El estudio de la Escuela de Salud Pública de Harvard relaciona la exposición de mujeres embarazadas a las partículas contaminantes con las probabilidades de tener un hijo con autismo. Aquellas madres que gestaron su embarazo en zonas con altos niveles de mercurio y partículas procedentes del diésel tienen el doble de probabilidades de que su hijo sea autista. Sin embargo, la autora del estudio, Andrea Roberts, advierte de que «nuestros datos no son lo bastante buenos para saber qué es exáctamente lo que está causando el autismo de entre todo lo que se detecta en el aire. Puede que sea el diésel el que esté detrás del problema. Somos escépticos acerca de la posibilidad de que el mercurio sea una causa en este caso».
En Europa, desde el año 2007, todos los vehículos con motor diésel que se venden deben contar con filtro antiparticulas (FAP), un componente del catalizador que retiene el 99 % de las partículas producidas por la combustión del gasóleo. Esta obligatoriedad entró en vigor con la norma Euro 4 de emisiones.
También se ha detectado relación con la presencia de manganeso y metales pesados, pero no tan alta. Dado que todos estos elementos químicos son neurotoxinas, es fácil que afecten al desarrollo cerebral del niño una vez que la madre los inhala. Por el momento, se puede hablar de un aumento del riesgo cuando la madre está expuesta a estas sustancias, pero no de que sean la causa directa del autismo en un niño. El siguiente paso sería realizar análisis de sangre a las madres para saber a ciencia cierta las sustancias químicas que metabolizan.
Para realizar la investigación, se usaron datos de la Agencia de Protección Ambiental estadounidense (EPA) sobre niveles de contaminación, y se cruzaron con los procedentes de un estudio histórico sobre la salud de las mujeres en EE.UU. De éste último extrajeron en qué momento y lugar una mujer estuvo embarazada y si su hijo llegó a desarrollar autismo.