Esta experiencia, bautizada como The Coldest Journey (el viaje más frío), dio comienzo cuando el equipo de expedicionarios originalmente formado por seis integrantes partió del río Támesis (Londres, Reino Unido) a bordo del buque rompehielos sudafricano SA Agulhas rumbo a su punto de partida por el continente helado: Crown Bay (70° 04 ´17″ S / 23° 01´ 01″ E).
Transporte especial Para portar el pesado y necesario equipamiento que acompañó al equipo de The Coldest Journey no se optó por ningún todoterreno… o, al menos, no por uno convencional. En su lugar fueron elegidas dos unidades de Caterpillar del modelo D6N. Suministradas por Finning UK, estaban equipadas con cuchillas de ángulo e inclinación hidráulica de paso variable, lo que les permitía ser utilizadas con la nieve en movimiento y rellenar las grietas encontradas a lo largo del recorrido. Asimismo, contaban con un cabrestante y controles electrohidráulicos para tareas más generales. |
Después de su etapa en alta mar y tras varias semanas de tareas logísticas y de aclimatación en el punto de partida, Sir Ranulph Fiennes tuvo que abandonar a finales de febrero por sufrir un avanzado estado de congelación en su mano izquierda cuando realizaba una sesión de entrenamiento. Pero este altercado no le impidió apoyar al resto de su equipo en todo momento. Así, el quinteto de aventureros inició la ruta a pie de más de 3.800 kilómetros por el hielo el 21 de marzo pasado de 2013, fecha en la que comienza el invierno austral.
Provistos con víveres y combustible para poder sobrevivir hasta un año en la Antártida, y dotados de equipamiento adecuado para poder realizar las investigaciones científicas acordadas, los integrantes de la misión repartieron en 17 trineos las más de 200 toneladas de peso que componían sus aperos para intentar finalizar con éxito esta aventura que debía culminar en McMurdo Sound, en el Mar de Ross, al sur del continente de hielo (77,9° S; 166,7° E).
Tras semanas sorteando vientos de hasta 30 nudos (55 km/h), temperaturas de hasta -92 ºC y condiciones del terreno extremadamente peligrosas, el equipo de The Coldest Journey se vio obligado a abandonar la misión a finales de mayo de 2013. A pesar de la gran tristeza que sintieron sus cinco integrantes al tomar esta decisión, lo cierto es que fue del todo acertada, ya que si hubieran seguido avanzando, les podría haber costado la vida, dado que las previsiones meteorológicas a corto y medio plazo anunciaban unas condiciones climáticas aún más duras.
Con la decepción rumiando en sus corazones, cabe subrayar que esta expedición aprovechó al máximo el tiempo pasado en este territorio tan inhóspito. Las mediciones científicas realizadas a lo largo de su travesía han contribuido a la comprensión de algunas cuestiones relacionadas con nuestro planeta, la raza humana y los desarrollos tecnológicos hasta ahora sin respuesta. De hecho, este viaje tan arriesgado ha servido para proporcionar a los climatólogos información muy valiosa sobre las condiciones de las placas de hielo durante el invierno y los efectos que el cambio climático está teniendo sobre la superficie helada de la Tierra, además de para evaluar cómo reacciona el cuerpo humano ante condiciones físicas y psicológicas extremas y comprobar el comportamiento de materiales y maquinaria de obra ante su exposición a las gélidas temperaturas del Polo Sur.
Educación y solidaridad
Los datos recabados durante el viaje ya se están organizando para la elaboración de un programa educativo pionero que se divulgará en más de 100.000 centros educativos ingleses con el fin de motivar a sus estudiantes para que se conviertan en los científicos, ingenieros y líderes de mañana.
Y a este cóctel aventurero no le ha faltado el ingrediente solidario: sus acciones han servido para recaudar fondos para ayudar a continuar con su labor investigadora a los profesionales de Seeing is Believing (Ver es Creer), una organización caritativa que investiga las causas y posibles curas de la ceguera y la discapacidad visual en todo el mundo. Hasta el 1 de noviembre de 2013, cuando el equipo llegó de vuelta a la estación de investigación Princess Elisabeth (cerca de Crown Bay), ya se habían recaudado dos millones de dólares.
En esta ocasión, el invierno más duro del planeta pudo más que el hombre y sus máquinas, pero en la mente de Fiennes –quien acaba de cumplir 70 años– ya se está cocinando la revancha.
El desafío, en cifras
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