Todo comenzó el pasado mes de septiembre, cuando estalló el escándalo de manipulación de emisiones llevado a cabo por el Grupo Volkswagen en sus motores diésel, algo a lo que también se le conoce como ´Dieselgate´. A partir de entonces, surgieron numerosos rumores que afectaron a más propulsores del gigante alemán e incluso de otros fabricantes, lo cual dio lugar a tres acontecimientos: dar por hecho que el actual ciclo de homologación de emisiones no representa datos reales, el inicio de investigaciones a más marcas en relación a sus emisiones y el cuestionamiento sobre si se deben prohibir los vehículos diésel en el centro de las grandes ciudades.
En referencia al primer suceso, es una evidencia que el ciclo de homologación NEDC ha quedado desfasado, como han demostrado las pruebas a las que sometió la EPA -Agencia de Protección Medioambiental estadounidense- a Volkswagen. Por ello, en 2017 entrará en vigor un nuevo proceso de medición de gases contaminantes denominado WLCT, que medirá éstos en unas condiciones de conducción más acordes con la realidad y en las que los fabricantes -a no ser que cuenten con un software que falsee las emisiones- no podrán ´engañar´ tan fácilmente a las autoridades en relación a este tema.
Sobre las investigaciones, en los últimos meses hemos podido ver numerosos ejemplos. El primero del propio Grupo Volkswagen, quien comenzó a buscar sobre quién tenía la responsabilidad en su problema. Más tarde, otros países como Alemania -a través de la organización KBA- hicieron sus propias averiguaciones para conocer las emisiones contaminantes reales. Sin embargo, la nación más dura con ello ha sido Francia a través de su Ministra Ségolène Royal, pues estos días conocíamos que ningún vehículo diésel cumplía con la ley.
Para terminar, las grandes ciudades europeas se han puesto en contra de este tipo de motores. Por ejemplo, París ya habló en 2012 de la prohibición de vehículos diésel por el centro de su ciudad. Para entrar en el centro de Londres con el coche hay que ´pasar por caja´. La mayoría de ciudades alemanas solo permiten entrar a los coches con una pegatina verde, amarilla o roja según su nivel de emisiones, quedando divididas por zonas. Y Oslo incluso ha planteado prohibir completamente la circulación al completo de coches por el centro de su ciudad en 2019.
Sin embargo, lo que más de cerca nos toca a nosotros es Madrid, para la cual también se han pensado ciertas medidas desde su Ayuntamiento. En los meses pasados hemos visto -y sufrido- las restricciones al tráfico derivadas de los planes anti contaminación. Además, a principios de 2017 se prohibirá la entrada en la capital de España a los vehículos diésel acogidos a la norma Euro 3 o inferior. No obstante, lo más importante es que desde el Consistorio dirigido por Manuela Carmena se están haciendo reformas para evitar, a partir de 2020, la entrada de coches de gasóleo en Madrid.
¿Entonces, es mejor comprar un coche gasolina o uno diésel?
Todo apunta a que, en este momento, la compra de un vehículo con motor de gasolina es más acertada. Hay varios indicadores que así lo demuestran. En primer lugar, la bajada del barril Brent -un 42% en el último año- ha derivado en un descenso del precio de la gasolina 95, ligeramente superior al euro en la mayoría de estaciones de servicio y que ha visto reducida la diferencia de tarifa con respecto al gasóleo. Por otro lado, los motores actuales de gasolina son mucho más eficientes y con un consumo mucho menor que el de la década pasada.
Otro punto a favor para adquirir un coche gasolina es el precio de adquisición, ya que uno diésel es, de media, 2.000 euros más caro que el primero. Aun así, la creencia popular piensa que un coche de gasóleo siempre es más rentable que uno gasolina, lo cual lleva a la situación actual en el mercado: a pesar de que las ventas de los coches con un propulsor de gasolina se han incrementado en los últimos años, todavía dos de cada tres coches matriculados en España son diésel.
Si bien el combustible es más económico, para amortizar un automóvil diésel se necesitan recorrer anualmente entre 20.000 y 25.000 km de manera aproximada. A principios de la década de los 2.000, por el contrario, bastaba con hacer unos 18.000 km al año para considerar la compra de un coche diésel como una operación beneficiosa. Además, el precio de los seguros en estos vehículos es más caro, y teniendo en cuenta que la media aproximada de km recorridos por los conductores españoles es menor a los 10.000 km, en la mayoría de casos se podría decir que no interesa como inversión.
Por el contrario, los diésel favorecen más al vendedor en el mercado de segunda mano, pues mantienen un valor de reventa considerablemente más alto que los de gasolina, y sus intervalos de mantenimiento son -o eran hasta hace pocos años- más espaciados que los de estos últimos. Asimismo, algo que también ha cambiado recientemente es el favor de los gobiernos, que han ´visto las orejas al lobo´ con el ´Caso Volkswagen´ y han dejado de beneficiar la compra de éstos con reducciones de impuestos.
En conclusión, la compra de un vehículo diésel será definitivamente una buena adquisición si se recorren al año más de 25.000 km y el coche se mantiene durante unos siete años. En todos los demás caso, lo lógico es que económicamente interese más una alternativa de gasolina; e incluso el mercado ofrece ya muchas opciones híbridas? y hasta eléctricas.