El pasado lunes, se cerró un capítulo crítico en la industria automotriz de Estados Unidos cuando el sindicato United Auto Workers (UAW) puso fin a su huelga de seis semanas. Los líderes sindicales alcanzaron un acuerdo laboral tentativo con General Motors (GM), la última de las tres gigantes automotrices de Detroit en negociar con el sindicato.
«Con este acuerdo tentativo revolucionario con GM, damos por suspendida oficialmente nuestra huelga contra las Big 3», afirmó el presidente de UAW, Shawn Fain, a través de un mensaje de video en X (anteriormente Twitter), aunque no especificó cuándo regresarán a trabajar los empleados en huelga.
Este pacto con GM contempla un incremento salarial del 25% en un contrato de cuatro años y medio, con ajustes por costo de vida, según detalló UAW. También se beneficiarán los empleados de los distribuidores de piezas de GM, talleres, y una planta en Brownstown, Michigan, quienes serán retirados del sistema salarial de dos niveles (implantado durante la crisis de 2008, y en que los nuevos trabajadores entraban cobrando casi la mitad, y permanecían así indefinidamente).

La huelga del dominó
Este acuerdo tentativo, que aún necesita ratificación, es un reflejo del pacto que los líderes de UAW lograron la semana pasada con Ford y Stellantis. GM validó el pacto el lunes, asegurando que los términos aún permitirán que la compañía proporcione buenos empleos. “Estamos deseando que todos vuelvan al trabajo en todas nuestras operaciones, entregando productos excelentes para nuestros clientes y ganando como un solo equipo”, expresó la CEO de GM, Mary Barra.
El presidente de Estados Unidos, y uno de los valedores de la UAW, Joe Biden, destacó que el acuerdo de GM evidencia el poder de los sindicatos y la negociación colectiva. “Este acuerdo tentativo histórico recompensa a los trabajadores automotrices con aumentos salariales récord, más vacaciones pagadas, mayor seguridad en la jubilación y más derechos y respeto en el trabajo”, señaló en un comunicado.
Esta huelga histórica de UAW, la primera en dirigirse simultáneamente a las Big Three, comenzó el pasado mes cuando miles de trabajadores abandonaron su trabajo tras la expiración de sus contratos con los fabricantes el 14 de septiembre. Entre las demandas iniciales se incluían un aumento salarial del 36% en cuatro años, ajustes anuales por inflación, mejores pensiones para todos los empleados, mayor seguridad laboral, y un camino más rápido hacia el estatus de tiempo completo para los trabajadores temporales.
En su apogeo, cerca de 46,000 trabajadores de UAW estaban en huelga, aproximadamente un tercio de los 146,000 miembros del sindicato en las tres compañías. Miles de empleados de GM se unieron a la huelga en las últimas semanas, incluidos unos 5,000 en Arlington, Texas, la fábrica más grande de la compañía.
El conflicto laboral se intensificó en un momento en que las Big 3 están buscando establecer dominio en el creciente mercado de vehículos eléctricos. Frente a competidores como Tesla y fabricantes extranjeros como Hyundai y Toyota, que no emplean trabajadores sindicalizados, las Big 3 buscan cimientos sólidos sobre los que seguir construyendo la transición al vehículo eléctrico. Se estima que para 2035, los vehículos eléctricos constituirán la mitad de todas las ventas de automóviles a nivel global, según una estimación de Goldman Sachs.
Este evento resalta la importancia de las relaciones laborales en la transición hacia la movilidad eléctrica, y cómo los acuerdos sindicales en Estados Unidos podrían tener repercusiones en la estrategia global de estas corporaciones, incluso en el mercado europeo.
La opinión de Autofácil…
El sistema de sindicación norteamericano, en aquellas empresas donde está implantado, es tan efectivo y potente que cualquier aproximación europea palidece a su lado. La UAW tenía suficientes seguros de paro acumulados para mandar a los 150.000 trabajadores sindicados a casa durante 60 meses y con un sueldo mensual de 2.000 euros. Con semejantes recursos, una huelga es una herramienta terriblemente potente.
Por otra parte, los Big Three han dejado pasar tiempo y tiempo desde la crisis de 2008 sin hacer ningún esfuerzo por devolver las condiciones laborales a sus trabajadores; condiciones que fueron cercenadas de forma bastante brutal y a las que accedieron los trabajadores con el único fin de salvar a las empresas.
Puede que el directivo medio piense que nunca hay un buen momento para subir los sueldos… pero el desenlace de esta huelga enseña que sí que existen los momentos malos y peores para hacerlo. Con Tesla casi regalando los coches, un tsunami de coches chinos a la vuelta de la esquina y una electrificación que no progresa a suficiente velocidad, los Big Three tienen un problema muy grande: sus accionistas (que al fin y al cabo son sus jefes) quieren beneficios… pero la única manera de afrontar los desafíos del futuro parece pasar por olvidarse de eso de «ganar dinero» y centrarse en resistir al enemigo. Un discurso demasiado valiente para un soldado como el dinero, que se caracteriza por su extrema cobardía. Sin duda, se avecinan tiempos interesantes.
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