The Coldest Journey: el triunfo del invierno

Seis exploradores han tratado de cruzar el Polo Sur durante el invierno austral, combinando en una misma experiencia una acción científica con grandes dosis de aventura y la lucha por una causa solidaria. Lamentablemente, en esta ocasión el reto era demasiado ambicioso y el invierno ganó la partida o, al menos, el primer asalto.


Sir Ranulph Fiennes –el explorador vivo más relevante del mundo, según el Libro Guinnes de los Récords–emprendió el 6 de diciembre de 2012, junto a otros cinco compañeros, una misión extrema que nadie antes había realizado: cruzar a pie la Antártida en invierno.

Esta experiencia, bautizada como The Coldest Journey (el viaje más frío), dio comienzo cuando el equipo de expedicionarios originalmente formado por seis integrantes partió del río Támesis (Londres, Reino Unido) a bordo del buque rompehielos sudafricano SA Agulhas rumbo a su punto de partida por el continente helado: Crown Bay (70° 04 ´17″ S / 23° 01´ 01″ E).

Transporte especial

Para portar el pesado y necesario equipamiento que acompañó al equipo de The Coldest Journey no se optó por ningún todoterreno… o, al menos, no por uno convencional. En su lugar fueron elegidas dos unidades de Caterpillar del modelo D6N. Suministradas por Finning UK, estaban equipadas con cuchillas de ángulo e inclinación hidráulica de paso variable, lo que les permitía ser utilizadas con la nieve en movimiento y rellenar las grietas encontradas a lo largo del recorrido. Asimismo, contaban con un cabrestante y controles electrohidráulicos para tareas más generales.
Los dos D6N, de 20 toneladas de peso, tuvieron que ser modificados para que afrontaran sin problemas las condiciones climáticas extremas a las que estarían expuestos en la aventura por la Antártida. Los mecánicos realizaron cambios en el sistema de calefacción central, el aislamiento y emplearon materiales especiales adecuados para resistir al frío extremo.

Después de su etapa en alta mar y tras varias semanas de tareas logísticas y de aclimatación en el punto de partida, Sir Ranulph Fiennes tuvo que abandonar a finales de febrero por sufrir un avanzado estado de congelación en su mano izquierda cuando realizaba una sesión de entrenamiento. Pero este altercado no le impidió apoyar al resto de su equipo en todo momento. Así, el quinteto de aventureros inició la ruta a pie de más de 3.800 kilómetros por el hielo el 21 de marzo pasado de 2013, fecha en la que comienza el invierno austral.

Provistos con víveres y combustible para poder sobrevivir hasta un año en la Antártida, y dotados de equipamiento adecuado para poder realizar las investigaciones científicas acordadas, los integrantes de la misión repartieron en 17 trineos las más de 200 toneladas de peso que componían sus aperos para intentar finalizar con éxito esta aventura que debía culminar en McMurdo Sound, en el Mar de Ross, al sur del continente de hielo (77,9° S; 166,7° E).

Tras semanas sorteando vientos de hasta 30 nudos (55 km/h), temperaturas de hasta -92 ºC y condiciones del terreno extremadamente peligrosas, el equipo de The Coldest Journey se vio obligado a abandonar la misión a finales de mayo de 2013. A pesar de la gran tristeza que sintieron sus cinco integrantes al tomar esta decisión, lo cierto es que fue del todo acertada, ya que si hubieran seguido avanzando, les podría haber costado la vida, dado que las previsiones meteorológicas a corto y medio plazo anunciaban unas condiciones climáticas aún más duras.

Con la decepción rumiando en sus corazones, cabe subrayar que esta expedición aprovechó al máximo el tiempo pasado en este territorio tan inhóspito. Las mediciones científicas realizadas a lo largo de su travesía han contribuido a la comprensión de algunas cuestiones relacionadas con nuestro planeta, la raza humana y los desarrollos tecnológicos hasta ahora sin respuesta. De hecho, este viaje tan arriesgado ha servido para proporcionar a los climatólogos información muy valiosa sobre las condiciones de las placas de hielo durante el invierno y los efectos que el cambio climático está teniendo sobre la superficie helada de la Tierra, además de para evaluar cómo reacciona el cuerpo humano ante condiciones físicas y psicológicas extremas y comprobar el comportamiento de materiales y maquinaria de obra ante su exposición a las gélidas temperaturas del Polo Sur.

Educación y solidaridad

Los datos recabados durante el viaje ya se están organizando para la elaboración de un programa educativo pionero que se divulgará en más de 100.000 centros educativos ingleses con el fin de motivar a sus estudiantes para que se conviertan en los científicos, ingenieros y líderes de mañana.

Y a este cóctel aventurero no le ha faltado el ingrediente solidario: sus acciones han servido para recaudar fondos para ayudar a continuar con su labor investigadora a los profesionales de Seeing is Believing (Ver es Creer), una organización caritativa que investiga las causas y posibles curas de la ceguera y la discapacidad visual en todo el mundo. Hasta el 1 de noviembre de 2013, cuando el equipo llegó de vuelta a la estación de investigación Princess Elisabeth (cerca de Crown Bay), ya se habían recaudado dos millones de dólares.

En esta ocasión, el invierno más duro del planeta pudo más que el hombre y sus máquinas, pero en la mente de Fiennes –quien acaba de cumplir 70 años– ya se está cocinando la revancha.

El desafío, en cifras

  • El buque de investigación SA Agulhas que llevó al equipo desde Londres hasta Crown Bay fue construido en 1977 por Mitsubishi Heavy Industries, pesa 6.123 toneladas y mide 112 metros. Está propulsado por dos motores turbodiésel Mirrlees que rinden 6.000 CV y permiten alcanzar los 12,5 nudos (23 km/h).
  • Durante la travesía, llegaron a alcanzarse temperaturas de -92 ºC y vientos de hasta 30 nudos (55 km/h).
  • El combustible necesario para toda la expedición se calculó en 146.000 litros de gasolina.
  • La dieta consistió en 14 comidas principales diferentes, siete postres distintos y una gran variedad de aperitivos (chocolate, galletas, frutos secos…).
  • Al día, los esquiadores debían consumir en torno a 7.500 calorías, mientras que los conductores de las unidades Caterpillar solo requerían 3.000.
  • El plan diario consistía en realizar 35 kilómetros a pie durante una media de ocho horas y descansar durante los días de peor tiempo. La jornada solía empezar a las 06:30 y terminar sobre las 19:00 horas con la cena.
  • El promedio de espesor de la meseta polar que atravesó el equipo es de 2.160 metros.
  • La travesía a pie se diseñó para ser cubierta en dos etapas: la primera, de 2.223 km, duraría 84 días (63 esquiando y 21 de descanso y labores de mantenimiento); y la segunda, de 1.600 km, tendría que haber durado 46 días en los esquís y otros 15 de descanso y tareas de contingencia.
  • Durante la aventura se han recaudado aproximadamente dos millones de dólares para la organización Seeing is Believing.

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