Renault Mégane: el compacto francés cumple 25 años

Nicolás Merino
Nicolás Merino

Desde su debut en 1995, el Renault Mégane ha sido uno de los pilares más importantes para la marca francesa. A lo largo de sus cuatro generaciones, se han producido más de 5 millones de unidades en nuestro país, siendo la gama más vendida en 2004, con 117.000 matriculaciones.


Como reemplazo para el veterano Renault 19, el novedoso Mégane apareció con una nutrida familia de modelos con hasta seis carrocerías diferentes. “Para tener éxito, debimos por supuesto aprovechar la fama de calidad del 19, pero además ofrecer más prestaciones al cliente, con un contenido más generoso y atractivo”, explica Michel Faivre-Duboz, director del proyecto de lanzamiento de Mégane.

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Como referencia de calidad, la firma gala se fijó en Volvo para el desarrollo de su nuevo vehículo. Así pues, se mandó una misión de observación a la fábrica holandesa que el constructor sueco compartía con el japonés Mitsubishi. En realidad, lo esencial estaba en Japón. Michel Faivre-Duboz y un equipo pusieron rumbo al país del sol naciente y allí hicieron un descubrimiento sin apelativos: el precio de sus vehículos era un 30% menor. Para comprenderlo, Renault alquiló un Mitsubishi Colt, el equivalente al Renault 19. Si la competitividad no procedía de su concepción, había que buscarla en las compras y la producción con, además, un yen infravalorado.

En este contexto de fuerte competencia se impuso la idea de crear una auténtica familia Mégane, incluido un monovolumen. Basado en la plataforma del R19, Mégane heredaría íntegramente su bloque delantero, además de los motores diésel del segmento F y los motores de gasolina del segmento E. En cuanto al diseño, cada carrocería tenía su propio diseñador. Ahora bien, para que los seis modelos tuvieran un aire de familia, se optó por la temática gráfica de la elipse que aportaría una unidad contundente al flanco de los seis modelos, cada uno de ellos con proporciones muy diferentes.

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Pero su puesta en escena en 1995 no fue la deseada, y es que la prensa especializada criticó su estabilidad en curva y en frenada. En respuesta a esta crisis mediática, se generalizó el tren trasero de cuatro barras. Hasta entonces, estaba reservado a las motorizaciones más potentes de la gama. Y si el coupé tiró de toda la gama hacia arriba, el verdadero catalizador de las ventas de la familia llegaría en 1996 con el monovolumen. Gustó tanto que la cadencia de producción de 600 al día se cuadruplicó hasta llegar a las 2.200 unidades.

Ahora en versión híbrida

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La cuarta generación que, entre otras, recibe varias actualizaciones a nivel de diseño y tecnología, dice hola por primera vez a la electrificación. Así, puede asociarse al motor híbrido enchufable E-Tech Plug-in de 160 CV. Se basa en un motor de cuatro cilindros gasolina de 1.6 litros, junto a dos motores eléctricos y una caja de cambios multimodo.

Gracias a su batería con capacidad de 9,8 kWh, puede circular en modo 100% eléctrico hasta a 135 km/h. La eficacia de su sistema de gestión de energía le permite obtener una autonomía de 50 kilómetros en ciclo mixto y hasta 65 kilómetros en ciclo urbano en modo cero emisiones, según el ciclo WLTP.

 

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