La aparición del neumático en 1888 supuso el primer paso para llegar a la rueda tal y como la conocemos hoy y un paso de gigante en el desarrollo de los transportes por carretera. Ese momento está relacionado con otro bastante anterior: la invención de la vulcanización del caucho, en 1839, cuyo padre fue el estadounidense Charles Goodyear (New Haven, Connecticut). Este emprendedor sin estudios reconocidos se asoció en 1821 con su padre en un negocio de maquinaria que se fue al traste, por lo que decidió dedicarse en cuerpo y alma a la investigación de nuevas técnicas que mejoraran la calidad de materiales como el caucho y evitaran que fuera tan quebradizo como consecuencia del efecto del frío y tan blando y pegajoso por el efecto del calor.
Un día de 1839, Charles descubrió la vulcanización del caucho cuando, de manera accidental, volcó un recipiente de azufre y caucho sobre una estufa. La mezcla se endureció y se volvió impermeable; su descubridor decidió llamar a este proceso «vulcanización» en honor a Vulcano, el dios romano del fuego y los metales.
La precaria situación financiera de Goodyear le llevó a aceptar la oferta que le realizó por su descubrimiento en 1898 el empresario Frank Seiberling, quien ese mismo año fundó Goodyear Tire & Rubber Company y compró la que sería la primera planta de la empresa gracias al dinero que le prestó su cuñado.
El nacimiento del neumático
Al contrario que el del vulcanizado, el nacimiento del neumático no fue accidental. En 1888, el veterinario irlandés John Boyd Dunlop desarrolló la primera cubierta con cámara de aire y banda de rodadura de caucho vulcanizado para el triciclo que su hijo de nueve años utilizaba para ir a la escuela por las bacheadas calles de Belfast. Su objetivo era solventar el problema del traqueteo, por lo que Dunlop infló unos tubos de goma con una lona para protegerlos y los pegó alrededor de las llantas de las ruedas del triciclo. Hasta entonces, la mayoría de las ruedas tenían cubiertas de goma maciza, pero al sustituirlas por los neumáticos, John logró que la marcha del triciclo fuera notablemente más suave.
Casi un año después, su creación debutó en una carrera de bicicletas. El ciclista que la empleó venció con holgura a rivales muy superiores en una serie de carreras gracias a su apuesta por la novedad diseñada por Dunlop. Este momento fue clave para el fulminante desarrollo posterior que experimentó el neumático del irlandés, que por fin fue patentado por su creador en diciembre de 1889.
A partir de ese instante, Dunlop dedicó todos sus esfuerzos a perfeccionar su invento y constituyó Dunlop Pneumatic Tyre Co., compañía que abrió su primera fábrica en Dublín en 1890. Todo iba sobre ruedas –nunca mejor dicho–, pero al poco tiempo surgió un obstáculo en la proyección del negocio de Dunlop. Su compatriota e ingeniero Robert William Thomson logró que su patente fuera invalidada al alegar que él mismo había patentado la idea en Francia en 1847, pero tras meses de luchas administrativas, Dunlop ganó la batalla legal y revalidó su patente.
Desde entonces, la cosa no hizo más que mejorar. Todo iba tan bien que tres años después inauguró las primeras instalaciones fabriles de la Europa continental en Hanau (Alemania); y ya en 1895 los neumáticos irlandeses se vendían también en Francia y Canadá, y se producían en Australia y Estados Unidos.
Ese mismo año, el francés André Michelin fue el primero en aplicar los neumáticos a un automóvil, que inscribió en una carrera entre París y Burdeos. Según los cronistas de la época, el resultado fue poco exitoso.
Pero el fracaso cosechado en la carrera no logró que el galo desistiera en su empeño de sacar todo el jugo posible al producto fabricado por la empresa que fundó junto a su hermano Edouard en 1889: Manufacture Française des Pneumatiques Michelin. La fe en las posibilidades de este artículo circular de «goma» llevó a los Michelin a revolucionar el mundo del neumático con aportaciones como los neumáticos desmontables patentados en 1891 o los radiales inventados en 1946. Pero todo, a su debido tiempo?
Antes de esto, otro hito en la biografía del neumático tuvo lugar en 1901, cuando la empresa de Giovanni Battista Pirelli apostó por promocionar su primer neumático para automóviles –denominado Ercole en honor al héroe mitológico romano Hércules– en los deportes del motor. El fabricante transalpino acertó con esta estrategia; su neumático estuvo presente en numerosas carreras y logró éxitos sonados, como la victoria en el Raid Pekín-París, en 1907.
El neumático tubular
En 1903, P. W. Litchfield, ingeniero de Goodyear, patentó el primer neumático sin cámara, que no fue explotado comercialmente hasta que Packard lo incorporó a uno de sus modelos en 1954. En 1904, aparecieron las llantas desmontables, que permitían a los conductores arreglar sus propios pinchazos, y cuatro años después Frank Seiberling inventó los neumáticos acanalados, que mejoraban la tracción en carretera.
1910 marcó un antes y un después en la cronología del neumático. La firma norteamericana BFGoodrich patentó un desarrollo que lograba una mayor duración de las cubiertas al añadir una base de negro de carbón al caucho para hacerlo más resistente a la abrasión.
La tradicional tela tejida desapareció del neumático y dio paso a tejidos sin trama en la década de los años 20 del siglo pasado, años en los que los alemanes de Continental logran consolidar los neumáticos fabricados con caucho sintético en el mercado europeo.
En 1927, Pirelli introdujo en el mercado el primer neumático diagonal del mundo: el Superflex Stella Bianca. Una década después, Michelin inventó la carcasa de acero. La marca francesa fue además la causante del salto exponencial que dio la industria de las dos y cuatro ruedas a partir de 1946 con la aparición del neumático radial. Hasta la llegada de este, el mundo se movía con neumáticos diagonales que, a pesar del incuestionable avance que supusieron en su día, presentaban grandes problemas: ofrecían poca resistencia a la deriva y al calentamiento. Hallar la manera de mejorar la duración y las prestaciones de los neumáticos tenía obsesionado a uno de los investigadores de Michelin. Marius Mignol realizó distintos experimentos hasta que ideó un neumático «diferente»: sus flancos contaban con cables metálicos radiales muy espaciados que se denominaron internamente «jaula de moscas».
Se trataba de una estructura radial que conseguía que la suela del neumático no se calentara como en la diagonal, ya que evitaba que las distintas capas de la estructura rozaran unas con otras. Esta aportación de Mignol fue patentada en junio de 1946 con el nombre de neumático X, y el primer automóvil en equiparlo de serie fue el Lancia Aurelia B20, en 1951. Ese mismo año, la asociación Michelin-Lancia logró el triunfo en las 24 horas de Le Mans en la categoría de dos litros.
Cuatro años más tarde, Michelin lanzó al mercado el neumático tubular –sin cámara de aire–, una idea que, como ya habíamos visto, llevaba medio siglo dormida y que fue realmente posible gracias a la nueva estructura radial de las cubiertas.
«Neumáticos» lunares
En 1971, las ruedas de Goodyear pasaron a los anales de la historia de la humanidad por ser elegidas para el primer vehículo que pisó la luna: el buggy todoterreno LRV –del cual tienes abundante información en el número 40 de la revista TodoTerreno–. En realidad, no se puede hablar de neumáticos como tales, ya que se trataba de ruedas hechas con flejes metálicos sin ningún tipo de cámara de aire.
Un año más tarde, Continental lanzó el neumático de invierno sin clavos, basando la adherencia en la estructura flexible de su banda de rodadura y en su compuesto blando. En 1976, los neumáticos BFGoodrich equiparon el trasbordador espacial Columbia, y en los años 80 Pirelli fue pionera en el desarrollo de neumáticos de perfil bajo, una innovación tecnológica que permitía mejorar la resistencia a la deriva.
En 1981, los neumáticos radiales llegan a la aviación de la mano de Michelin. Pero los ochenta son también la época de las fusiones. En 1988, la japonesa Bridgestone compró la norteamericana Firestone, y un año más tarde Michelin adquiere Uniroyal-Goodrich Tire Company, decisión que le convirtió en el mayor fabricante de neumáticos del mundo.
El nacimiento de los neumáticos off-road está vinculado a la aparición de los primeros todoterrenos
Los años 90 son la época del desarrollo de neumáticos ecológicos, fabricados con un mayor porcentaje de componentes sintéticos y dotados de una menor resistencia a la fricción que reduzca el desgaste y disminuya los consumos de combustible. También aparecen los primeros neumáticos runflat, que pueden rodar sin aire después de un pinchazo. Con ellos, se desarrolla la tecnología que permite monitorizar la presión de las ruedas desde el interior del vehículo.
En el inicio del siglo XXI, los nuevos desarrollos de neumáticos se centran en el concepto de la rueda sin aire –con flejes de goma entre la cubierta y la llanta–, los neumáticos auto-inflables –que aprovechan el movimiento para bombear constantemente aire a su interior y mantenerse a la presión óptima– y la integración de las vanguardistas tecnologías de la comunicación con el neumático. ¿Qué saldrá de todo ello? Pronto lo sabremos.