Hacerlo tiene un punto de reto, el orgullo de poder contarlo y el saber que los sueños se pueden llegar a convertir en realidad. Son rutas que mezclan la historia con la naturaleza, y que siempre pueden llenar la memoria de cualquier teléfono. Disfrutar con nuestra autocaravana es fácil. El tiempo suele ser el gran problema.
The Artic Highway
En su territorios más septentrionales, desde el Círculo Polar hasta el Cabo Norte, la Noruega ártica se dejan tocar al oeste por un mar turbulento que siempre ha fascinado a los viajeros, y donde su territorio es una pequeña franja de terreno que parece puesta para evitar que los suecos salgan al mar. Una carretera, la E-6 sirve de vínculo para unir ciudades y pueblos que tiene otro ritmo de vida. Así todo es igual, pero parece distinto. Un viaje hasta ese lugar, desde cualquier punto de Europa, es un reto.
Es el mundo del sol de medianoche, de las auroras boreales, de los pescadores de bacalao y los pastores de renos. Es un mundo de belleza solitaria e inquietante, de islas desiertas y fiordos que se extienden a lo largo de cientos de kilómetros de costa.
El «reino» de los sami y de los vikingos se reinventa con sus sagas y leyendas. Historias de princesas rubias que son seducidas por los reflejos dorados de un lago, caballos mágicos que atraviesan bosques y fuegos eternos que mantienen la vida en los rigores del invierno.
Nuestro objetivo, más allá del Ártico, es todo un recorrido por la vieja carretera que ahora se denomina con un escueto E-6, pero que es conocida por la Autopista Noruega del Ártico. La mayoría de los que habitan en la zona no saben el nombre de la carretera, pero se asombran cuando alguien recorre más de 1.500 kilómetros por encima de la mítica línea de los 66° 33′ de latitud norte, esa línea imaginaria que marca el Círculo Polar Ártico. Hacia el sur, la carretera busca un origen. Las opciones son infinitas.
El Camino de Santiago
La historia necesita una parte de leyenda. Un día del año 829 un pastorcillo encontró un sepulcro abandonado en medio de Galicia. El rey Alfonso II decidió ir a ver el hallazgo en primera persona desde su aislado reino, en Oviedo. Este fue el origen de lo que hoy se llama Camino Primitivo, el periplo del rey desde Oviedo hasta Galicia. De aquí surgieron después infinidad de caminos y desde distintos puntos del orbe.
El más conocido y transitado en la antigüedad es el Camino Francés, y más concretamente, el tramo desde Roncesvalles hasta Santiago. Caminando, en bicicleta o a caballo son las maneras más comunes de recorrer los 800 kilómetros para alcanzar la indulgencia. Nosotros lo hacemos en furgoneta, para parar libremente donde nos pide el cuerpo y el alma, sin aglomeraciones ni presiones, solamente la contemplación y la buena gastronomía nos guían en busca de la preciada Compostela. No garantiza el perdón, pero asegura un cargamento de recuerdos, fotografías e imágenes para el resto de nuestros días.
Roncesvalles une lo heroico, el amor y la historia. Aquí fue derrotado el ejército de Carlomagno y la historia sigue aún presente entre sus piedras. De aquí y cogiendo la N-135 llegamos a la capital de Navarra, Pamplona. Pasear por Pamplona, visitar la Catedral de Santa María, la Iglesia de San Nicolás, el Parque de la Ciudadela, hacer el recorrido de San Fermín y tomar chiquitos y pinchos. Se vaya en la época del año que se vaya, Pamplona siempre nos ofrece un plan perfecto.
Bajando hacia Logroño hay numerosos puntos de interés. Puente la Reina, Estella o Viana son los pueblos más conocidos, pero hay otros muchos que merecen una parada y una lectura detenida de alguna de las guías cargadas de datos históricos, etnográficos o anécdotas. Para entender el Juego de la Oca, hay que ir hasta la Iglesia de Santiago, y antes o después pasar por la calle Laurel, para tomar unos vinos y una ración de champiñón, pimientos, bravas o cualquier cosa.
Y luego están Santo Domingo de la Calzada, Burgos, León, Astorga y Ponferrada, y toda clase de pueblos, parajes y personas que lo convierten en una ruta única.
A partir de aquí, abandonamos templarios y romanos y nos adentramos en territorio celta. Villafranca de O-Cebreiro, con sus pallozas y uno de los quesos gallegos más ricos que hay, nos da la bienvenida a tierras gallegas. Después llega Portomarín y, aunque no es obligatorio pasar, nos desviamos a Lugo. Las termas, el puente romano, la muralla, si la gastronomía lucense nos llaman, no lo podemos evitar. Empanada y pulpo a feira, es una obviedad, pero es imposible visitar Lugo y no caer en la tentación. Al llegar a Santiago solo nos queda pensar en otro de los caminos.
North Coast 500
En Escocia las cosas son distintas. La North Coast 500 es quizá una de las rutas más bonitas que nos podemos encontrar en Europa. Paisajes que parecen irreales, castillos de cuento, duendes, hadas, leyendas, misterios, cerveza y whisky. Escocia es territorio salvaje y siempre lo será. No pretendemos domarla. En ningún mapa aparecerá como ruta definida, pero todo el mundo sabe que son los 800 kilómetros que nos llevan por unas de las carreteras de costa más bella del mundo.
Escocia es el país ideal para recorrer en autocaravana, la acampada es libre, incluso en los parques nacionales. Solo hay que tener dos consideraciones: el terreno tiene que ser abierto y no puede haber una señal que prohíba expresamente la pernocta «No Overnight Parking». Teniendo en cuenta esto, el viaje se nos antoja delicioso.
Empezamos la ruta en la capital de las Highlands, Inverness, e iremos en sentido contrario a las agujas del reloj, hacia el oeste.
Inverness es una ciudad pequeña y un tanto eclipsada por el Lago Ness, casi todo el mundo pasa de largo en busca del monstruo. Pero Inverness tiene un encanto especial, su pequeño castillo, el mercado victoriano, las islas del río Ness a su paso… aquí incluso es posible ver alguna que otra foca despistada.
No podemos evitar dar un paseo en barco por el Lago Ness a ver si hay suerte y lo vemos, y una visita al lugar donde los clanes escoceses quedaron esquilmados. El campo de la batalla de Culloden, donde los jacobitas sufrieron su derrota final en 1746, es una marisma llena de brezos, brezos que según las crónicas de la batalla quedaron teñidos de sangre durante meses enteros.
Pasamos Beauly y llegamos a las cascadas de Rogie, un sitio espectacular para parar y disfrutar de un té calentito viendo este espectáculo de la naturaleza. En otoño son increíbles, los tonos de ocre, verde y dorado le dan un toque diferente. No es de extrañar que más de uno haya visto duendes por aquí investigando el territorio.
El camino que nos espera hasta uno de los iconos de las Highlands, el castillo de Eilean Donan, nos lleva ligeramente hacia el sur atravesando lomas agrestes y lagos de un negro profundo. El castillo de Eilean Donan es el escenario donde se rodó Los Inmortales. Está situado en medio de un lago, con unos atardeceres increíbles, y cuentan que aquí habita un fantasma español. Un capitán que vino aquí a batallar y aquí se quedó… no es mal sitio para pasar la eternidad.
Desde aquí se puede hacer una excursión a la isla de Skye. Los aficionados al whisky tienen decenas de lugares para parar. Solo decir Talisker nos lleva a la isla. Ojo también a las nuevas ginebras. Misty Isle Gin y su escuela son un referente.
Disfrutar de un buen «malta» desde nuestra autocaravana no tiene precio. Luego nosotros seguimos camino hacia el norte en dirección de Applecross y Torridon, porque tenemos ganas de ver una de las carreteras más peligrosas del mundo: Bealaach na Bà, aunque no de atravesarla, ya que las autocaravanas están prohibidas.
A partir de aquí entramos en el mágico Wester Ross, los paisajes aquí son sublimes, de hecho fueron inspiración para crear el mundo de los Westeros de Juego de Tronos. En la península de Applecross encontramos fiordos, poca vegetación, viento y pequeños pueblos donde parar y beber una pinta de cerveza en sus pubs.
Llegamos a Torridon por unos paisajes que, de puro desolados, resultan preciosos. El viento nos acompaña y parece guiarnos hacia el Torridon Countryside Centre, un paraíso para escaladores, geólogos y amantes de la naturaleza. Aquí están algunas de las montañas más bellas de Escocia.
El entorno marca nuestra ruta. En cualquier escenario hay drama. Atravesamos Beinn Eigue para llegar a uno de los lagos más bonitos de Escocia, el lago Maree. Cuando parece que ningún paisaje más nos puede sobrecoger, aparece otro rincón aun más sublime. Merece la pena atravesar esta reserva muy despacio y al llegar a Kinlochewe, ponemos rumbo a la izquierda y nos topamos con las aguas del Loch Maree y sus islas. Cinco islas boscosas y 25 islotes. En la isla principal, la isla Maree, hay unas ruinas de una capilla, un cementerio y un árbol sagrado que fundó san MáelRubai. Si aquí dejas volar la imaginación, el ambiente se llena de espectros y seres elementales, y con un poco de suerte, igual hasta vemos uno.
Y llegamos ya a Durness. El pueblo es pequeño pero las vistas son inmensas, además tienen la fama de hacer el mejor chocolate de Escocia en la chocolatería Cocoa Mountain, un clásico del lugar.
Es imposible no pensar en que esta fue también tierra de vikingos. Los guerreros navegantes se atrevieron con esta costa escarpada en la que todavía es posible encontrar playas vírgenes y caminos apenas sin recorrer. También es tierra de marisco, buena comida y buenos, aunque escasos, restaurantes, que presumen de tener más y mejores whiskies que el vecino. Y en las afueras es imprescindible hacer una visita a la Cueva Smoo, una cueva marina, enorme y con una cascada dentro. La luz que entra hace que el agua de la cascada sea azul y parezca un escenario de otro mundo.
La carretera que seguimos discurre en paralelo al verde mar del Norte, con vistas a las islas Orcadas, con focas tomando el sol en alguna piedra que se asoma entre las olas y frailecillos y alcatraces que planean o descansan en sus nidos construidos en la piedra. Así hasta Dunnet Head, el cabo que se disputa con John O’Groats, el siguiente punto de nuestro mapa, el ventoso extremo más al norte de Gran Bretaña.
Y dejamos atrás las tierras agrestes y rudas, y antes de poner el GPS rumbo de nuevo a Inverness, visitamos, entre ovejas y vacas de las Shetland, nos paramos en el castillo de cuento de Dunrobin.
Este castillo no parece escocés, si no sacado de una película de Disney. Los jardines que lo rodean son de influencia francesa, por lo que ni una rama se sale de su sitio. Pero no queremos que el último sabor de boca nos saque de la bella rudeza de las Highlands, y nos paramos a ver el faro más espectacular de los que hemos visto en el camino, el faro de Tarbat Ness. Más de 50 metros de alto, delfines, focas y el agua batiendo sin cesar son la despedida perfecta de esta ruta por las tierras del norte.
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