¿Qué es la frenada regenerativa?

La energía ni se crea ni se destruye; sólo se transforma. En los coches electrificados, este principio se lleva a su máxima expresión, como es el caso de los frenos.

Frenada regenerativa. Dicho así, uno podría pensar que estamos ante una nueva crema para la cara que consigue frenar el envejecimiento y dejarte la piel tan tersa y suave como el culito de un bebé. Pero no. Lejos de ser un tratamiento que podría parecer dedicado a la eterna juventud, la frenada regenerativa es uno de los sistemas empelados por cualquier coche para recargar sus baterías.

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Dicen que en 1967, la American Motor Car Company (AMC) desarrolló el primer freno regenerativo para su AMC Amiltron, una especie de prototipo de coche eléctrico de la época. Sin embargo, fue Toyota quien, con la llegada del primer Prius hace ya un cuarto de siglo, empezó a utilizar de verdad la frenada regenerativa.

¿En qué consiste? Bueno, el principio es sencillo. En un coche electrificado, sea del tipo que sea, siempre hay algún motor eléctrico que funciona para mover las ruedas. En algunos casos, pueden mover el coche por sí sólo; en otros, simplemente es una ayuda para el motor térmico. Pero, en todos los casos, ese motor eléctrico toma electricidad de una batería y la transforma en movimiento, ya sea en menor o mayor cantidad.

Pues bien, la frenada regenerativa consiste precisamente en invertir ese proceso: cuando frenamos o simplemente dejamos de acelerar, digamos que el motor eléctrico deja de esforzarse por mover las ruedas, y ahora son las propias ruedas las que tienen la capacidad de mover un motor eléctrico por efecto de la propia retención para generar por sí misma la electricidad y recargar con ella la batería. El motor eléctrico principal comienza entonces a actuar como un generador de corriente eléctrica, pues tiene la capacidad de trabajar bidireccionalmente.

A partir de aquí, y dependiendo del tipo de electrificación que tenga el coche, la frenada regenerativa funcionará de una forma u otra y cargará una batería u otra. Por ejemplo, en un coche con frenada regenerativa que tenga simplemente un Stop&Start, esa energía servirá para cargar la batería de 12 voltios; en cambio, en uno eléctrico o híbrido, se empleará para cargar la batería que utiliza el motor eléctrico para mover el coche.

Lógicamente, si se trata de un híbrido con una batería de menos de 2 kWh de capacidad, la frenada regenerativa es crucial para cargar esa batería sin tener que enchufar el coche. En cambio, en un eléctrico puro o en un híbrido enchufable, donde las baterías son mucho más capaces, esa regeneración supone una recarga muy pequeña.

Cuanto más electrificado esté el coche, más posibilidades hay para jugar con la regeneración. Esto es lo que da lugar a sistemas como la B de las cajas de cambio de los híbridos, o la posibilidad de jugar con las levas que hay tras el volante para jugar con diferentes niveles de retención, o hasta la función One Pedal de marcas como Nissan, que casi te permiten olvidarte del freno porque, al dejar de acelerar, la retención es tan fuerte que hasta puede llegar a detenerse el coche del todo sin tocar el freno (aunque esto requiere anticipación y cierta experiencia).

¿Tiene pegas la frenada regenerativa? No desde el punto de vista técnico, pues todo son ventajas: genera electricidad y reduce el uso del freno, algo que también redunda en una mayor vida útil de los discos y pastillas de freno. Sin embargo, y dependiendo del coche, la combinación de frenada eléctrica con la frenada hidráulica del coche hace que, en muchos modelos, la frenada no sea tan progresiva como en un coche con frenos convencionales sin frenada regenerativa. Terminas acostumbrándote, pero es cierto que el tacto la frenada en muchas ocasiones resulta un tanto impreciso y hasta imprevisible de primeras.

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