Problemas de seguridad y vacíos legales

Los obstáculos para el coche del futuro

Antonio Moraleja
Antonio Moraleja
El coche autónomo de Google es ya una realidad y la prueba más cercana está en que hace tan solo un par de semanas, estos vehículos rodaron por California, con tráfico normal, por primera vez. Sin embargo, su uso crea aún muchas dudas por cuestiones como la conducción, la seguridad y también las leyes.


El Google Car es lo más parecido al coche del futuro que existe actualmente en el mercado. El gigante de Internet lleva varios años haciendo pruebas en los alrededores de su sede central en California y el último paso fue sacar sus pequeños coches autónomos a dar una vuelta por las calles de Palo Alto. Aunque es cierto que en su interior iba un piloto para poder actuar ante cualquier imprevisto, la prueba tuvo un pequeño contratiempo. Dos de estos vehículos estuvieron a punto de chocar entre sí, lo que ha disparado las dudas y preguntas sobre su utilización. Y es que además, durante los últimos seis años, estos utilitarios se han visto involucrados en una docena de accidentes, aunque desde Google han comunicado que fueron fallos humanos y no de sus máquinas.

Sistemas que son capaces de tomar el control de vehículo en atascos, aplicaciones para aparcar el coche a metros de distancia solo con un reloj inteligente o el anuncio por parte de Tesla de que su nuevo S Model dispondrá este verano de un conjunto de sensores que permitirán activar una especie de piloto automático en autopistas y otras grandes carreteras, son algunas de las novedades que han aparecido en los últimos meses.

A pesar de las comodidades de esta tecnología, la relajación que puede generarse al volante preocupa a la propia industria y a las autoridades de medio mundo. Los coches autónomos han llegado antes que las normas y eso crea un vacío legal en el que se ven implicados muchos actores como autoridades, conducotres y aseguradoras, entre otros.

En España, María Seguí, directora de la DGT, aseguró que el coche sin conductor de Google «está muy lejos de ser una realidad en Europa» y no dudó en catalogarlo como «algo experimental».