Las emisiones y la reducción de consumos se han convertido en la piedra angular sobre la que giran las estrategias de muchos fabricantes y algunos de ellos han empezado a rescatar una alternativa que, años atrás, fue prácticamente desterrada. Hablamos de los motores de tres cilindros que, gracias a diversas mejoras tecnológicas y mecánicas, han evolucionado hasta convertirse en una opción predilecta para algunas marcas.
Por lo general, este tipo de motores de tres cilindros son más adecuados o más tradicionales para los motores de gasolina, pero los tricilíndricos ya han llegado también a los motores diésel turboalimentados y con inyección directa.
Una de las razones principales por las que los fabricantes apuestan por estos motores de tres cilindros es la fricción mecánica. Cuantas más piezas móviles tiene un motor, más energía se desprecia en rozamientos y fricciones. Tanto es así que si comparamos los motores de cuatro y tres cilindros, estos últimos son capaces de reducir la fricción en hasta un 25% y, por tanto, también el consumo entre un 4 y 15%.
Por otro lado está el tema del consumo. Si en lugar de utilizar cuatro cilindros, nuestro motor cuenta con tres cilindros, el peso del bloque motor se reduce considerablemente y permite a los fabricantes hacer un motor más compacto y más ligero, dejando más espacio en el chasis para ubicar el motor (vano motor).
Todas las ventajas anteriores permiten que los motores gasolina de tres cilindros homologuen consumos muy bajos, situándose muy cerca de los diésel. Estos datos provocan que, por ejemplo en España, muchos vehículos con motores de tres cilindros estén exentos de pagar impuesto de matriculación por homologar menos de 120 gramos por kilómetro de CO2.
Por último, el mantenimiento es a priori más económico. Con todas estás características, estos motores son responsables en parte de que cada vez más gente ya no cambie un diésel por otro, sino un diésel por un gasolina.