Entre la lluvia ácida y el efecto invernadero

Desde que se hizo público el escándalo de la trampa de Volkswagen con los software de gestión del motor, se está especulando sobre cuál será el futuro de la marca.


Hay quien se atreve a decir que todo esto es un complot de ciertos poderes establecidos justo después de que el Grupo VW se proclamase como la marca más vendida en el mundo en el primer semestre de 2015. Otros, que la ambición de VW para ser el primero les ha llevado a abusar de su confianza y colocarse por encima del bien y el mal (mismo mal que acusó Toyota en su crisis de hace unos años). Lo cierto es que, al menos durante unos ocho a diez años, los resultados económicos del Grupo estarán hipotecados para atender las reclamaciones y los costes de adecuación de sus coches para cumplir con la norma en EE.UU. y lo que les toque en Europa; el consultor americano J.D. Power ya lo ha cifrado en un coste máximo de 40.000 millones de dólares.

Otro problema que se pone encima de la mesa es si, ahora que se ha destapado el pastel, no saldrán otras marcas también con problemas similares. A lo largo de este mes hemos tenido ocasión de hablar con muy distintos protagonistas de la industria, patronales, directores de comunicación, comerciales o de marketing, directores generales de marcas de coches o presidentes y, al igual que los departamentos de comunicación de VW de todo el mundo, que tienen prohibido emitir ningún comunicado local, todos los protagonistas de cualquier marca callan y esperan. Sin micrófono, algunos llegan a comentar que les han asegurado desde su central de EE.UU., Europa, Corea o Japón que ellos están limpios, que no habrá nada.

Nosotros, como medio y también como usuarios, no debemos desconfiar de lo que las marcas dicen. De hecho, si alguna hubiese incumplido alguna norma como ha hecho VW, dudo que no hubiese tardado en confesar también su trampa. Sin embargo, sí hay un hecho que supera esta historia real, y es la normativa en el ámbito de seguridad y emisiones que se ha venido aplicando en Europa desde que se establecieron las normas Euro. Estas exigencias han provocado que la industria evolucione y avance más rápido, desarrollando sistemas de seguridad que han salvado y salvarán muchas vidas, y controles de emisiones que mejorarán a medio y largo plazo la calidad de vida de todos. Sin embargo, los últimos pasos de Euro 4 a 5 y, posteriormente, a Euro 6, ha provocado desde hace años numerosas quejas de los fabricantes por el elevado coste de producción para reducir sus emisiones y los plazos tan cortos marcados.

Para paliar esa presión medioambiental, han sido los propios organismos de homologación los que han consentido que los coches superasen las pruebas para homologarlos con unos consumos muy bajos en unas condiciones imposibles de volver a reproducir en un uso normal. En Autofácil hace mucho tiempo que hemos denunciado desde nuestra portada que la mayoría de los coches, en conducción normal, superan de media en un 30% los consumos homologados. Esto con seguridad ha provocado que tanto las emisiones de CO2 -que afectan a nuestro medio ambiente por generar el efecto invernadero que aumenta la temperatura del planeta- como los gases NOx -que provoca la lluvia ácida, que destruye por ejemplo grandes extensiones forestales- no sean controlados debidamente. Sin embargo, el coche, como bien de servicio personal y máxima expresión de la movilidad y la libertad, no es el primer causante, aunque sin duda deberemos conocer y cuantificar su efecto para el bien de todos y evolución futura.

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