Ruta 4×4 Senegal de Norte a Sur

Inaugurado en 1897, el puente ofrece una parte central giratoria para permitir el paso de barcos. El ruido de las traviesas de madera de la calzada del puente al rodar con nuestro 4×4 es un momento inolvidable del viaje.

Ayudados por un amable guía local (casi imposible rechazar su constante ofrecimiento) recorremos a pie y en calesa de caballos el barrio colonial, con sus típicas casas de fachada encalada y balcones de madera con barandilla.

Con ayuda de la Unesco, los mejores edificios lucen impecablemente restaurados para hoteles o residencias, pero el resto se encuentra mucho más descuidado.

Cruzando hacia la Langue de la Barbarie (una estrecha península o «lengua» de arena de más de 40 kilómetros de longitud ubicada entre el río y el océano Atlántico) entramos en Guet N’dar, el barrio de los pescadores (a lo que se dedica la mayoría de los habitantes), un hervidero de vida y comercio, con más de 45.000 personas hacinadas en duras condiciones.

Aquí cerca está el Hotel Cap Saint Louis, con su piscina y playa, que nos ofreció magnífico descanso y cómodos bungalows a precio razonable, lo que nos permitió olvidar la paliza de carretera desde España (más de 4.000 kilómetros).

Los amantes del jazz pueden disfrutar de bares y terrazas con música en directo y su Festival Internacional atrae los mejores músicos norteamericanos.

La Historia de la aviación también tiene reservado un lugar de honor para Saint Louis; su aeropuerto ya era utilizado a principios del siglo pasado por la Aeropostal, la compañía francesa de vuelos de ultramar y el museo Jean Mermoz homenajea a estos pioneros de la aviación.

Está ubicado frente al Hôtel de la Poste, un coqueto y elegante hotel colonial, perfectamente conservado, donde se alojaban los pilotos, entre ellos el gran Antoine de Saint Exupéry, el autor de El Principito.

Continuando hacia el sur y a unos 20 kilómetros, el campamento Zebrabar es un buen punto de partida para visitar el Parque Nacional de la Langue de la Barberie, en el estuario del río Senegal. En piragua recorremos este lugar de descanso para flamencos, cormoranes, pelícanos y patos en su vuelo migratorio hacia Europa.

A partir de aquí continuamos por pistas de arena hasta la playa y, aprovechando la marea baja, progresamos rápidamente.

Además de aparcamiento de numerosas y coloreadas pinazas de pesca, la playa es una importante vía de comunicación y nos cruzamos con caminantes, carros, burros y destartalados camiones locales.

Tras unos 60 kilómetros y a medio camino entre la costa y Kébémer, las dunas del Desierto de Lompoul ofrecen un buen lugar para disfrutar de la conducción en arena y descansar en el confortable Lodge de Lompoul.

La herencia del Rallye Dakar

Continuando unos ¡100 kilómetros! por la playa, en los poblados de pescadores pudimos comprar cangrejos y pescado recién sacado del mar y también disfrutar con el baño y nuestra afición a la pesca con caña.

A última hora de la tarde llegamos al Lago Rosa, el famoso destino del Rally Dakar (el africano), pero cuya ausencia año tras año lo ha convertido en un lugar desolado y donde prácticamente se ha perdido su actividad principal, la extracción de la sal.

El esplendor del Rally africano atrajo a este lugar a turistas y periodistas de todo el mundo y por ello florecieron los hoteles y bungalows, que ahora languidecen completamente vacíos.

Durante nuestra estancia fuimos los únicos huéspedes del Hotel Ker Djinne y pudimos negociar un interesante precio por el alojamiento, lejos de la «barbaridad» de las tarifas marcadas, infladas con el éxito del Rally.

Los populares Saviem y Unimog 4×4, que transportaban por las dunas y a precio de oro a periodistas y VIP’s el último día de carrera, se amontonan ahora bajo los eucaliptus, oxidados y en estado de total abandono.

Una verdadera lástima y una prueba más de cómo la cerrazón y el fundamentalismo de unos pocos fanáticos ha traído la ruina a estos lugares.

Al margen de estos tristes pensamientos, el paseo desde el Lago Rosa hasta Dakar por la playa es muy atractivo, con las dunas llegando hasta el mismo borde del mar.

Atravesamos minas de arena (valioso elemento para la construcción) y los gigantescos camiones Berliet, con perfectos ojos pintados en su frontal y cargados «a pala» por decenas de obreros, circulan por el mismo borde del agua.

Uno de estos viejos Berliet 6×4, lleno a rebosar de arena mojada se hundió hasta los ejes en nuestra presencia y pudimos disfrutar de toda una lección sobre cómo liberar de la arena y el agua del mar a uno de estos mastodontes.

Toda esta bucólica existencia se transforma de golpe en tensión al entrar en Dakar, donde los increíbles atascos son una prueba de reflejos y nervios para el viajero.

Abandonando la capital hacia el sur, disfrutamos de otros 70 kilómetros de costa arenosa (la Petite Côte), cuyos pueblos más interesantes son Toubab Dialao y Popenguine, lugar este último de peregrinación y culto.

Muy cerca encontramos la Reserva de Bandia, con grandes animales salvajes, y las de Popenguine y la Somone, con numerosas especies diferentes de pájaros.

Otros puntos de interés son Saly, un enclave muy turístico, y Mbour, famoso por su gran mercado de pescado. Pasear entre vociferantes vendedores de la lonja y una muchedumbre que se arremolina junto a las cajas de pesca es una experiencia memorable.

Todo ello envuelto en un olor pestilente a pescado (fresco y seco), con las omnipresentes y muy pesadas moscas invadiendo todos los rincones.

El viajero toubab (de raza blanca) también deberá acostumbrarse a ser el centro de todas las miradas y, sobre todo, las mujeres, a ver girarse la cabeza de los hombres a su paso.

Unos 60 kilómetros más al sur, el laberíntico delta de Siné- Saloum pone las cosas difíciles a nuestro coche, con un sinfín de rías y canales de agua, así como terreno pantanoso que hacen difícil la navegación.

No sin esfuerzo y a base de preguntar a los campesinos Sérères llegamos a Palmarin, una preciosa aldea al borde el mar, donde acamparemos los próximos días.

El campement Djidjack (www.djidjack.com), dirigido por el suizo Jean Paul, es un buen lugar para descansar, con su majestuoso baobab presidiéndolo y la playa a tiro de piedra. Sentados sobre un macuto y comiendo un bocadillo de sardinas en lata encontramos a John y Kerry, dos jóvenes londinenses que en autostop van – ¡a Ciudad del Cabo!

Casamance es la más lejana y bella región del sur, con paisaje tropical, campos de arroz, palmeras y mangos… y salpicada de ríos y pantanos. Tras varias rebeliones separatistas, los acuerdos de 2004 parecen haber traído definitivamente vientos de paz.

A pesar de las advertencias que se incluyen en la web del Ministerio de Asuntos Exteriores (www.maec.es), decidimos ampliar nuestro viaje y para ello fue necesario atravesar Gambia (con el visado obtenido en Dakar), para llegar a Ziguinchor (pronunciar «sigansor»).

Es la capital de la región y fue fundada por los portugueses a mediados del siglo XVII a orillas del río Casamance, que otorga nombre al territorio.

Por el río casamance hasta ziguinchor

Otra alternativa desde Dakar es embarcar en un moderno ferry (el anterior «MV Le Joola» se hundió en septiembre de 2002 debido a la sobrecarga y perecieron más de 2.000 personas) y tras medio día de navegación por el mar y remontar el río Casamance, arribar a Ziguinchor tras una emocionante travesía, con el barco abarrotado de vendedores de pescado, mangos y hortalizas.

Esta ciudad cosmopolita reúne habitantes de numerosas etnias y ofrece bellos edificios coloniales, dando fe de su importancia y de tiempos mejores. La zona alberga numerosos católicos (17 % de la población) y su sencilla catedral de San Antonio de Padua fue visitada a principios de este siglo por el papa Juan Pablo II. El céntrico hotel Le Flamboyant nos ofreció cómodo alojamiento y un relajante baño en su piscina.

A poco más de 49 kilómetros al oeste, Cap Skiring es un magnífico lugar para la pesca y el turismo, con paradisiacas playas frente al océano.

Una buena alternativa son los campements villageois, que ofrecen confortable acomodo en chozas tradicionales y representan un sustento para la población local.

Desde el corazón de Casamance y a través de verdes bosques y campos de arroz llenos de campesinos diola, ponemos rumbo a Tambacounda para terminar nuestro viaje en el incomparable marco del Parque Nacional Niokolo Koba.

Practicar 4×4 en Senegal

Senegal es un paraíso para el 4×4, como bien ha demostrado durante tantos años el Rallye Dakar. La zona norte del país es semidesértica, con numerosas pistas serpenteantes entre acacias que nos llevan de pueblo en pueblo, o a las reservas naturales. La costa es rectilínea y arenosa desde el sur de Saint Louis hasta Dakar y sus larguísimas playas ofrecen maravillosas autopistas aprovechando la marea baja. Y si no tenemos suerte con la marea, a lo largo de la costa siempre se pueden encontrar caminos que nos llevan de aldea en aldea a través de bosques de acacias y arbustos. A medio camino, las dunas del Desierto de Lampoul pueden ser un excelente lugar de relax, con camping incluido.

Cerca de la frontera con Gambia, en la zona del Parque Nacional Saloum Delta, y en Casamance hay numerosas marismas y terreno pantanoso que complican la navegación 4×4, pero las pistas principales permanecen abiertas incluso en la temporada de lluvias.

Cualquier todoterreno de serie con una mínima preparación y una autonomía mínima (no menos de 400 kilómetros) puede aventurarse por el país sin más requisitos que la lógica prudencia y, al menos, unos neumáticos AT. Las pistas son de tierra y arenosas, y aquí las piedras no representan ninguna amenaza. Sí tiene peligro el pésimo estado de algunas carreteras del centro y sur del país, con profundos agujeros que pueden destrozar la suspensión más robusta. El asfalto está tan deteriorado en algunos lugares que los vehículos buscan caminos alternativos por los campos colindantes. En las principales ciudades y sobre todo en Dakar se pueden encontrar Servicios Oficiales de las principales marcas de automóviles, que garantizan repuestos y mano de obra de calidad.80

El puente Faidherbe (arriba), obra de Gustav Eiffel, y el N’Dar o antigua villa (abajo) de la ciudad de Saint Louis denotan un pasado glorioso de esta ciudad como capital del África Occidental Francesa, condición que perdió en 1960, en favor de Dakar, con la independencia de Senegal.

El mítico Lago Rosa, que debe el característico color de sus aguas a las algas y microroganismos, es utilizado principalmente para la extracción de sal.

Dakar e isla de Gorée

Ubicada al sur de la península de Cabo Verde, la capital del país es una ciudad caótica y abarrotada, donde circular en coche resulta una prueba de fuego incluso para un experimentado viajero. Los atascos son monumentales hasta altas horas de la noche, pues centenares de vehículos humeantes y destartalados se mezclan con ciclomotores, bicicletas y miles de carretas o carros. Una vez superado el shock inicial, descubriremos una ciudad vibrante y llena de vida, con coloridos y abarrotados mercados, numerosísimos restaurantes, cafés y clubes con música en directo. Dakar es una de las ciudades africanas más interesantes para escuchar música, con varios festivales a lo largo del año.

El centro neurálgico es la Plaza de la Independencia, desde donde parte la avenida Léopold Senghor, que hacia el sur conduce al Palacio Presidencial. Al contrario que en Saint Louis, aquí hay pocos edificios de la época colonial y sólo restan la Cámara de Comercio y el Ayuntamiento. No muy lejos está la estación del tren, un bello edificio de la época francesa medianamente conservado. En la parte sur, la Route de la Corniche ofrece un tranquilo paseo por los acantilados y playas de la ciudad, con bonitas vistas de la isla de Gorée, muy cercana a la costa.

La visita a esta histórica isla (20 minutos en barco desde Dakar) puede resultar uno de los momentos más emotivos del viaje. Con estrechas calles flanqueadas por bellas casas de estilo holandés, un fuerte y una iglesia (San Carlos Borromeo) de los siglos XVII al XIX, la isla carece de automóviles y parece un lugar sosegado y romántico. Sin embargo, Gorée fue en su momento uno de los centros más importantes de recogida y almacenamiento de esclavos para su posterior envío a América.

La isla de Gorée fue una de las principales bases para el comercio de esclavos, como atestigua la Maison des Esclaves con vivienda de estilo holandés arriba y calabozos para los prisioneros abajo.

La estación de ferrocarril  es una de las escasas muestras de arquitectura colonial medianamente cuidadas que perviven en la capital de Senegal.

Parque nacional Niokolo Koba

Situado en el sureste del país, a 85 kilómetros de Tambacounda, el Parque Niokolo es el más grande de los seis espacios protegidos de vida salvaje que ofrece Senegal. Es Patrimonio de la Humanidad y contempla una superficie aproximada de 900.000 hectáreas. Salpicado con escasas colinas en un paisaje generalmente plano, con grandes praderas, se combina con otras zonas cubiertas de espesa vegetación típica de la sabana, baobabs incluidos. El río Gambia y sus afluentes cruzan el Parque y sus orillas están cubiertas de frondosos árboles, mientras en sus aguas se pueden encontrar hipopótamos y hasta tres tipos de cocodrilos. En las áreas más apartadas hay leones y búfalos, pero los animales salvajes más comunes que se avistan son monos, gacelas y jabalíes verrugeros (facoceurs) .

La oficina de Información del Parque está ubicada en Tambacounda, pero disponen de escasa documentación, aunque advierten al viajero de que para aventurarse por Niokolo es necesario contratar un guía autorizado. Te recomendamos a Sambou Cissao (tel. 76 125 7797) que con gran amabilidad y entusiasmo nos acompañó durante un par de jornadas. El Parque tiene unos horarios muy estrictos de apertura y no es posible pernoctar en su interior. Dado su enorme tamaño y las notables distancias a recorrer por sus pistas y caminos, muchos de ellos cubiertos de agua o directamente impracticables en la estación de lluvias, es necesario prever los itinerarios con prudencia. Durante nuestra visita el magnífico hotel y camping de Simenti, en el centro del Parque y en un maravilloso enclave de espesa vegetación tropical junto al río Gambia, estaba cerrado.

En la región de Casamance, situada al sur del país, justo debajo de Gambia, las carreteras (si es que se pueden denominar así) suelen deparar desagradables sorpresas, aunque para cualquier eventualidad siempre se puede encontrar una tienda en la que aprovisionarse de casi todo.

El camping Djidjack, cerca de Palmarin, a medio camino entre Dakar y Gambia, es un buen lugar para descansar, cerca de la playa y a la sombra de un majestuoso baobab.

La zona denominada La Corniche alberga numerosas playas, frecuentadas por los habitantes de Dakar y no pocos turistas.

Datos útiles