Seguro que muchos recordáis aquella vez, allá por 2007, en la que un ciudadano preguntó a José Luis Rodríguez Zapatero si sabía cuánto costaba un café. La respuesta de Zapatero en aquel momento demostró que lleva mucho tiempo sin tomarse un café en un establecimiento. O, al menos, no lo había pagado.

Más allá de la anécdota, aquella respuesta sirvió para darnos cuenta de que los políticos en general no están en muchas ocasiones en el día a día de los ciudadanos. Viven aislados de la realidad, y eso provoca que en muchas ocasiones no sean conscientes de las consecuencias que pueden tener sus decisiones. Está claro que nunca llueve a gusto de todos, pero hay temas en los que es importante tener un conocimiento de la realidad muy superior al que tienen.
Si esto nos ocurre con los políticos a nivel autonómico o nacional, qué no ocurrirá cuando hablamos de los políticos a nivel europeo. En la UE han apostado porque nuestro continente sea un ejemplo ecológico. Y es, sobre el papel, eso está muy bien. No te quiero aburrir leyendo, pero sí te voy a dejar algunas pinceladas para que comprendas mi punto de vista. Y ya te adelanto que es muy posible que no estés nada de acuerdo.
Empecemos. ¿Sirve de algo si otros grandes protagonistas a nivel mundial como China, India, Estados Unidos o Rusia no hacen nada, o muy poco, al respecto? ¿Qué peaje debemos pagar los ciudadanos para ponernos la etiqueta de ser lo más ecológicos? ¿Es viable seguir subvencionando el coche eléctrico como ocurre en otros países de la UE? ¿Hasta qué punto nos interesa apostar por una tecnología que controla uno de nuestros mayores rivales a nivel económico, como es China? ¿Por qué no se hace una transición más progresiva y ordenada, apostando por tecnologías que también pueden reducir de forma notable las emisiones como los híbridos, los híbridos enchufables o los combustibles alternativos? Y eso por no entrar en discutir sobre otros factores que afectan a la contaminación, el reciclaje de las baterías, los transportes aéreos y marítimos…
Mucha gente tiene respuesta a estas preguntas. Pero a mí no me convence, porque tienen ‘su’ respuesta, basada en supuestos datos procedente normalmente de las partes interesadas y de planes de futuro que están tan alejados de la realidad como el tema del café de Zapatero.
¿Y las marcas de coches? Entiendo que hagan los coches que los políticos les obligan a hacer. Pero no entiendo que no se hayan plantado y hayan dicho que no, que esto hay que discutirlo, sobre todo las marcas europeas. Teniendo en cuenta el peso que la industria del motor tiene en el PIB europeo, no puedo comprender que apuesten de motu proprio por un tipo de tecnología que va a suponer un importante para el sector en Europa. El 8% del PIB europeo procede del sector del motor, y el 6% de los europeos trabaja en el sector. Eso son 13 millones de personas. Repito: 13 millones de personas.

Hace unas semanas, veíamos que la línea de producción de los Cupra Born y Volkswagen iD.3 paraban alguno de sus turnos por la falta de demanda de coches eléctricos. Y esto, teniendo en cuenta que lo que empieza a venir de China está a un nivel similar y a un precio más bajo, no tiene pinta de que vaya a mejorar.
Es más, las marcas europeas empiezan a ver con buenos ojos que la producción de sus eléctricos se vaya directamente a China, pues les sale más barato. Ahora estamos en la guerra de si subir los aranceles a lo que se fabrique allí o no. ¿Servirá de algo? ¿Alguien piensa que los chinos mantendrán, por ejemplo, el precio de sus baterías para sus clientes europeos en caso de que les suban los aranceles? Bueno, luego siempre viene quien dice que, a partir de 2026, tendremos nuestras propias fábricas de baterías. Sí. Pero, como ya comenté en otra ocasión, ¿sabes qué país que maneja la fabricación de las baterías tiene firmados acuerdos con los países más ricos en las materias primas para fabricar las baterías? Una pista: ninguno es europeo. ¿Racismo? No, al contrario. China está siendo mucho más inteligente que Europa, y está haciendo muy bien los deberes desde el punto de vista de la estrategia y de la economía; mientras, en Europa, seguimos creyendo en los Reyes Magos. Como bien me dijo alguien hace poco: «los europeos somos los únicos herbívoros en un mundo de gigantescos carnívoros que nos van a devorar. Y, encima, no tenemos sitio donde refugiarnos».
Voy más allá: ¿cuánto tiempo llevan diciéndonos que los precios de las baterías van a bajar? “Van a bajar”. “Verás cuando un eléctrico medio cueste 20.000 euros”. “No queda tanto, ¿eh?” Llevo años escuchando eso. Y tú, también. Pero, ¿has visto que los coches eléctricos hayan bajado más allá de cuando Tesla decidió bajar el precio del Model 3 o la versión básica del Mustang Mach-E para poder acogerse a las ayudas? Si tuviera que apostar mi dinero, lo haría a que los precios de las baterías no van a bajar, y los coches eléctricos, tampoco. Es más, con el tema de los aranceles como excusa, lo más probable es que vayan a subir.
Todo este tema de política y de estrategia de las marcas daría para escribir varios libros. Y, aun así, nunca llegaríamos a saber ni tan siquiera una buena parte de la verdad. Pero, con todas estas dudas encima de la mesa, déjame que siga sin tener claro que el coche eléctrico sea la solución que buscamos y necesitamos, al menos de forma inmediata, sin una transición, y mientras sigamos dependiendo de terceros países y mientras las promesas de que todo lo podremos hacer aquí no sea algo tangible y palpable.
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