Parque Nacional de Garajonay: en los bosques de niebla

Autofacil
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Si cada parque nacional representa un ecosistema particular, el de La Gomera es la laurisilva. Propia de zonas templadas y con un alto grado de humedad generada por la niebla es una auténtica reliquia viva de un mundo desaparecido.


Robert Louis Stevenson no se molestaría si afirmamos con ligereza que La Gomera es la isla del tesoro. Solo que, en este caso, no se trata de descubrir un cofre lleno de joyas y monedas de oro, sino de un bien inmaterial y una excepcionalidad geográfica: la laurisilva.

Para los no iniciados, conviene explicar que este tipo de bosque subtropical es característico de zonas de mediana altitud y temperatura templada, orientadas al norte y con alta incidencia de niebla. Pues bien, más de la mitad de los bosques maduros de laurisilva del archipiélago canario se concentran en el Parque Nacional de Garajonay, que con sus 3.948 hectáreas ocupa la parte central de la isla de La Gomera.

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El milagro de la laurisilva canaria acontece a escasa distancia de las desérticas costas saharianas y es posible por la persistente envoltura de nieblas que, ascendiendo desde el océano Atlántico, se pega a las cumbres de la isla, razón por las que este tipo de bosques son conocidos como “bosques de niebla”.

Ese microclima de humedad y frescura propicia la existencia de unas espléndidas selvas que constituyen los últimos vestigios de las ancestrales selvas subtropicales que poblaron el área mediterránea hace millones de años.

Bosque de laurisilva

El director-conservador de Garajonay, Ángel Fernández López, gallego “exiliado“ desde hace más de 32 años en el parque, nos ilustra sobre la singularidad de este espacio protegido y reconocido por la Unesco como Reserva de la Biosfera en 2017 con esta explicación: “Los parientes más cercanos de nuestra laurisilva se encuentran a miles de kilómetros, en las cordilleras de América central y Los Andes; en esas cadenas montañosas, por encima de la selva tropical y a una altitud donde incide la niebla, surgen esos bosques húmedos que también podemos hallar en China y a lo largo de la hendidura africana del Gran Valle del Rift, o en montes como el Kilimanjaro y el Rwenzori”.

Estrictamente hablando, la laurisilva canaria es la reliquia de un ecosistema ya desaparecido. “Su origen está en los bosques de la Era Terciaria, hace millones de años, caracterizados en Europa por ser húmedos y cálidos y que desaparecieron a consecuencia de los cambios climáticos del Cuaternario”, señala Fernández, ingeniero de Montes que, antes de dedicarse a la conservación, trabajó en investigación forestal. “Los únicos restos de aquellos bosques se encuentran en Canarias; es vegetación que desapareció del continente, pero que en parte llegó al archipiélago hace 10 o 12 millones de años, a medida que se fueron formando las islas al emerger del mar”.

Si hoy conocemos todos estos detalles es gracias al registro fósil, un libro abierto ante nuestros ojos sobre lo acontecido en la Tierra en el pasado. “En el siglo XIX se descubrieron en países de latitudes altas, como Alemania o Hungría, restos de hojas de árboles muy parecidos a los que tenemos aquí”, indica el director de Garajonay, quien concluye con contundencia: “Estamos ante un mundo perdido y confinado en La Gomera, una especie de eslabón perdido de lo que fue la vegetación del planeta en tiempos remotos, un fósil viviente”.

PN GArajonay

El hecho insular también tiene mucho que decir en el desarrollo de la flora del parque. Al estar aislada, esa vegetación evoluciona de manera acelerada dando lugar a un buen número de endemismos, alrededor de 120, que presentan peculiaridades en función del microclima que ocupen dentro del parque.

En los bosques de laurisilva abundan los árboles y plantas de un verde intenso propiciado por la humedad y la oscuridad, pero en zonas bajas del área protegida encontramos grandes extensiones de fayal-brezal, propias de lugares más secos, fríos y habitados por el hombre.

El factor humano es algo que justamente no se debe ignorar si se quiere entender el verdadero valor del tesoro que alberga Garajonay. Como subraya su director-conservador, la llegada del ser humano a estos parajes, hace unos 2.500 años, tuvo sus efectos inevitables sobre la naturaleza. De ahí que “los remanentes tan bien conservados de este ecosistema le otorguen un realce aún mayor”.

Si bien la flora es la riqueza más característica del parque, la fauna es también de excepcional riqueza, con más de 150 especies endémicas entre las que figuran el lagarto gomero, diversas clases de murciélagos, animales invertebrados y gran cantidad de aves. La paloma turqué y el rabiche son dos de los estandartes de un espacio que, en 1988, fue designado por la Unión Europea como Zona de Especial Protección para las Aves.

Uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta Garajonay guarda relación con el número creciente de especies foráneas –tanto de flora como de fauna–, que a su vez determina la extinción de otras ya existentes. El fenómeno no es nuevo puesto que con el hombre “llegaron las ratas y los gatos, que hicieron desaparecer muchas especies de las que tenemos noticia porque han quedado, una vez más, como fósiles”, explica Ángel Fernández.

No olvidemos que las islas, que suponen el 4 % del territorio emergido del planeta, concentran el 14 % de su biodiversidad y nada menos que el 60 % de sus extinciones.

garajonay

La leyenda relata que el nombre de este parque nacional se debe a dos jóvenes enamorados, Gara y Jonay, que murieron en el pico más alto de la isla, el Garajonay, de 1.487 metros de altitud. Más terca, la historia sitúa en La Gomera a Cristóbal Colón el 4 de septiembre de 1492, cuando se une a bordo de La Niña a las otras dos embarcaciones con las que se dispone a cruzar el Atlántico. Al año siguiente, el almirante regresa al mando de 17 navíos, rumbo nuevamente a América, y aquí se provee de animales vivos y vegetales con los que pretende crear la primera ganadería y agricultura del Nuevo Continente.

A lo largo de estos años y peripecias, en el área de lo que hoy es el parque nacional se han formado extraordinarios monumentos geológicos, como los Roques, y otros de gran encanto como el bosque de El Cedro, uno de los preferidos del director.

Numerosas rutas públicas permiten disfrutar a pie de sus bellezas, y las hay “para todo tipo de gente, y de longitud y dificultad diversas”; las bicis pueden circular, si no por los senderos, sí por determinadas pistas de mayor anchura. Dado que el parque es pequeño y está surcado por una red de carreteras que atraviesan la isla, existe una fácil accesibilidad que plantea, como siempre, el dilema de conservar la riqueza natural al tiempo que se recibe adecuadamente a sus 800.000 visitantes anuales.

Bromeamos con el director sobre si le llegan muchas cajas de marisco de su lejana Galicia natal, a lo que él responde con su predilección por otros endemismos gomeros como el almogrote, pasta hecha con queso rallado, y las lapas canarias, que no tienen nada que envidiar a las de su tierra.

Paloma turqué

Parque Nacional de Garajonay

  • Declaración: 25 de marzo de 1981

  • Superficie: 3.984 hectáreas declaradas como Parque Nacional

  • Provincias: Santa Cruz de Tenerife (Isla de La Gomera)

  • Reconocimientos: Patrimonio Mundial de la Unesco (1987), Reserva de la Biosfera (2012), Zona de Especial Protección de la Aves -ZEPA-.

  • Principales ecosistemas: El medio natural del Parque Nacional de Garajonay se caracteriza por la existencia de bosques maduros de laurisilva, diversidad de tipos de formaciones vegetales y espectaculares monumentos geológicos, como los Roques. En este entorno se concentra un elevadísimo número de especies endémicas vegetales –especialmente briofitos– y una fauna entre la que destacan 150 especies endémicas de invertebrados y algunas aves como las palomas rabiche y turqué.

CENTROS DE VISITANTES

  • C. V. Juego de Bolas. La Palmita-Agulo, La Gomera. Tel. 922 800 993

  • Centro administrativo. C/ Ruiz de Padrón, Av. del V Centenario. Edif. Las Creces, portal 1, local. San Sebastián de La Gomera. Tel. 922 922 600