Todo comenzó cuando un astrónomo, inventor, piloto de pruebas y, en general, individuo un poco temerario, Max Valier, contactó con el nieto del fundador de Opel -la fábrica de máquinas de coser-, e hijo del fundador de Opel –la fábrica de coches- para plantearle un reto: fabricar un coche propulsado por cohetes.
Una tecnología que, a finales de los años 20, se encontraba en pleno auge, tras la publicación de numerosos best sellers que se atrevían a teorizar, incluso, sobre la llegada del hombre a la Luna.
Lo cierto es que, inicialmente, lo que Opel vio en el proyecto fue una fantástica oportunidad publicitaria para una marca de coches que se encontraba en plena expansión.
Y como aquellos tiempos eran otros tiempos, decidió que no sólo construiría el coche, sino que lo pilotaría él mismo.
Oiga, ¿usted sabe de cohetes?
Así, Max Valier y Fritz von Opel publicaron un concurso para hacerse con la producción del ingenio cohético capaz de propulsar al coche de Opel, que ganó Friedrich Wilhelm Sander, un pirotécnico alemán especializado en construir arpones explosivos para cazar ballenas.
Tras un año de trabajo, en la primavera de 1928, Opel anunció su primer coche propulsado por cohetes: el RAK 1. Y el 11 de abril, en su pista de pruebas de la fábrica de Rüsselsheim -Alemania-, el vehículo alcanzó los 100 km/h en sólo 8,0 seg.
Un registro que llevó al Opel a protagonizar la portada de los principales diarios, en medio del entusiasmo popular.

A por los 200 km/h
El éxito fue tal que Fritz von Opel se embarcó en el reto de establecer un primer récord de velocidad para un automóvil propulsado por cohetes.
Se fijaron un primer objetivo que, aunque alejado de la velocidad máxima jamás alcanzada por un coche -el 19 de febrero de 1928, en la playa de Daytona, Malcom Campbell había estableció un récord de velocidad de 333 km/h al volante del Bluebird 2, propulsado por un W12 con 22.3 litros de cilindrada y 502 CV a 2.200 rpm-, era relativamente ambicioso para los estándares de la época: los 200 km/h.
Para conseguir su récord, Opel rediseñó el RAK 1, dándole una forma más aerodinámica… mediante la instalación de dos grandes alas a ambos lados.
Los precarios rudimentos aerodinámicos de la época llevaron a Opel a poner dos alas convencionales con un elevado ángulo de ataque -de hecho, apuntan hacia el suelo- en lugar de colocarlas invertidas, de forma que cualquier bache que hubiera elevado el morro bruscamente podría haber hecho que el coche saliera volando…
El 23 de mayo de 1928, en el autódromo Avus y ante 3.000 invitados del mundo del espectáculo, el deporte, la ciencia y la política, el presidente de la Sociedad Científica para el Vuelo presentó el RAK 2.
Después, los ingenieros de Opel conectaron los cohetes -de combustible sólido, la misma tecnología que impulsaría hasta el espacio al trasbordador espacial- a los cables de encendido y lo empujaron hasta la línea de salida.
Vestido con chaqueta y gafas de aviador, Fritz von Opel se puso al volante del ingenio y, tras saludar con la mano a los asistentes, en medio de un silencio sepulcral, se subió al coche y se preparó para pisar el pedal que encendía los cohetes, en grupos de cuatro.
-Nada más pisar el pedal de encendido, la sensación de propulsión fue brutal. Sentí el rugido ensordecedor de los cohetes detrás de mí y una fuerza increíble me lanzó hacia delante.
En un segundo, todo desapareció de mi vista. Dejé de ver los lados del circuito, ya que todo a mi alrededor quedó difuminado, por lo que pilotaba por instinto, mientras iba pisando el pedal de encendido de los cohetes hasta disponer de la potencia de todos-, recuerda von Opel.
Su aceleración fue tal que casi pierde el control del coche y, de no ser por una rápida maniobra del piloto, la prueba podría haber acabado en tragedia.
Todo terminó en menos de tres minutos, y el coche cohete se convirtió en la noticia del año al lograr alcanzar los 238 km/h.
Nada más bajarse del coche, Fritz von Opel anunció a la multitud su próximo objetivo: volar en un avión propulsado por cohetes. Lo conseguiría… aunque brevemente, ya que se estrelló tras elevarse 19 metros.
Sin embargo, la segunda Guerra Mundial cambiaría radicalmente la evolución de la tecnología cohética para siempre -los alemanes dejaron de montar cohetes en coches para hacerlo en bombas-.
Por su parte, Fiedrich Opel, que murió con 71 años en 1971, tuvo la suerte de ver al hombre pisar la Luna. Max Valier no tuvo tanta fortuna: falleció, en 1936, cuando estallo uno de sus prototipos de motor de cohete alimentado por combustible líquido.
Actualmente, se conservan dos réplicas del Opel RAK 2, una de ellas en el museo de Opel en Sttugart -Alemania-, y la otra está en manos de un coleccionista particular.