Los neumáticos son el único punto de apoyo del vehículo con la calzada. El agarre de los mismos aporta la seguridad necesaria bajo cualquier condición meteorológica, incluso en situaciones difíciles. La ley estipula que la profundidad mínima del perfil del neumático debe ser de 1,6 mm. Los expertos en la materia recomiendan que sea incluso mayor. Para estar seguros, los neumáticos de invierno deberían presentar una profundidad de por lo menos 4 mm y los de verano 3 mm. A mayor profundidad de perfil, menor riesgo de aquaplaning. Es cierto que incluso los neumáticos nuevos tienen riesgo de sufrir aquaplaning, pero dichos neumáticos permiten un mayor control del vehículo siempre y cuando la velocidad de viaje sea la adecuada a la situación. Por otra parte, es importante que se mantenga el neumático correctamente inflado a fin de asegurar todo su rendimiento y funcionalidad.
Los neumáticos viejos, dañados o desgastados aumentan el riesgo de sufrir aquaplaning. Se recomienda comprobar el estado de los neumáticos, así como inspeccionar visualmente los que van a permanecer almacenados -si sustituyes los de verano por unos de invierno-. Si se tienen dudas, lo mejor es ir al taller más cercano donde te pueden asesorar sobre el estado de los neumáticos y detectar pequeños daños como bultos o grietas.
Si tus neumáticos están en mal estado, no lo dudes: lo más seguro es montar siempre ruedas con todas sus propiedades intactas -aunque veas que tus gomas tienen un dibujo perfecto, puede que estén caducadas o cristalizadas, por lo que su eficacia es mínima-. Extrema las precauciones, conduce a una velocidad adecuada y evita las balsas de agua.