La última de Toñejo: La primera revisión

Para cambiar mi moto de agua, me puse en contacto con el mejor técnico que he conocido en USA,  que no es otro que UBA (récord del mundo de velocidad en una moto de agua).

Al comentarle mi idea me dijo: «Te voy a traer una Yamaha GP1800. Esta moto de agua ya de por sí vuela, aunque vamos a hacer unas mejoras antes de entregártela. ¡¡Y ya te puedes agarrar!!» Le contesté que me parecía bien, pero que para mí una de las principales y más importantes cosas era que pusiera una funda de asiento antideslizante para que me pueda sujetar bien.

Una semana más tarde me encontraba esperándole para la entrega de la moto, una hora antes de lo acordado, con la misma ilusión que tiene un niño pequeño cuando llegan los Reyes Magos. Le vi llegar a lo lejos y cuando le quitó la funda a la moto sólo pude exclamar: «¡WOW, qué bonita!…»

Una hora después ya estaba subido en ella navegando. Qué suavidad, qué bien iba la moto, no se oía nada, desde luego que estas motos están muy conseguidas. Dos horas después, tras el pequeño rodaje abrí gas a fondo y pensé: ¡Madre mía, cómo corre esta moto! Y es accesible a cualquier persona sin experiencia, aunque hay que tener cuidado y avanzar poco a poco en su conocimiento y manejo, ya que realmente es un disparate como acelera, como corre y como se sujeta. ¡Bestial!

Si tengo que poner alguna pega y decir algo que no me gusta de la moto, eso sería el asiento, que es muy ancho para mí, pues al llevar las piernas más abiertas que en la Sea Doo voy algo más incómodo e inestable (no olvidaros de que las piernas las llevo de adorno…jajajaja).

Otro hándicap para mí es la altura que tiene la moto. Cuando me tiré al agua a sacar las típicas algas que se introducen en la turbina, al subir a la moto, me di cuenta de que es más alta que la otra que tenía y, claro, el esfuerzo para subirme a ella es mucho mayor.

Aparte de estas dos cosillas, que nada tienen que ver con la moto y que se deben a mi estado físico por moverme sobre ruedas, la moto es una maravilla.

Tras mis primeras 50 horas de navegación tuve que pasar la primera revisión a la moto, por lo que llamé a UBA para que me diera cita. Le acerqué la moto en la fecha y hora prevista y, al día siguiente, me llamó para decirme que no podía sacar las bujías y que había echado un aceite especial para que aflojaran y así poder sacarlas al día siguiente.

Pasado el día de espera, sonó el teléfono de UBA y me dijo: «Toñejo, he podido sacar tres bujías, pero una no sale, por lo que tengo que desmontar la culata y llevarla a un sitio para que saquen la bujía». ¡Vaya, qué mala noticia! Eso significaba que ese fin de semana no tenía moto para navegar. En fin, un poco de paciencia.

El caso es que no os podéis imaginar lo que pasó después. Resulta que el tornero donde se llevó la culata para sacar la maldita bujía, calentó tanto la culata que la ha fisurado justo al lado de la rosca y no tiene arreglo. NOOO, ¿cómo es posible que una revisión sin importancia se haya complicado tanto?

Tras consultar a UBA que, ahora, qué podíamos hacer ante esta situación, me comunicaron que iban a preguntar cuánto cuesta una culata nueva…

¿Sabéis cuánto cuesta la culata de una Yamaha GP1800? Agarraos al asiento porque el coste es de 4.800 $. Sí, has leído bien, ¡¡4.800 $!! UFFF, ¿cómo es posible que una culata cueste el 35 % de toda la moto?

En este momento, UBA está haciendo lo imposible por conseguir una culata para poder instalarla pronto, porque hace más de un mes que no he podido salir a navegar ni he disfrutado de lo que más me gusta en el mundo… ACELERAR.

¡Hay que saber vivir, morir sabe todo el mundo!