La potente empresa anglo- belga disponía de la patente para elaborar el extracto de carne (en España la marca más popular era en su día Avecrem) y Uruguay con sus millones de reses de ganado vacuno era el lugar ideal. Para dar una idea aproximada de los cantidades que se manejaban, la fórmula necesitaba 32 kg. de carne de vacuno para conseguir un kilo de extracto de carne. La patente pertenecía al ingeniero alemán Georg Gieberg que había inventado el proceso de elaboración del extracto, por el que la carne mantenía sus principales nutrientes y vitaminas.
El extracto de carne resultaba ideal para alimentar grandes cantidades de personas, como por ejemplo tropas y militares desplazados. Ello dio un gran impulso a la investigación y el ingeniero Gieberg buscaba una empresa potente, capaz de producir extracto de carne industrialmente. Por ello otorgó permiso para emplear su fórmula a la Liebig Company, que se estableció en Fray Bentos.
La fábrica disponía de los últimos avances tecnológicos de la época, con todo tipo de máquinas de vapor (con carbón importado del Reino Unido) y de un muelle con suficiente calado y potentes grúas sobre el río Uruguay, en el que atracaban grandes barcos de vapor para distribuir la producción por todo el mundo, aunque Europa y Estados Unidos eran sus principales destinos.
Además de extracto de carne (de la marca OXO) la fábrica producía cueros, grasas animales, carne en conserva (de la marca ANGLO), fiambres y jamones, lenguas conservadas, tripas saladas y hasta 150 productos distintos. En 1890, su mejor año, la fábrica sacrificó 208.980 reses y entre los años 1865 y 1923, un total de 7.217.800 animales y se exportaron otros tantos cueros. La plantilla de personal llegó hasta los 4.500 empleados, de más de sesenta nacionalidades. Estos años coincidieron con las dos grandes guerras en Europa y las pastillas de extracto de carne OXO y las latas de carne (corned beef) ANGLO, alimentaron a decenas de miles de combatientes en las trincheras. Sólo en la Segunda Guerra Mundial, la compañía suministró 200 millones de latas de carne en conserva a las tropas aliadas.
A partir de la década de los cincuenta del siglo pasado, los avances técnicos y la mejora de comunicaciones, aumentaron la competencia y las ventas se resintieron, con lo que tuvieron que bajar la producción. Por otra parte, la situación social del país fue empeorando y la compañía se desentendió de actualizar la tecnología de la fábrica, especialmente tras la llegada de la Dictadura en 1973 y con equipamiento obsoleto dejó de ser competitiva. Finalmente, la fábrica fue cedida al gobierno y nacionalizada, para cerrar finalmente en 1979.
Hoy en día se puede visitar este gigantesco escenario industrial, tal y como se encontraba justo antes de su cierre. Se puede caminar por las salas de despiece de los animales, la zona de calderas y máquinas, el gigantesco frigorífico y hasta las oficinas, con el mobiliario existente y las anotaciones en los cuadernos y gráficos al día de su cierre.
Las visitas son guiadas y todos los detalles, procesos y maquinarias están perfectamente descritos, algunos con gran sentido del humor, en vistosa cartelería. Una pequeña colección de interesantes automóviles y vehículos históricos, la mayoría en estado original, utilizados por los directivos o para la producción de la fábrica está expuesta en una de las naves. La antigua fábrica La Anglo fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2015 y fue renombrada como Museo de la Revolución Industrial.