100 años del parabrisas laminado: historia de uno de los elementos de seguridad más importantes

Henry Ford fue el primero en introducirlo en sus modelos de los años 20, en una decisión que transformaría el mundo del automóvil para siempre. Hasta entonces, muchas personas resultaban heridas por los fragmentos de cristal que salían despedidos en un accidente.
En una época en la que el foco de atención en lo que a seguridad se refiere se está centrado en los sistemas de asistencia a la conducción, merece la pena echar la vista atrás para ver la evolución de la protección en los coches. En este sentido, el parabrisas laminado acaba de cumplir 100 años, siendo Henry Ford el primero en adoptar este elemento de seguridad en sus vehículos allá por 1920, marcando para siempre el mundo del automóvil.
El parabrisas laminado, junto al cinturón de seguridad, es el elemento de seguridad que más vidas ha salvado. A lo largo de estos cien años los parabrisas han evolucionado mucho, pero el concepto básico de cristal laminado se mantiene inalterado y sigue cumpliendo su función protectora, tanto desde el punto de vista de la seguridad vial, como de la salud. Vamos a hacer un breve repaso a su historia.
Los antecedentes
Los primeros vehículos de nuestra historia no contaban con parabrisas y sus usuarios tenían que conducir con unas gafas específicas para protegerse del viento, el polvo o las piedras de los vehículos que circularan delante. A principios del siglo XX se comenzaron a introducir los primeros parabrisas, compuestos de dos hojas de cristal horizontales desplazables: cuando la mitad superior se ensuciaba, el conductor podía plegarla y seguir adelante. Oldsmobile fue la primera marca que incluyó el parabrisas como un elemento de serie en todos sus vehículos, en el año 1915.
Lo que en un primer momento parecían todo ventajas, rápidamente se tornaron en graves inconvenientes. Por ejemplo, el parabrisas se rompía en múltiples fragmentos tras un accidente y estos iban a parar a la cara y el cuerpo del conductor y los acompañantes, causando graves heridas. En el peor de los casos, salir disparado por el parabrisas tras un accidente (generalizándose la expresión «un collar de cristal») acaba en la mayoría de las ocasiones con el afectado muerto.
La gran cantidad de muertes, el miedo generado y las demandas a las que se enfrentaban los fabricantes de coches hizo que se buscara una solución. Así Ford, que ya ofrecía el parabrisas como opción desde 1908 en el Model T, empezó contemplar la necesidad de hacer parabrisas mucho más seguros.
Un invento que nació por casualidad
La invención del cristal laminado llegó por pura casualidad. Así, en 1903 el inventor francés Edouard Benedictus se le cayó al suelo un vaso de vidrio y no se rompió en varios pedazos. ¿Cómo sucedió esto? El vaso había contenido nitrato de celulosa y la película seca que este residuo dejó en el vaso impidió que los trozos salieran despedidos. En Inglaterra, John C. Wood hace un descubrimiento similar en paralelo, pero es Benedictus quien presenta en 1909 la patente de dos capas de vidrio con una de celulosa entre ellas.
Las aplicaciones prácticas de este descubrimiento, como casi todos los inventos, fueron puestas al servicio de la guerra, con máscaras antigás con cristales laminados durante la Primera Guerra Mundial. Posteriormente, se trasladó al mundo de las cuatro ruedas, aunque tardó por su elevado precio y porque la capa intermedia del cristal se decoloraba y hacía que el conjunto perdiera transparencia.
Conocedor de esta nueva tecnología, fue el propio Ford quien le encargó a Clarence Avery, el mejor mecánico de su empresa, que buscase la mejor forma de hacer un cristal laminado resistente y barato. Junto al especialista Pilkington (seguro que has visto alguna vez su apellido en las lunas de tu coche) se crea un nuevo proceso de fabricación de vidrio mucho más resistente, que se produce en la misma planta de River Rouge donde Ford desarrolla sus vehículos. A finales de 1919 empezaron a desarrollar cristales laminados para automóvil y en 1921 se comenzaron a instalar en modelos de la marca del óvalo. Eso sí, de forma opcional. Para ver el primer parabrisas montado de serie tenemos que avanzar hasta 1926 y lo montó un Rickenbacker.
La popularización del parabrisas
En este caso, las ventajas de este tipo de parabrisas eran más que evidentes. No se rompía en mil pedazos e impedía que los ocupantes salieran despedidos. Además, su mayor resistencia aumentaba la integridad estructural del coche en caso de que este volcase.
Aun así, tampoco se escapó de tener alguna que otra desventaja. Por ejemplo, su capa interior se decoloraba y esto impedía ver con claridad pasado un tiempo. A ello se sumaba una fragilidad que iba en aumento según pasaba el tiempo, por lo que los cristales más antiguos se podían perforar fácilmente. Esto se solucionó en 1938, cuando Carleton Ellis patentó una resina sintética transparente que no se decoloraba con el tiempo. También se empezó a utilizar el butiral de polivinilo (PVB) que hacía que el vidrio laminado fuera más claro y resistente.
A partir de los años 60 la seguridad fue más importante para las marcas y, gracias a los avances tecnológicos, se desarrollaron parabrisas laminados más resistentes. En esa época se creó en Estados Unidos la Administración Nacional de Seguridad Vial (NHTSA), que comenzó a establecer normas federales para la resistencia y claridad de los parabrisas laminados (FMVSS 205); la resistencia de retención del parabrisas durante los accidentes (FMVSS 212); la rigidez del techo en los accidentes de vuelco (FMVSS 216); y los límites de penetración del parabrisas (FMVSS 219). También en esos años se hizo obligatorio su uso en Europa.
Más ventajas del parabrisas laminado
Además de la seguridad, el parabrisas laminado mejora el confort acústico gracias a su propiedades como aislante. Algunos parabrisas modernos disponen de un laminado que puede reducir el nivel de sonoridad hasta en un 30%, debido a que disminuye los zumbidos aerodinámicos, así como el ruido de la lluvia.
También es capaz de bloquear el 90% de los rayos ultravioleta e incluso algunos ofrecen protección térmica al incorporar una lámina transparente de óxidos metálicos, que refleja la radiación infrarroja y traslada menos calor al habitáculo.