 de gasolina de 165 CV -160 CV en las versiones de tracción total-, como al 2.2 diésel de 150 ó 175 CV. Para septiembre, queda reservada la versión 2.5 de gasolina con 194 CV y sistema de desconexión de cilindros para reducir el consumo en autopista. El precio del CX-5 parte de 26.600 euros, pero cuenta con una campaña promocional de 2.000 euros de rebaja, de manera que se queda en 24.600 euros en su versión 2.0 de 165 CV con acabado Origin.