Por tierras alerienses

Mármol, jamón y cultura se conjugan en esta ruta por el Valle del Almanzora

Pedro Madera
Pedro Madera


La vía del mármol, así se conocía a la A334, la carretera que llevaba esta delicada piedra hasta Granada y que recorría el Valle del Almanzora , desde Baza a Huércal-Overa. Un paisaje de canteras de mármol que abren sus blancas entrañas a la sierra. Una ruta que se fractura para coger una carretera anónima a la derecha o un sendero a la izquierda. Un escenario de huertas, de encinas milenarias, de almendros y de pueblos que viven tranquilos en el interior de Almería. Un lugar que atrapa y no todo el mundo entiende. Por eso nos gusta.

Salimos de Baza (Granada) con toda la ilusión de una ruta sin igual. En El Hijate es donde empezamos a darnos cuenta de que esto va en serio. Pueblos blancos a los márgenes del río Almanzora, aerogeneradores que nos vigilan desde los puntos más altos de Sierra Nevada, y un paisaje agreste que nos acompaña entre exótico y desafiante.

Es el ambiente ideal para la llamada Torre del Yamil o de los Moros, una construcción circular erigida sobre un montículo y entre campos de cultivo, pensada para otear el horizonte en época nazarí. Semejante arrebato belicista no impide apreciar la grandeza y paz que transmiten estas tierras, aún intactas pese al paso de los siglos.

El complemento ideal para endulzar esta sensación es el jamón del Tío Emilio  en El Hijate. Esta empresa familiar no confunde lo artesanal con lo antiguo, y trata los jamones con las más modernas técnicas, pero, a la vez, un respeto sin igual. Su secadero de serranos Gran Reserva es una de las muchas joyas que nos reserva la tierra granadina. La mano del hombre es importante, pero la naturaleza habla por sí sola. Entre almendros y reviradas carreteras conocemos a los hermanos Salas, que han hecho de la gastronomía un arte y el jamón, su lienzo particular. El lomo a tabla que tienen es uno de los grandes regalos que podemos hacernos y guardar a buen recaudo en nuestra furgoneta.

jamón Tio Emilio

Y para curarnos nosotros, podemos optar por una ruta en bicicleta por la arrebatadora carretera que comienza en Alcóntar y, entre barrancos, almendros en flor y ramblas, sigue hasta El Hijate proporcionando excelentes vistas. Unos 15 kilómetros ideales para BTT o caminar, para hacer hambre o bien gastar las energías acumuladas, con las cumbres de sierra nevada en el horizonte.

La carretera queda también marcada por el arte. Olula del Río basa su forma de vida en el mármol. Decenas de negocios y empresas han consagrado su existencia a este preciado material tan cercano al mundo del arte. Quizá por eso centros como el Pérez Siquier  sobre el Premio Nacional de Fotografía Carlos Pérez Siquier, o el Museo Casa Ibáñez, con una de las mayores colecciones de arte contemporáneo en la provincia, gozan de tanto protagonismo.

Además, las iglesias de San Sebastián y de Nuestra Señora de la Asunción dan fe del rigor con el que en Olula del Río tratan el mármol.

cabeza de mujer, antonio López

Desde la carretera el reclamo es una escultura. El reconocido artista Antonio López ha hecho de la observación del entorno su modo de vida, el motivo de su arte. Y su experiencia granadina es uno de los hitos de su carrera artística. El pintor ha aprovechado la rica historia de la ciudad para plasmar de una manera contemporánea la realidad que le rodea, con su archiconocido y minucioso detallismo. Su cabeza de mujer es un referente en todo el valle. El arte y el mármol necesitaban la marca de un artista para crear un lugar de referencia. Eso se entiende mejor en otra parada obligada, Olula del Río.

El paso de la carretera al sendero es casi una obligación. Hablamos de senderos como la denominada Vía Verde del Hierro, un camino que transcurre por el trazado del antiguo ferrocarril Guadix-Almendricos, de finales del siglo XIX. Este camino recorre factorías en desuso que nos permiten conocer el pasado industrial de Serón, un pueblo dedicado a los cargaderos de hierro. La Loma Alta, como buena ruta milenaria, nos lleva hacia la encina de los Trébedes en la Sierra de los Filabres, un enorme árbol de nueve metros que forma parte de la cultura popular del lugar. Aquí se escenifican las luchas entre moros y cristianos interpretados por los habitantes de los municipios vecinos.

En el observatorio de la antigua estación de Serón encontramos actualmente un restaurante decorado a la manera tradicional y consagrado a explotar la gastronomía más propia de la zona. Y eso significa más jamón serrano, tapas y ese ambiente rural que echaremos de menos cuando tengamos que marcharnos.

Castillo de Serón

Serón es un pueblo que guarda su personalidad. Fundado en el siglo XIII por los nazaríes, puede presumir de un castillo absolutamente espectacular que nos permite observar desde la loma todas sus típicas casas blancas. Los almendros, pinos y senderos que rodean Serón son perfectos para caminar o ir en bicicleta, y las noches frescas del municipio, iluminadas por la muralla, son todavía más bonitas que los días.

Ruta por las Hoces del río Riaza, donde los buitres vigilan el pantano

Las pequeñas carreteras que suben por la sierra de Filabres son perfectas para la conducción sin prisas. Varios letreros marcan el camino de las Menas, un antiguo poblado minero que pertenece al municipio de Serón. El camping Las Menas es acoge un buen restaurante con barbacoa, planifica actividades infantiles, permite alquilar bicicletas y parcelas para caravanas.

Una tercera etapa fundamental en esta ruta sureña es Tíjola, donde nos espera la Balsa de Cela, una piscina natural de aguas termales con un caudal constante de 42 litros por segundo y una temperatura de entre 22 y 24 grados todo el año. Ideal para relajarnos y desconectar llueva o haga sol. El embalse se divide por la mitad entre los municipios de Tíjola, Lúcar y Armuña, y es todo un punto de encuentro de todos sus habitantes en los calurosos meses veraniegos.

Si seguimos circulando llegaremos a Macael, hogar de las célebres canteras de mármol que han proporcionado la materia prima para (nada menos) la Alhambra de Granada, la mezquita de Córdoba, el monasterio de El Escorial y el Teatro de Mérida. Macael es un homenaje a los canteros y a la piedra. 6.600 hectáreas en el borde septentrional de la Sierra de los Filabres con dos interesantes miradores, y un buen ejemplo de turismo industrial, con su gigantesco mortero vigilando la entrada al pueblo.

Macael

Si hay tiempo podremos acercarnos a Oria, una localidad interesante por sus construcciones religiosas. Sin ir más lejos, acoge la Basílica de Nuestra Señora de las Mercedes, la ermita de San Gregorio y los restos de un interesante castillo de origen musulmán y que plantea no pocas preguntas sobre la historia del municipio. ¿Para comprar? Hay que conocer a Juan, apodado el «panadero de Oria», es un simpático vecino cuyos dulces pasarán a la historia de nuestro paladar.

Si queremos acabar nuestra ruta en la playa, las de Pulpí y la fortificación de San Juan de los Terreros pueden ser el perfecto punto final y epílogo a esta ruta de asfalto, comida y mármol por el valle de Almanzora.

 

 

SsangYong Tivoli