La hazaña supuso recorrer 33.796 km (21.000 millas) y duró 122 días, durante algunos de los cuales y como consecuencia de la hostilidad del terreno selvático panameño, los expedicionarios únicamente lograron avanzar 100 metros. El intrépido equipo que se sumó a este reto lo formaban 14 norteamericanos y sus seis Jeep CJ-7 de color naranja, con los que en noviembre de 1978 partieron del frío y neblinoso Cabo de Hornos (Tierra de Fuego), en la zona más austral de Chile.
Comienza la aventura
Sin ayuda de patrocinador alguno que asumiera parte del coste de la aventura o que les suministrara equipamiento especial para afrontarla con mayores garantías, estos 14 estadounidenses «de a pie» se embarcaron en este hito por la sencilla ilusión de compartir un sueño.
Los primeros días de trayecto fueron de toma de contacto. En cada etapa partían temprano dirección norte mientras iban acostumbrándose a un clima cada vez más cálido, a la diferente comida y a descansar a los lados de la carretera tras jornadas de entre 650 y 950 km diarios. Al sexto día, el sexteto de Jeep cruzó la frontera de Argentina y se adentró en Chile, donde al caer la tarde fue recibido por un grupo de vaqueros que les invitaron a una fiesta para reponer fuerzas e ilusión.
Días 13.º a 21.º
La expedición continuó con el calendario pautado rumbo norte, con los inmensos Andes como protagonistas. Pero la vigésima primera jornada cambió completamente el paisaje nevado por el del desierto más árido del planeta, el de Atacama. Una última parada para repostar gasolina, las últimas comprobaciones en el mapa, y los cinco vehículos reemprendieron la marcha para adentrarse en Perú.
Allí, de nuevo se toparon con los Andes. A su paso por este territorio, los expedicionarios se dividieron en dos grupos: uno visitó el lago Titicaca, situado a unos 3.800 metros de altura, mientras que el segundo optó por la ciudad perdida de Machupichu.
Nuevamente reunido el grupo, el siguiente alto en el camino fueron las cataratas de Iguazú, en el límite entre la provincia argentina de Misiones, el estado brasileño de Paraná y la frontera de Paraguay.
A continuación: Bogotá (Colombia), justo antes de llegar al lugar en el que les estaba esperando el verdadero reto: la región del Darién (Panamá). Más conocida como el Tapón del Darién, debe esta denominación a que se trata de una área de selva entre Panamá y Colombia en la que no hay ninguna vía de comunicación terrestre transitable.
A pesar de que la extensión de este istmo no alcanza los 90 km, los 16.000 km que ya llevaban recorridos al llegar a este punto les parecieron un camino de rosas en cuanto comenzaron a vivir las penurias que les estaban aguardando en su expedición por la jungla.
El Tapón del Darién
La Región del Darién, también conocida como «Tapón del Darién» es la parte más oriental de la lengua de tierra que une América Central con Sudamérica. Forma parte de Panamá (aunque se extiende también más allá de la frontera colombiana) y limita al norte con el mar del Caribe, al sur con el océano Atlántico, al este con Colombia y al oeste con la parte habitable de Panamá (y esta a su vez con Costa Rica). Se trata de una zona selvática difícilmente franqueable que supone la única interrupción de la conexión viaria por carretera entre el norte de Canadá y el sur de Chile o, lo que es lo mismo, entre los puntos más alejados al norte y al sur, respectivamente, de América.
La primera expedición (Trans-Darién Expedition) que logró cruzar el Tapón del Darién empleó un Land Rover bautizado La Cucaracha Cariñosa y un Jeep, tripulados por el panameño Amado Araúz, su esposa Reina Torres de Araúz, el oficial británico Richard E. Bevir y el ingeniero australiano Terence John Whitfield. Partieron de Chepo (Panamá) el 2 de febrero de 1960 y alcanzaron Quibdó (Colombia) el 17 de junio de 1960, emplearon 136 días y utilizaron el río Atrato para desplazarse durante gran parte del recorrido.
Por su parte, la primera expedición que cruzó América de norte a sur atravesando el Tapón del Darién fue la British Trans-Americas Expedition, en 1972, organizada por la Armada Británica. El 4×4 empleado en la hazaña fue un Range Rover. Esta expedición utilizó botes para atravesar el río Atrato.
Los cinco vehículos y sus tripulantes se subieron a una barcaza que navegó río arriba en dirección hacia la población colombiana de Turbo, origen de la ruta por el Darién. Allí, los guías contratados para acompañar a la Expedición de las Américas advirtieron al equipo sobre los peligros a los que se enfrentaban al querer cruzar esta parte de la selva con una fuerte presencia militar como consecuencia de la existencia de miembros de la guerrilla colombiana a lo largo de todo el trayecto. «Si surge alguna situación complicada, mantengan la calma», fueron las palabras que les dedicó uno los guías.
En la mañana del 15 de enero de 1979, los seis CJ-7 se introdujeron en las profundidades de esta remota jungla tropical. Sierra mecánica en mano, aguantaron temperaturas superiores a los 40 ºC con elevadísimos porcentajes de humedad y la permanente compañía de los mosquitos. El uso de los cabrestantes fue una constante durante el paso por este templo de la naturaleza durante jornadas de gran exigencia física.
Sin embargo, las ganas de hacer historia y servir de ejemplo a otros apasionados del off-road pudieron más que las de tirar la toalla y descansar. Poco a poco, la rutina se apoderó del día a día de los exploradores, y el progreso se convirtió en la tónica que cada noche les llevaba a acampar en un lugar distinto y cada vez más cercano al final de la «pesadilla».
Tres, ocho, 11 kilómetros lograron cubrir en días sucesivos en los que hicieron gala de sus dotes de ingenieros civiles expertos en la construcción de puentes improvisados con escaleras para que los Jeep pudieran continuar la marcha.
Después de 31 días, dejaron atrás las todavía amenazantes masas selváticas del Darién con unos cuantos cursos de soldadura doméstica realizados por el camino, decenas de horas de vaivenes encaramados a los Jeep para compensar pesos y sortear obstáculos, varios pinchazos resueltos (cinco, a lo largo de toda la ruta) e infinidad de imágenes para el recuerdo, como las exóticas y sorprendidas caras de los aborígenes que encontraron en a su paso.
16.000 kilómetros hasta Alaska
Celebrado el final de este duro periplo, el equipo no tardó en ponerse manos a la obra, pues aún tenía que sumar otros 16.000 km al odómetro de sus CJ-7 para cruzar su meta en Alaska: la bahía de Prudhoe. «The Darien conquerors» o «Los conquistadores del Darién» aprovecharon sus días de ruta más tranquila por Centroamérica para comprar algunos recuerdos antes de arribar a México, donde hicieron parada obligada en las ruinas de Yucatán. El día 89.º cruzaron la frontera de su patria y, por último, llegaron a Canadá, donde las temperaturas inferiores a los 10º bajo cero no supusieron ningún problema para este grupo de expedicionarios.
Los Jeeps de la expedición
Los seis Jeep que formaron el equipo de la hazaña que cruzó de cabo a rabo Sudamérica y Centroamérica hasta llegar a Alaska, al norte del continente americano, fueron cinco unidades del CJ-7 y un Wagoneer (que dio apoyo pero no realizó la ruta completa).
Con bastidores reforzados y un chasis de 237,5 cm, los CJ-7 de la expedición incorporaban de serie techos de lona, puertas de acero, ventanas enrollables y un sistema de calefacción mejorado. La preparación de estas espartanas máquinas era moderada. Como elementos adicionales, únicamente contaban con cabrestante, neumáticos de tacos de 31″ y una estructura tubular exterior que daba soporte a las sogas de arrastre, cadenas y escaleras. Estas fueron especialmente diseñadas para la ocasión y resultaron extremadamente útiles durante los complicadísimos pasos de la Región del Darién.