Silencio absoluto, aceleración inmediata, ausencia de vibraciones conocidas… Los coches eléctricos han irrumpido en nuestras carreteras transformando por completo la experiencia de conducción y viaje. Pero junto a sus beneficios, un fenómeno empieza a ganar protagonismo: un número creciente de personas asegura sentirse mareada en este tipo de vehículos, sobre todo como pasajero, y la ciencia intenta a explicar el porqué.
No se trata de una sensación subjetiva o de un simple cambio de hábitos. Según informa The Guardian a partir de opiniones médicas, existe una base neurológica y sensorial detrás del aumento de los mareos en los coches eléctricos, un problema que podría recordar, en menor escala, a los desafíos que afrontaron los primeros viajeros de tren o los pioneros de la aviación comercial, cuando sus cuerpos debían adaptarse a nuevas formas de desplazamiento.
El fenómeno se debe, principalmente, a una desconexión entre los sentidos y el cerebro. En los vehículos de combustión, llevamos décadas acostumbrados a señales sonoras y vibracionales muy concretas: el ronroneo del motor, el aumento progresivo de las revoluciones, las vibraciones al acelerar o frenar… Todo ello permite al cerebro anticipar el movimiento, reduciendo el conocido «conflicto sensorial» que provoca el mareo.
El silencio de los coches eléctricos
En los eléctricos, muchas de esas señales desaparecen. El silencio casi absoluto, la aceleración instantánea y la frenada regenerativa —un sistema que transforma la energía cinética en electricidad al desacelerar, de forma más gradual y prolongada— generan un entorno nuevo para el cerebro, que tarda en adaptarse. «Es un cambio de paradigma. El cerebro debe reinterpretar cómo anticipa el movimiento», explica William Emond, investigador especializado en cinetosis de la Universidad Tecnológica de Belfort-Montbéliard.
Estudios de entre 2020 y 2024 confirman que factores como la falta de ruido, las vibraciones específicas de los asientos e incluso la forma en que se produce la desaceleración contribuyen al aumento de los mareos. Curiosamente, los conductores suelen experimentar menos este problema, al anticipar los movimientos, mientras que los pasajeros, especialmente en los asientos traseros, son los más vulnerables.
Los expertos ya trabajan en soluciones: desde sistemas de iluminación interior dinámica, hasta pantallas interactivas o señales vibratorias adicionales que permitan al cerebro prever los cambios de movimiento. El objetivo es minimizar el impacto de este nuevo «entorno de viaje».
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