En estos momentos en que asistimos al cierre de Nissan Motor Ibérica, previsto para diciembre de este mismo año 2020, vamos a resumir la trayectoria de esta sociedad nacida en Cádiz en 1920 como Ford Motor Co. SAE (Sociedad Anónima Española) para fabricar el Ford T en sus diversas versiones. Y es que el éxito de este modelo desbordaba a la compañía matriz, por lo que Ford creó filiales en el Reino Unido, Alemania y España. Tres años después, la fábrica gaditana tuvo en 1923 una larga huelga que hizo que Ford decidiera trasladarse a Barcelona, a unas naves en la Avenida de Icaria en las que seguiría fabricando el Ford T, el tractor Fordson y, posteriormente, numerosos camiones, tractores y bastantes automóviles.
Motor Ibérica tras la posguerra
Tras la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial, la sociedad trataba de sobrevivir fabricando incluso gasógenos (equipos de generación de combustibles gaseosos a partir de combustibles sólidos como carbón o madera). Ford optó por dar un paso atrás, ya que la política industrial y comercial existente no cuadraba con su filosofía empresarial. Así, en 1954 entraron nuevos accionistas, y la sociedad pasó a denominarse Motor Ibérica SA. Ford se quedaba entonces con un cierto número de acciones y como socio tecnológico (el socio que aporta toda o parte de la tecnología del diseño y de la fabricación de los vehículos).
El camión Ebro de 3,5 toneladas presentado en 1955 fue el primer vehículo de esta nueva etapa, en la que se simultaneaba su construcción con la de tractores. Ese primer Ebro era el Ford Thames, de Ford UK, pero como lo de Támesis no tenía mucho sentido en España, se recurrió al nombre de Ebro, y como tanto el nombre como el camión tuvieron gran éxito, todos los siguientes productos de Motor Ibérica pasarían a llevar la marca Ebro. Más adelante llegarían otros camiones Ebro más modernos, al tiempo que Motor Ibérica se convertía en el mayor fabricante español de tractores.