A día de hoy, los ingenieros electrónicos siempre se encuentran con un quebradero de cabeza: El compromiso entre potencia -los vatios que rinde- y el tiempo durante el cual puede entregarse –kWh (kilovatios por hora)-. Si lo que buscamos es ante todo potencia, la tendremos con los condensadores, pero a cambio nos deberemos conformar con que la entreguen durante menos tiempo; por su parte, las baterías convencionales, como las que montan los vehículos eléctricos, son capaces de entregar energía durante periodos más prolongados, pero su punta de potencia es más baja. Hasta ahora, las baterías más potentes son las de ión-litio.
La batería creada por este equipo de la Universidad de Illinois puede ser hasta treinta veces más pequeña que una batería de ión-litio equivalente, y puede recargarse mil veces más rápido. Al depositar níquel en la estructura de poliestireno, una aleación de níquel-estaño sobre el ánodo de la batería y dioxido de manganeso sobre el cátodo, se da lugar a que se produzcan más reacciones químicas en su superficie, acelerando los procesos de carga y de entrega de potencia.
El jefe del proyecto, William P. King, explica la razón de esta investigación: «En las últimas décadas, la electrónica se ha vuelto cada vez más pequeña. Las partes de los ordenadores dedicadas a procesar se han vuelto más pequeñas… y las baterías se han quedado atrás. Ésta es una microtecnología que podría cambiar todo eso. Ahora la fuente ofrece un rendimiento tan alto como el resto de elementos».
De momento, los investigadores han pensado en usar esta batería en aparatos electrónicos pequeños; el siguiente paso será averiguar si esta tecnología puede aplicarse a baterías más grandes, como las de un coche.