«El cazador, cazado» bien se podría denominar a esta historia protagonizada por dos guardias de Tráfico de la Guardia Civil. Encontrándose en pleno servicio fueron visitados con un alto mando de la institución, quien estupefacto por la situación en la que encontró a los dos protagonistas, les obligó a someterse a un control de alcoholemia, según adelanta la Cadena Ser.
El olor a alcohol que despedían los agentes, sus palabras balbuceantes, y una evidente reducción del equilibrio al andar fueron algunos de los síntomas que detectó el teniente de la Guardia Civil para ordenar a los guardias de tráfico a someterse a la prueba de alcoholemia. Ante la negativa de ambos a someterse a la prueba, inmediatamente ordenó el relevo de sus funciones, la entrega del arma reglamentarias y fueron conducidos en un coche de la Agrupación de Tráfico hasta las instalaciones de Villalba.
Cuatro años después, uno de los funcionarios expedientados ha decidido llevar su caso hasta el Tribunal Supremo al entender que la sanción de seis meses de suspensión de empleo y el posterior cambio de destino no se ajusta a derecho. En contra de lo esperado por el guardia de tráfico, el Supremo ha rechazado la reclamación ya que entiende que la sanción es adecuada porque la negativa a someterse al test está incluida como falta muy grave en el reglamento disciplinario de la Guardia Civil, al igual que la falta de atención del servicio, como recoge la propia radio en su página web.